Usted, señora o señor, que mira con una mezcla de curiosidad y repugnancia mi ágil curso por la loza de su bañera, sofrene por unos instantes el impulso de aplastarme con la zapatilla o de vaciar sobre mi humilde ser el espray insecticida, y pregúntese qué gana con matarme.
Ahora que su atención parece decantarse por la primera, es decir, la curiosidad, procuraré, si me lo permite, ayudarle a vencer la segunda, esto es, la aversión hacia mí. Para ello, solo le pido que amortigüe un poco la luz, si puede, y, sobre todo, que me escuche.
Sé que soy para usted una simple sabandija. Más discreta, sin embargo, que la cucaracha y menos dañina que muchas otras especies. A fin de cuentas, como lo que usted, sin duda, llamaría suciedad. Disfruto de ese pelo, el suyo, que siempre queda pegado a una baldosa, de la caspa, la suya (sí, tiene: poca, pero tiene), y rara vez me aventuro a atacar ese trocito de papel higiénico que pasa desapercibido, por miedo a un encuentro como este.
A decir verdad, soy menos peligrosa que muchos de la especie de usted, que matarían por ser millonarios o pasarse la vida de polvo en polvo y que dejan morir de hambre y enfermedades diversas a millones de congéneres. Y, perdóneme, soy más limpia, pues mi propia muda me alimenta.
Así que, como dicen ustedes, con el corazón en la pata, con la mejor de las sonrisas que puede dibujarse en mi boca, por mor de la necesaria fraternidad animal entre seres ápteros e imperfectos como usted y yo, le voy a proponer un trato: usted pone la tapa al aerosol que porta en su mano diestra y apaga la luz, y yo me vuelvo a mi grieta e hiberno unos... ¿tres meses?
Sin duda la nuestra es la peor especie que ha habitado este planeta.
ResponderEliminarSaludos.
Hombre, no sé. En cualquier caso, sí que parece hacer honor al apelativo de "rey de la creación", por lo borbónido.
EliminarLo que yo te diga, ríete de la extinción de los dinosaurios.
EliminarPor cierto, vaya susto, había entendido borbónico, en lugar de borbónido.
Asústate: digo "borbónido" por "borbónico". Suena más cachondo, más campechano-vulgar.
EliminarLo siento, no volverá a pasar... jejeje
ResponderEliminarOs traéis un teje manejq que yq oa digo yo, el caso es que somos muy malos, aplastamos sin consideración a cualquier insecto que nada nos hizo y dejamos morir de hambre a millones de personas...malos, malísimo, peor que la peste...
ResponderEliminarUn abrazo Juan Carlos y lindo finde, más bien domingo xq el sbado ya se va por la misma rejilla que tu lepisma TQM amigo,
Vale: somos muuu' malos.
EliminarY también a Juanjo jejeje
ResponderEliminarNo se me ocurre mejor apelativo para algunos seres humanos que el de sabandija. Merecerían un pisotón bien grande. La lepisma tiene más dignidad. Comparto la idea de Juanjo, no hay ni ha habido (ni habrá, probablemente) bicho en la Naturaleza más dañino que el ser humano. Ciertamente es el rey, pero gobierna con un despotismo tal que merece que lo destronen. ¿Qué tal si les pasamos la corona a las lepismas? Seguro que tendrían el ecosistema niquelao.
ResponderEliminarJi, ji, ji.
EliminarLa corona y la Zarzuela. ¿Imaginas a una lepisma tropezando tanto como mi tocayo?
¡Imposible con tantos pies!
EliminarSi tuviera que elegir a quién darle la corona entre humanos y lepismas, sin duda se la daría a la casta de estos últimos, pues hablando de torturas, los lepismas dan las justas, una picada y basta.
ResponderEliminarA tenor del título, y por deducirlo del texto, permíteme el humor y un aplauso merecido.
¡Impecable!
Mucho se dice, exagerando, de la picadura de la lepisma, pobrecita.
EliminarEl humor, más que permitido, es absolutamente necesario. Conste que me he divertido sobremanera escribiendo lo que has leído.
Gracias.