A despecho del poder y la influencia que aún conserva, la Iglesia parece empeñada no solo en mantenerlos, sino en aumentarlos y, quizá, alcanzar los que tenía otrora, aunque sea a costa de los mayores dislates.
No sabemos lo que Bergoglio opina acerca de asuntos tan inextricables como los del limbo, el purgatorio o el infierno. Sin embargo, casi era de esperar que, si Ratzinger, el pontífice de la crisis, devolvió por arte de birlibirloque la materialidad al infierno, no tardarse en regresar del limbo Satanás.
Como en las grandes urbes hay propensión al relajo y al olvido de Dios, parece que en Madrid las fuerzas y huestes de Lucifer andan sueltas. Así que Rouco, quien tiene un olfato muy fino para todo lo sulfuroso, además de velar por los ovarios de todas las españolas y demostrar con argumentos irrebatibles que la doctrina católica tiene efectos tanto o más beneficiosos que las matemáticas no solo para la salud, sino, especialmente, para la inteligencia, ha encontrado su camino de Damasco y le ha llegado, por fin, la iluminación divina: no basta con que él y sus cuates pretendan ser la policía de las mentes y los bajos de devotos e infieles, la Iglesia necesita antidisturbios formados en la escuela del padre Karras para enfrentar con contundencia el terror que provoca el Maligno.
Mas no se equivoquen los fieles lectores y los curiosos: a Rouco no le llega el olor a azufre, por poner unos ejemplos, de las SICAV, ni siquiera un poquito de los desahucios, ni del palacio de la mentira, digo: de la Moncloa; su fina pituitaria apunta a los supuestos desmanes de charlatanes que le empezaron a hacer la competencia cuando se quedaba traspuesto en el altar. El agua bendita, el crucifijo y los demás trebejos del ritual de exorcismo serán los instrumentos adecuados para engañar a los pobres de espíritu cuyas dolencias, reales o imaginarias, no sean capaces de torear psiquiatras ni médicos.
Nosotros, por si acaso, vamos a mantener a partir de ahora una estrecha y cuidadosa vigilancia de nuestros demonios y diablas familiares, a los que hemos cogido cariño, fíjense ustedes, no sea que los rapten los meapilas.
Pues va a ser que el Anticristo habita en la Moncloa y todavía no se han enterado. A ver si no, cómo es posible que con la política del Mariano el Memo haya gente que se tira por la ventana o se quema a lo bonzo en el interior de un cajero (no me refiero a los mendigos achicharrados por neonazis pijos). No se engaén, los contramilagros los provoca el tío memo ese con barba y cara de gilipollas lanza perdigones.
ResponderEliminarAsí es. Dentro de nada, los jinetes del Apocalipsis.
EliminarUy,pues igual me toca algún curso o seminario al respecto: "como exorcizar al paciente trasplantado renal". Suena bien y todo. :D
ResponderEliminarTiempo habrá, mija, de ver cosas así como esta gente siga en el candelabro.
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