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30 de abril de 2009

El rostro de Holmes


Sherlock Holmes tiene el rostro del doctor Frankenstein. Sherlock Holmes tiene la cara de Van Helsing. Sherlock Holmes tiene el gesto de Wilhuff Tarkin.

Holmes encuentra en el espejo al profesor Moriarty. Hay un violín en sus manos que le recuerda que la verdad nos hace libres. Una aguja hipodérmica en el suelo para desenredar la hebra del crimen.

Lo demás puede deducirse, querido Watson.



De los arrapiezos dickensianos que merodean por Baker Street puede esperarse que sepan cargarle la pipa al detective. Elemental.

29 de abril de 2009

De anaglifos


Si habían pensado ustedes que nos íbamos a quedar de brazos cruzados mientras el jefe cosecha triunfos, es un decir, y acapara comentarios, van listos.

Liberados, no sabemos por cuánto tiempo, de la zahúrda a la que Juan Carlos nos había arrojado por la inestimable ayuda y el solidario tesón del perro de la vecina, aquí estamos dispuestos a dar batalla y, si es preciso, a exigir nuestra parte del pastel, incluidos los atrasos, y a que se reconozca nuestra autoría y hombría de bien.

Gracias, Albanto, por abrir la puerta con tu patita y romper las ligaduras. Gracias, Eulalia, por haber ayudado a su can fieramente humano a encontrar el camino de dar lo mejor de sí.

Paseando, también es un decir, por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, damos con La risa en la literatura española: antología de textos, cuya edición corrió a cargo de Antonio José López Cruces. En la interesante y amena introducción, López Cruces nos recuerda qué se entiende, literariamente hablando, por anaglifo: “Dalí, Buñuel, Lorca y otros crean anaglifos en las reuniones celebradas en el cuarto del último en la madrileña Residencia de Estudiantes. Eran, según Moreno Villa, una «especie de mínimos poemas, ocurrencias graciosas, que constaban de tres sustantivos, uno de los cuales, el de en medio, había de ser "la gallina". Todo el chiste y la gracia estribaba en que el tercero tuviese unas condiciones fonéticas impresionantes por lo inesperadas» y careciese de toda relación con el primero.” Y ofrece los siguientes ejemplos, el segundo de los cuales se atribuye a Pepín Bello:

El té,
El té,
La gallina
Y el Teotocópuli.


El pin,
El pan,
El pun,
La gallina
Y el comandante.

Como no podía ser menos, según lo acostumbrado en esta sección, ofrecemos a ustedes otros dos, salidos del gracejo y el estro de Luis Cypher:

Franco,
Franco,
Franco,
La gallina
Y la hoguera.


La crisis,
La crisis,
La gallina
Y la receta de la Virgen.


Nota de Cypher: para quien se despiste un poco con el segundo anaglifo puede consultar este bonito artículo de José María Garrido.

27 de abril de 2009

Lecturas de Jorge Manrique


Muchas razones hay para justificar el puesto que ocupan las Coplas por la muerte de su padre en la historia de la lírica en castellano. Entre ellas, la de acercar al Renacimiento viejos tópicos y humanizar la muerte, dentro de un espíritu cristiano tamizado de estoicismo, lejos del cuadro macabro de las danzas de la muerte. No es la menor la envoltura, pues Manrique escoge una estrofa, la copla de pie quebrado, que utiliza también en “A la Fortuna”, “Castillo de amor” y otros poemas, más apropiada, según la práctica y el entender de la época, para asuntos más ligeros. Cada copla que conforma cada una de las cuarenta estrofas dobles es, por lo general, una unidad de sentido en sí misma que se va engranando con el resto como un mecanismo de relojería. Sobre la unidad de composición llamó la atención, por ejemplo, Pedro Salinas, quien calificó el poema de “sermón funeral” siguiendo a Quintana. Otros destacaron bien la sencillez y sugerencia alusiva de sus imágenes, en especial en la parte de los “Ubi sunt”, bien la sentenciosidad. Finalmente, por no alargar esta introducción, conviene subrayar la accesibilidad, a la que sirven algunos de los rasgos citados, pero, sobre todo, la escasez de arcaísmos, sobre la que disertó ejemplarmente Navarro Tomás, y el carácter dialogal del tono o designio exhortativo del que, también, hablara Salinas.

