
Le habían dicho que la decisión no era difícil, que no entrañaba apenas riesgo y que lo desagradable de la misma pasaría pronto, lo que tarda el estómago en digerir un alimento desacostumbrado. Al final pondría el pie en el escalón que lo catapultaría definitivamente y le permitiría no solo mantener, sino acrecentar o mejorar su estatus. Le dieron a escoger, con toda amabilidad, la forma en que llevaría a cabo la empresa.
Le habían dicho que había una colonia cerca de Estremera. Miró en el mapa la ubicación del remanso y encaminó decidido el todoterreno hacia allí. Los apuntes que había tomado concienzudamente de la guía lo ayudaron a encontrar en pocos minutos un individuo que se desplazaba a saltitos entre unas matas. Atrapó al animal, un sapillo moteado joven, y lo engulló con el socorro del escocés de reserva que llevaba en la petaca.
Será que en determinados ámbitos de la vida siempre hay una primera vez para todo... Es lo que tiene la disciplina de Partido.
ResponderEliminarSaludos
Me parece que el poder suele corromper, por no decirlo de manera absoluta.
EliminarSaludos, Javier.
Y el siguiente sapo será más grande. El quid de la cuestión es que en el Partido ya saben que se trata de un hombre que es capaz de comérselo. Además, a algunos al final le gusta el sabor.
ResponderEliminarLa anfibiofagia parece afección común. De todas formas, puedo certificar que las ancas de rana están buenas.
EliminarMe parece bien ese "suele" de tu comentario. Conozco casos en los que no ha sido así, aunque por desgracia abunden los contrarios...
ResponderEliminarSaludos.
Naturalmente, Juanjo. No se puede generalizar. En cualquier caso, difícil es separar el grano de la paja.
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