¿Alfonso? Lograba que sonriera en los momentos difíciles, y eso no es fácil. Su conversación era ágil, entretenida y variada, fruto, supongo, de sus vastas lecturas y sus experiencias. Hacía de dos o tres trapos una sutil demostración de elegancia.
¿Qué más? Su mirada y su voz auguraban que, en la noche, el lecho podía convertirse en un vals lento y dulce o en una lluvia de chispas.
Pero tenía callos en las manos.
¿Qué más? Su mirada y su voz auguraban que, en la noche, el lecho podía convertirse en un vals lento y dulce o en una lluvia de chispas.
Pero tenía callos en las manos.
Enorme maestro, este te ha salido bordado. Simplemente perfecto.
ResponderEliminarMuchas gracias, maño. Y gracias por asomarte: el blog estaba muy solitario últimamente.
ResponderEliminarVecino, o hablas de la loca del pelo cardado y su maromo o no lo pillo
ResponderEliminarFrancisco: no hablo de nadie en particular, sino de una situación que no me atrevería a calificar de típica, pero sí de posible. Algo sobre relaciones entre personas de diferente posición, status, clase o como prefieras llamarlo, incluso aunque esa posición sea imaginaria.
ResponderEliminarPrecisamente, tan sugerente que es imposible no dejar volar la imaginación.
ResponderEliminarGracias, Ada. Me alegra que te haya gustado.
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