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3 de diciembre de 2011

Las pisadas de Kong

 
Papiones, babuinos, mandriles, chimpancés de oír, ver y callar, e, incluso, gibones a sol y sombra creían vislumbrar un oscuro designio en las pretensiones, con y sin niebla, de los gorilas y los húmedos golpes de pecho del connubio entre orangutanes y espectrales alianzas o, más bien, inmorales consensos.

El caso era que, por misterio o ilusionismo mendaz, las raciones disminuían a ojos vistas. Pagaban el pato y la merma, por acción y omisión, macacos, titíes y micos, a los cuales, si no se despreciaba u odiaba, no hacía falta tener muy en cuenta, salvo para añadir de vez en cuando notas más agudas al coro de gruñidos.

Con todo, el mundo y, por no alargar el discurso, hasta la selva estaban bien como estaban.

De pronto, todo comenzó a temblar y se fueron oyendo, cada vez más fuertes, las pisadas de Kong.


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