Todo lo que antecede, y otros análisis o interpretaciones que se pueden aducir, no deja de ser cierto. Sin embargo, el lector, quizá seducido por la alegoría de las coplas iniciales o por la belleza del canto a lo perecedero de las estrofas centrales, se deja llevar sin prisa, pero sin pausa, a la serena actitud de aceptación del maestre don Rodrigo. Y, quizá, olvida que Jorge Manrique es, además de hijo de su tiempo, un aristócrata que idealizó en exceso la figura del padre. Como buen hijo, dirán ustedes.

Pues bien, dejemos a un lado asuntos familiares, pues no voy a hacer herida del honor de los Manrique y fíjémonos en cómo se acomoda el ideal cristiano de salvación a los prejuicios de casta, pues por mucho que se dignifique el tránsito, como dice Augusto Cortina en el prólogo a su edición de la Obra completa, es el héroe el que “entra en la inmortalidad”. Si, en palabras de Salinas, “una muerte, la de don Rodrigo, bien puede representar a todas las muertes”, no queda tan claro que “lo que la voz misteriosa dice al Maestre”, aunque todos la oigamos, sea aceptable para todos.


Veamos las famosas estrofas, no son las únicas, en las que se habla del poder igualador de la muerte:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Añadamos una de las que consideran el mundo como un camino:

Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.

Y vayamos a la recompensa que obtiene quien bien obra. Habla la Muerte:

«El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.

O a Manrique se le perdieron los ríos “más chicos” en las olas del mar, o es que presuponía, permítanme dudarlo, que el trabajo era mérito suficiente para “los pobres pastores de ganados.”


26 de abril de 2009

No pido mucho


No hay muchas historias que contar, ya lo decía Borges, y añadió que la literatura es una casa de citas. Vuelven modas y vuelven modos, buenos y malos. Lo mismo vale para el hombre: su historia se repite como el ajo. La diferencia está en que una minoría vive más y mejor. Aunque esto de los adverbios es, por supuesto, discutible.

Como no tengo ganas de arrojar dardos sobre la condición humana (¿cómo voy a meterme con mis hermanos?), así, en abstracto, divagaré sobre asuntos de cultura, digamos, popular.

Hace no mucho, en una cena, me sorprendí de la sorpresa de una alumna que tarareaba el estribillo de “Lola” de The Kinks. Parece ser que se puso de moda a causa de un anuncio. La sorpresa partió de un comentario que hice acerca de la composición de la pieza. Aunque confieso que equivoqué la fecha, pues “Lola” es de 1970, muchos jóvenes asegurarían, al saber el dato, que es una canción antigua, de las de mi época. Pues muchas gracias. Por entonces yo estaba en el colegio y aún no había cumplido diez años. Faltaría saber cuánto durarán tantas cancioncillas que gustan ahora. Todo tiene su tiempo, claro, por mucho que el tiempo sea igual a sí mismo.

Ya que hablamos de canciones, causa estupor que se califique de novedad el flamenco pop, el rock con raíces o la fusión de la cadencia andaluza, o andaluzoide, que de todo hay, con otras músicas. Esa cosa del mestizaje que, en la piel de toro, se remonta, dicen, a la Edad Media. Pues bien, da hasta pena recordar que, siete años después de la canción de los hermanos Davies, el tío que se ve en la foto caracterizado de criatura del doctor Frankenstein en una de sus colaboraciones en “La bola de cristal”, puso uno de los pilares de esa cosa que mencionábamos, con más gracia y más creatividad de la que observo en epígonos que copan las listas de éxitos. Él, Kiko Veneno, y otra gente que ha sido injustamente olvidada, como Gualberto García.

Debo a este medio charnego, entre otras cosas, conocer la obra de un poeta catalán llamado Miquel Martí i Pol, de quien Kiko tradujo y cantó, allá por el año de 1977, lo siguiente, que es una envidiable fe de vida, además de un formidable retruécano.


