En que piel y piel se entreveran
Cae la ceniza del día
Como amarga simiente sin propósito
Esa nota que desafina
En el concierto de los cuerpos
En la romanza de las bocas
Esa borra de cieno turbulento
Que lavan tus caricias
Y apaciguan tus besos
Perdona que venga al amor
Con esto que se anuda
Como un despojo hambriento y huérfano
Un grano de masacre y miedo
Nacido de las zahúrdas de la historia
Una flor de expolio y delirio
Hija de la locura y la injusticia
Un trofeo de escarcha
Que cruje en la saliva
Cuando cierro los ojos
El amor es el mejor refugio.
ResponderEliminarCierto. E inevitable, supongo, según las circunstancias.
EliminarPretendía, con todo, apuntar al sentimiento que produce ese hecho cuando se entiende el amor como otro espacio: una casa, por ejemplo.
Saberte en otro espacio, en unos brazos que te aguardan y te acogen para derrumbarte en ellos.
ResponderEliminarSon casi una extensión de tus versos, todos los afectos que vuelcas en ellos.
No solo para derrumbarte, no solo. También para arrumbarte, en el sentido de fijar el rumbo o de que el rumbo de dos personas coincida. También, para rumbear, en cualquiera de sus sentidos.
EliminarMuchas gracias, Teresa.