Quizá no se entienda bien que un termómetro se use como plebiscito. Pero habría que preguntarse cuántos sobacos estarían dispuestos a trazar hasta la mano el movimiento que acompañe, con el impulso debido, el lanzamiento de una piedra, si falta hace, más allá de los efluvios, más o menos aromatizados, que despida la pelambrera o la piel depilada. Esto, nos parece, no lo da el termómetro.
No es sólo cuestión de temperatura, ni de si el número tiene fiebre, sino de si la olla estalla y no, simplemente, hierve y envía o dispara al viento burbujas, cánticos o gritos hasta disiparse o consumirse.
Ciertamente, vecino, pero la olla tiende a desinflarse con facilidad. Por otra parte, si examinas los garbanzos que se cuecen dentro verás que faltaban precisamente los que pueden reventar con mayor facilicidad. Pero así es esta olla y no tenemos otra.
ResponderEliminarOlla podrida.
EliminarXacto.
EliminarO duelos y quebrantos, si nos ponemos.
EliminarYo creo que lamentablemente la olla seguirá a la misma temperatura mucho tiempo, ni hacia delante ni hacia detrás.
ResponderEliminarEso parece.
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