El movimiento del corazón no es automático. Es natural, como comer y beber. Llevar la mano hacia la boca cuando se estornuda nada tiene que ver con la mecánica, sino con los reflejos. Por estas razones, no trago con el hecho de decir, por ejemplo: “Fulanito respondió mecánicamente”, “Cuando suena el despertador, me levanto de forma automática”, “Quiero desconectar”, et caetera.
Son expresiones figuradas, cierto; pero tan asumidas, tan interiorizadas, tan bien digeridas, que me huelen a la insidiosa marca del poder. Somos, en gran parte, lenguaje. Si, inconscientemente, hacemos nuestros los signos que se refieren a las máquinas, de alguna manera nos convertimos en cosas, en aparatos, en artefactos. Es lo que quieren: autómatas.
Son expresiones figuradas, cierto; pero tan asumidas, tan interiorizadas, tan bien digeridas, que me huelen a la insidiosa marca del poder. Somos, en gran parte, lenguaje. Si, inconscientemente, hacemos nuestros los signos que se refieren a las máquinas, de alguna manera nos convertimos en cosas, en aparatos, en artefactos. Es lo que quieren: autómatas.
Recuerdo el primer claustro al que me tocó asistir cuando, después de doce años, obtuve destino definitivo. Es tradición o costumbre presentar a los profesores que se incorporan a un centro de enseñanza. Los presentados, los nuevos, deberían, por cortesía, responder. Hay quien se sonríe; hay quien se levanta; hay quien se cuadra; hay quien alza la mano. Pocos son los que hablan. Yo saludé, literalmente: “Salud”, dije. Todavía recuerdo con estupor el silencio que se apoderó del claustro. Juro que no levanté el puño. Seguramente, mis compañeros de entonces hubieran preferido un simple “Hola”, o los “Buenos días”; esas cosas que se dicen por costumbre o por afición.
Debajo de “Hola”, quién lo diría, duermen dos acepciones en desuso que, en el mundo de la lexicografía, son los originales. El primero me lleva a la infancia, pues en algunos viejos tebeos encontraba entonces este significado: “Para denotar extrañeza, placentera o desagradable”. Más antigua es la segunda acepción: “Para llamar a los inferiores”. El lenguaje de la bestia.
En “Buenos días” abreviamos el no tan viejo “Buenos días nos dé Dios”, que oigo completo en boca de una vecina, ya anciana. Es un buen deseo... para quien crea.
Debajo de “Hola”, quién lo diría, duermen dos acepciones en desuso que, en el mundo de la lexicografía, son los originales. El primero me lleva a la infancia, pues en algunos viejos tebeos encontraba entonces este significado: “Para denotar extrañeza, placentera o desagradable”. Más antigua es la segunda acepción: “Para llamar a los inferiores”. El lenguaje de la bestia.
En “Buenos días” abreviamos el no tan viejo “Buenos días nos dé Dios”, que oigo completo en boca de una vecina, ya anciana. Es un buen deseo... para quien crea.
Recupero este artículo que apareció en el fenecido Por el camino de la letra hace unos años, cuando empecé a batirme en las lides blogueras.
ResponderEliminarNo descarto incurrir de nuevo en parecida falta. Solo lo escrito permanece y dura; pero, si no se lee, dura menos.
Bueno, por esta vez pasa. Te perdonaré de forma automática, no sin antes estornudar a tu salud.
ResponderEliminarUn abrazo
PD: voy a ver si consigo (de una vez) ser mas consistente con esto de los blogs o coherente o coexistente o...algo....
Ja, ja, ja.
EliminarMe dice el Caralibro que cumples años estos días. Felicidades.