NO PIDO MUCHO

No pido mucho:
Poder hablar sin cambiar la voz,
Caminar sin muletas,
Hacer el amor sin que haya que pedir permiso,
Escribir en un papel sin rayas.

O bien, si parece demasiado:
Escribir sin tener que cambiar la voz,
Caminar sin rayas,
Hablar sin que haya que pedir permiso,
Hacer el amor sin muletas.

O bien, si parece demasiado:
Hacer el amor sin que haya que cambiar la voz,
Escribir sin muletas,
Caminar sin que haya que pedir permiso,
Hablar sin rayas.

O bien, si parece demasiado…






Algo suavecito para hoy. O no tanto.

23 de abril de 2009

La rosa y el libro


En himnos fervientes cantemos al Libro,
loor a Cervantes, ingenio español,
y por la alta cultura constantes velemos
y vibre en nuestra alma de España el honor.
(*)



En Montblanc, villa de Tarragona, se celebra todos los años, más o menos el día de san Jorge, la fiesta de la Dracum nocte (este año, el 28 de abril). En ella, toda clase de precitos y pecadores condenados por la fe cristiana, que representa el santo matador del dragón, tratan de revivirlo simbólicamente. Al atardecer, las huestes del mal toman posesión de la iglesia de Sant Françesc para celebrar un ritual en el que, supuestamente, terminan bebiendo la sangre del dragón. La sangre es el medio de adquirir o compartir el poder y la sabiduría de la bestia, representación de los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.

Dirijamos la mirada un poco más lejos, puesto que nos hallamos ante una figura simbólica universal. Sin salir de Occidente, el dragón es el enemigo primordial, al que combaten Apolo, Cadmo, Perseo, Sigfrido y, por supuesto, los santos patronos de los caballeros, San Jorge y San Miguel arcángel. En todas sus historias, el combate se presenta como una prueba, que convierte, por lo general, en héroe al vencedor. Habría que preguntarse si, necesariamente, la victoria es sobre las fuerzas del mal.

En la leyenda, San Jorge, antes de acabar con el dragón, pide a la princesa que lo ate con su ceñidor. La bestia, amansada, la sigue como si de un perrillo faldero se tratase. Finalmente, el caballero da muerte al dragón. De la tierra donde se vertió la sangre del monstruo nace un rosal de rosas rojas. Jacobo de la Vorágine ofrece una versión diferente del final: sobre el lugar de la muerte se levanta una iglesia en la cual brota una fuente de aguas milagrosas.



Fuera ocurrencia de quien fuera regalar un libro y (o a cambio de) una rosa el día de San Jorge, fecha a la que se trasladó el Día del Libro, inspiración esta del periodista y editor republicano Vicente Clavel, lo cierto es que, pudiéndose documentar el regalo de rosas a la mujer amada en Cataluña hacia, quizá, el siglo XV, no ocurre lo mismo con la otra ofrenda, pero en todo caso fue feliz. Yo añadiría que sorprendentemente feliz. La relación de la flor con la leyenda es patente. La del libro, no tanto.

Exceptuando la de Sigfrido, si nos quedamos con las historias aludidas, en todas ellas hay algo en común: el agua y el hecho de que el héroe intenta rescatar o proteger a una mujer. San Jorge salva a la princesa, Cadmo sale en busca de su hermana Europa, Perseo libera a Andrómeda del monstruo Ceto y, finalmente, Apolo protege a Leto, su madre...

Y, ahora, señoras y señores, vamos a hacer un volatín. Para ello, necesitamos abrir de par en par las puertas de la imaginación o, si lo prefieren, de la percepción. Quien quiera, puede tomar lo que sigue como un dislate más o menos divertido producto del efecto pernicioso de la afición a leer. Es el caso que Pitón, el dragón o serpiente que mató Apolo, vivía junto a la fuente de Castalia. Cerca de la fuente, cuyas aguas se creía poseían propiedades purificadoras, se juntaban las musas. Y ya tenemos aquí no la rosa, sino, digamos, el libro.

