El cetro, la corona, el toisón pesan, su Majestad, tanto como la fortuna de quien vino con una mano por delante y otra por detrás de la bragueta, a mayor gloria del capitalismo o, si lo prefiere, de la explotación del hombre por el hombre.
El báculo, la toga, la cartera pesan, su Señoría, aunque los maneje con ligereza alevosa. Pesan sobre los lomos de fieles e infieles cuando convierte esa cosa del espíritu en un negocio. Pesan sobre las espaldas de quienes buscando justicia en la balanza encuentran cambalache. Pesan sobre la cerviz de los administrados convertidos en números, meros peleles, para consumir y cotizar, aunque usted los llame ‘ciudadanos’.
El cargo, la propiedad, el espíritu emprendedor pesan, señor Ortega Botín Roig y etc., porque no es tiempo de guardar bajo la teja, la baldosa o el colchón, sino de ver cómo se multiplican las esporas en el acolchado algoritmo de un paraíso fiscal, en las sinergias descontraladas de arquitecturas financieras a las que no importan la esclavitud de púberes canéforas o los pisos vaciados a golpe de hipoteca.
El micro, el ratón, la pluma, en fin, pesan, querido locutor, estimado redactor, admirado polígrafo, cuando solo ponen voz a toisón, cetro y corona; cuando lamen o inciensan cartera, toga y báculo; cuando se postran o doblegan ante el espíritu emprendedor, la propiedad o el cargo.
El báculo, la toga, la cartera pesan, su Señoría, aunque los maneje con ligereza alevosa. Pesan sobre los lomos de fieles e infieles cuando convierte esa cosa del espíritu en un negocio. Pesan sobre las espaldas de quienes buscando justicia en la balanza encuentran cambalache. Pesan sobre la cerviz de los administrados convertidos en números, meros peleles, para consumir y cotizar, aunque usted los llame ‘ciudadanos’.
El cargo, la propiedad, el espíritu emprendedor pesan, señor Ortega Botín Roig y etc., porque no es tiempo de guardar bajo la teja, la baldosa o el colchón, sino de ver cómo se multiplican las esporas en el acolchado algoritmo de un paraíso fiscal, en las sinergias descontraladas de arquitecturas financieras a las que no importan la esclavitud de púberes canéforas o los pisos vaciados a golpe de hipoteca.
El micro, el ratón, la pluma, en fin, pesan, querido locutor, estimado redactor, admirado polígrafo, cuando solo ponen voz a toisón, cetro y corona; cuando lamen o inciensan cartera, toga y báculo; cuando se postran o doblegan ante el espíritu emprendedor, la propiedad o el cargo.
Cada uno arrastra su peso, pues.
ResponderEliminarSaludos.
Los trabajadores, la piedra de Sísifo, amigo.
EliminarCual faraones los llevamos sobre nuestros lomos, y nos fustigan sin que alcemos la frente para protestar. Así, visto lo visto, cada día nos piden (nos exigen, perdón)más y más.
ResponderEliminarPor cierto, feliz regreso. ¿Qué tal por las italias con sus caldosas birras?
EliminarEfectivamente. Y parece que hasta se nos ha olvidado decir "no".
EliminarL'Italia è molto bella. Y las cervezas no siempre son caldosas; no, por lo menos, las de barril.
Qué bien expresado Juan Carlos, yo no lo habría hecho mejor jajaja es broma pero el caso es que NO HACEMOS NADA, mucho hablar en los post, bla, bla, bla pero NA, por cierto hice una petición de cambio de gobierno a través de Avast y casi ninguno la habéis firmado...
ResponderEliminarUn abrazo mi niño y ten cuidado con el peso jeje
No te falta razón, Ross. Pero tengamos en cuenta que un blog es un espacio personal y la proyección o influencia de muchos, como el mío, no solo es limitadísima, sino casi inexistente.
EliminarEn cuanto a las peticiones, hay que preguntarse a quién o qué sirven. Te sorprenderías, quizá, de la clase de gente que hay detrás de Avaaz.
Por cierto mi nueva dirección del blog es: http://www.rosscanaria.com
ResponderEliminarBesos,
Tomo nota de la dirección. Entiendo que has comprado un dominio, ¿no?
EliminarDe manera impecable, no has dejado títere con cabeza. Una crítica magistral.
ResponderEliminarGracias.
EliminarHay que decir que sí he dejado títere fuera: las llamadas fuerzas del orden, por ejemplo. Pero con la música militar ya no podía. En otra ocasión, quizás.
Y digo yo: ¿no les pesará el culo de cagar tanta mieeerda?
ResponderEliminar¬ ¬
Cualquiera sabe...
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