Para quien no vea relación, por no decir otra cosa, entre Apolo y San Jorge, es necesario referir algo de lo que se cuenta, entre la niebla de la ficción y las brumas de la historia, acerca de Jorge de Capadocia. Pues bien, se cuenta que Diocleciano, para obligar a Jorge a abandonar su fe en Cristo, hace que lo lleven al templo de Apolo. Jorge ingresa en el templo y, al hacer la señal de la cruz, las estatuas de los dioses paganos allí guardadas caen rotas en pedazos.


Ahora toca seguir leyendo, beber sangre del dragón vencido, coger la rosa roja en primavera...


(*) Una de las estrofas del “Himno al libro”, que se compuso en 1926, año en que Alfonso XIII firmó el decreto, redactado por don Vicente Clavel, por el que se instituyó la Fiesta del Libro Español, origen de la que hoy se celebra. El lector avieso puede probar a cantarla sobre la melodía del “Himno de Riego”.


22 de abril de 2009

Maleta abierta

De regreso, la boca insomne
De la maleta arroja el saldo
Ignorado del viaje.
Temo que no salgan las cuentas
Entre la ropa sucia,
Diseminada en una mueca
De asombro y desamparo.
Ese disco que no sé dónde puse,
Un rastro de arena en que faltan
Nuestros pasos, las fotos
Que duermen en la cámara
A la espera de un nombre.

Antes de tu llamada,
Antes de que comience a echarte
De menos y maldiga mis sentidos
Por extraviarse en la orfandad
De las camisas arrugadas,
Comprendo que mañana
Reiremos la doblez de los horarios,
Y seguiré el camino
Por ese olor tan tuyo que desmiente
Los silencios del equipaje.

20 de abril de 2009

Tres morillas


Muchas son las virtudes de la poesía tradicional. No son las menores su jugosa ambigüedad, la libertad y gozo vital con que abordan algunos asuntos. Una de las más conocidas es el villancico, de estructura zejelesca, de “Las tres morillas”, que en su versión canónica, la del Cancionero de Palacio, dice así:

Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger manzanas
a Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Se dice que es un poema de tema fronterizo. Y lo es no sólo por onomástica y por ambiente, sino, también, simbólicamente. La clave es erótica. Es algo que no vengo a descubrir, puesto que otros lo han dicho mejor que yo. Así, María Jesús Rubiera alude al uso eufemístico de la palabra “olivas”. Rubiera nos recuerda la historia de Las mil y una noches en la que “tres muchachas se disputan el miembro viril del califa Hārūn al-Raŝīd que sólo logra agarrar una de ellas, quedando las otras «desmaídas» y con «las colores» perdidas”. Rubiera aduce como prueba otro villancico del Cancionero:

¡Si habrá en este baldrés
mangas para todas tres !

Tres mozas d'aquesta villa
desollaban una pixa
y faltóles una tira
la una a buscalla iba
para mangas a todas tres.

Tres mozas d'aquesta villa
desollaban un caraxo
faltóles un pedazo,
la una iba a buscallo
para mangas a todas tres.

Obviamente, en las “Tres morillas”, las “olivas” aluden al “caraxo” metonímicamente, es decir: por contigüidad. Nos imaginamos a las lozanas Axa, Fátima y Marién en la fatiga o la angustia del deseo insatisfecho: es lo que subraya la jadeante repetición de la conjunción “y”. Lo que más puede sorprender, siguiendo el hilo doble de lo fronterizo, es que las morillas cambien de objeto o, por decirlo más claro, opten por alguien de su mismo sexo: ahí están las manzanas de Venus.

Interpretar a quién responde o pertenece la voz que dice el poema, personaje en el que parecen satisfacerse los ardores de las chicas (obsérvese el paso del presente “me enamoran” al pasado “iban”) en un ménage à quattre libérrimo no es tarea fácil: ¿portaba olivas o manzanas? La verdad es que poco importa.



De sobras es conocido que Lorca armonizó la canción y que la grabó con La Argentinita. Lorca añadió esta estrofa como cierre:

Díjeles: ¿Quién sois, señoras,
de mi vida robadoras?
Cristianas que éramos moras
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

La estrofa parece sugerir, por el tratamiento de “señoras”, que el amante es un hombre. Pero, y ahí está la gracia, la situación ha cambiado un poco: se han convertido en cristianas para gozar de los frutos, con lo que el jarrazo, es un decir, que se arroja sobre las costumbres cristianas de la Edad Media es de antología.

No fue Lorca, con todo, el creador de esos versos finales, pues también se documentan en la tradición, en la trova, o el destrozo, de Diego Fernández que se encuentra en el mismo Cancionero, que comienza:

Tres moricas m' enamoran,
En Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Díxeles: «¿quién sois, señoras,
De mi vida robadoras?-
Cristianas que éramos moras
De Jaén,
Axa y Fátima y Marién.»
Tres moricas muy lozanas,
De muy lindo continente
Iban por agua a la fuente,
Más lindas que toledanas,
Y en sus hablas cortesanas
Parecién,
Axa y Fátima y Marién.


No dispongo de una versión limpia del registro de Lorca y La Argentinita, de modo que doy por terminado este trabajo con la que grabaron doña Teresa Berganza y don Narciso Yepes. Ahí es nada.


18 de abril de 2009

Un poco de Vázquez Montalbán



Ese rey que tanto le deslumbró desde aquella aparición evidentemente majestuosa tras los ejercicios tácticos de los Alijes, hizo bueno el verbo borbonear a lo largo de toda su vida, desde un mal utilizado instinto dinástico. A los animales les interesa salvar las crías, a los reyes las dinastías. Ese mismo rey que al parecer no quiso mancharse las manos de sangre y escogió el exilio en 1931, ya las tenía sucias al respaldar la política represiva de los Martínez Anido y compañía y las acciones de aquella guerra imperialista encabezada por los caballeros legionarios decapitadores o despeñadores y luego, desde el exilio, le prestó a usted avales políticos y estratégicos, porque intercedió ante Mussolini para que le cediera aviones para bombardear a sus queridos súbditos, aquellos cuya sangre al parecer no había querido derramar en 1931. Ese rey borboneador, chulesco, pichabrava.


Lo que antecede no es de mi cosecha. Es un fragmento de Autobiografía del general Franco, novela que Manuel Vázquez Montalbán publicó en 1992. La obra es densísima y voluminosa. Esto, y la morosidad con que se dota a la voz de Franco, pueden provocar el rechazo de más de un lector inconstante que no entienda que una losa que duró más de cuarenta años ha de ser dibujada con trazos pesados y hasta gruesos. La novela, desde mi punto de vista, no es sólo un ejercicio encomiable de ficcionalización de una ingente cantidad de materiales y fuentes, sino, sobre todo, una excelente muestra de lo que se ha dado en llamar “novela de dictador”.

El fragmento que he escogido forma parte de una de las réplicas con las que la otra voz principal de una obra polifónica como esta, la del escritor Marcial Pombo, imaginario artífice de las palabras, la historia o autobiografía del dictador, puntúa, subraya e intenta contrarrestar la del protagonista en un imposible diálogo entre el ególatra militar que se dirige a la posteridad y la de un fracasado antifranquista que representa, valga la redundancia, el fracaso del antifranquismo.

La elección de las líneas se basa en, al menos, dos razones. La primera es, obviamente, hacer una humilde aportación al recuerdo de la República. La segunda, no tan obvia, es recordar que el verbo borbonear se sigue conjugando. Y así nos luce el pelo: poco y con mucha caspa.


Enlaces relacionados:

15 de abril de 2009

Firma contra el bloqueo a Cuba


Me acaba de llegar este mensaje. Quiero haceros partícipes del mismo. Leedlo tranquilamente y decidid con toda libertad sumaros o no a lo que en él se propone:



Este fin de semana, en la Cumbre de las Américas, el Presidente Obama tiene una oportunidad única e histórica de comenzar a remediar el largo conflicto entre Cuba y EE.UU. y pasar página a casi medio siglo de políticas divisivas en la región.

Líderes regionales e internacionales, las Naciones Unidas y un número cada vez mayor de líderes políticos Demócratas y Republicanos en EE.UU. condenan el embargo que ha castigado a simples ciudadanos cubanos por décadas. El anuncio de Obama del día de ayer de levantar las restricciones a ciudadanos estadounidenses que visitan familiares o envían ayuda económica a la isla es bienvenida pero insuficiente.

Sólo una fuerte respuesta internacional puede ahora enviar las señales necesarias a los políticos y medios de comunicación estadounidenses: ha llegado el momento de abandonar las políticas fallidas del pasado.

Miembros de Avaaz navegarán cerca del puerto donde se llevará la cumbre. Firma la "Petición por las Américas", por un diálogo entre Cuba y EE.UU., el número de firmas aparecerá en la vela del barco para que periodistas y líderes de todo el hemisferio Occidental conozcan nuestro mensaje.

Cuando EE.UU. decretó su primer embargo a Cuba en 1960, quienes apoyaron estas políticas dieron por cierto que las mismas favorecerían a la democracia y a los derechos humanos en la isla. Medio siglo después, las presunciones han resultado equivocadas y es evidente hoy que el embargo ha causado un daño económico inconmensurable a los cubanos, bloqueando insumos agrícolas, médicos, acceso a nuevas tecnologías, información e ideas.

Algunos afirman que mientras el embargo se sostenga, el gobierno cubano tendrá a quien culpar en lugar de verse forzado a aceptar las fallas del sistema y las serias violaciones a la libertad de expresión, asociación y disenso.

Líderes de toda América Latina reclaman al Presidente Obama que impulse un nuevo comienzo a las relaciones con la región. Encuestas recientes indican que 3/4 de los ciudadanos estadounidenses quieren que su gobierno ponga fin a las políticas de aislamiento, e incluso organizaciones de exiliados cubanos se suman al pedido de cambio.

En tiempos donde cada paso de la administración Obama es seguido con suma atención por todos los países de la región, nuestras voces tienen un rol crítico que jugar. Si permanecemos en silencio, arriesgamos perder el debate frente a los demagogos que en EE.UU. y Latinoamérica temen una reconciliación.


Firma la Petición de las Américas ahora, envía este mensaje a tus amigos y navega junto a Avaaz en Trinidad el próximo sábado:

http://www.avaaz.org/es/lift_cuba_embargo/?cl=217238044&v=3229

13 de abril de 2009

Estómago agradecido


Parece que el “tema” de estos días es González-Sinde. Cuánta polvareda para, a fin de cuentas, encontrarnos, más tarde o más temprano, con que un gobierno u otro harán lo mismo o algo parecido. Bastaría hacer un repaso de lo ocurrido con la LSSI, la LPI y la LISI; pero no me apetece. Sólo cabe añadir que es algo que salta por encima de la piel de toro. Ahí está lo sucedido, y lo que sucederá, en Francia y en Italia, por ejemplo.

Puestos a asomarnos a la página para intentar darle un poco de brillo, Luis me acuciaba para que le dejara hacer de las suyas mezclando en el mismo saco las torpes palabras de Miguel Ángel Rodríguez, todo un hombre de bien (largo resultaría explicar de qué clase de bien) acerca de la Semana Santa, la apodíctica (por decir algo) afirmación de Benedicto XVI, hombre de bien por antonomasia, sobre la resurrección de Cristo como realidad histórica (basta el testimonio de los evangelios para demostrarlo) y el desnudo, ya un poco añejo, de la sobrina de Rouco, otro bendito, en Interviú. Pero me he dicho: zapatero a tus zapatos. Así que desempolvo este poema que dedico a todos los hombres y mujeres de bien:

ESTÓMAGO AGRADECIDO

Pudo oír que la tierra
Temblaba en un parto de topos.
Olió el gruñido de la pólvora
Sobre un anciano que dormía.
Tocó la sombra de los ojos
De una muñeca maltratada.
Como creyó que eran visiones
Adheridas al acre hedor
De la minuta, despechado
Por una cuestión de buen gusto,
Pidió bicarbonato.



Nota: la imagen es de Sebastián Giraldo Atehortua.


11 de abril de 2009

Amapolas y cardillos y el tren de Arganda


Uno tiene a veces la sensación de caer en el destiempo, si es que esto puede decirse. Ni antes, ni después, ni en el momento justo. Tarde o temprano. Es como caer en el recuerdo, que es otra forma de caer, no necesariamente hacia abajo, por su propio peso. Es mejor hacia arriba y hacia dentro.

Estaba pensando en mañana y no sé por qué, aunque lo intuyo a ciegas si pongo mi brújula al revés, para que apunte al norte en la sombra, y no sé por qué vuelven ayeres a mí, o yo vuelvo a ellos.

El domingo, casi ayer, vi las primeras amapolas de este año. Las primeras para mí. Y aunque estaba, ya digo, pensando en claveles y en mayos (claveles de Portugal, mayo francés), la aguja se ha puesto a marear, que es lo suyo.

Más ayer estábamos en La Poveda, por donde pasaba el tren de Arganda y el tren del yeso (ya no recuerdo si era el mismo). Uno de mis hermanos, quizá también algún primo de nuestra edad, y yo nos entretenemos en formar figuras con capullos y tallos tiernos de amapolas. Mi madre vaga por el soto, buscando quizá espárragos y cardillos. Luego está el pan candeal, la tortilla y los primeros barbos en la chistera de mi padre. El hocico de un perrillo, casi un suspiro, aplastado por un conductor distraído en la plaza, borbotones de roja amapola.

Hoy, es un decir, a La Poveda se llega en metro. Quizá no se vean desde los raíles las amapolas en los descampados o en los cultivos, si es que quedan. La chistera, de amoroso o nostálgico polvo cubierta, cierra su tapa de mimbre colgada de una escarpia. Hoy es otro nuestro pan, aunque el recuerdo se aferre a otros sabores.

Pongo mirando al cielo la tapa o la esfera de la brújula. Quizá se dirija al encuentro de corazones o días silvestres como amapolas. O no tan silvestres. Corazones o días de hoy. Amapolas de mañana.

Mañana ya es hoy, un día candeal. Para sembrar entre muros de algo que parece más que yeso. No otra gloria, ni otra resurrección.


4 de abril de 2009

Si tuviera un hijo maricón


¿Se pueden mezclar vida y literatura? ¿Tienen algo que ver? Yo creo que sí, por mucho que defienda que la literatura ha de ser, en principio, arte. Pero el arte nace del hombre, y de la mujer, de modo que algo de la humana condición latirá en él, incluso cuando se encierra en lo autorreferencial.

El pasado jueves, al salir de clase, oí a mis espaldas a un alumno que decía: “Si tuviera un hijo maricón, lo mataba.” Iba a continuar mi camino, quizá regodeándome en las mieles de las cercanas y ansiadas vacaciones, pero me detuve, lo miré y le dije: “Y yo te digo que no, chaval. Si tuvieras un hijo maricón, seguramente te verías en el dilema de tener que luchar con tu corazón y tus ideas.” El chico, que no se lo esperaba, no pudo articular palabra o bien se mordió la lengua. Siguió su camino, quizá paladeando la cercanía de horas y horas en las que, tal vez, tenga tiempo para alardear de su incipiente hombría ante sus colegas o ante chicas como las que lo acompañaban a la salida de clase. Chicas que rieron, no sé si de las palabras de su compañero o de las mías.

Volvamos a la literatura. Hay buena literatura, literatura que toca en el hondón del sentimiento, independientemente de la condición de quien la escribe y de quien la degusta. Es algo que nos ha recordado hace poco Santi en su La ciudad perdida de Nivorg, cuando tuvo no sé si decir la osadía de pensar en algo que le sugerí y escribir dos interesantes artículos sobre Lorca y la importancia y necesidad de atender a su condición de homosexual para tener cumplida cuenta de lo que su obra y su figura significan. Pues bien, en una página ya desaparecida, transcribí un poema que a veces leo en mis clases cuando la ocasión, hablar de la expresión del amor en literatura, de la pervivencia de motivos románticos, de la influencia de Bécquer, o estudiar, simplemente, el 27, lo requiere. Es este:

TE QUIERO

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela un fondo de sombra;

Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
Más allá de la vida,
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Quiero decírtelo con el olvido.


Luis Cernuda escribió este poema. Luis Cernuda era homosexual. No conozco persona a quien el texto haya tocado un poco que se desdiga de lo que sintió al leerlo cuando se le informa, si no lo sabía, de que fue escrito, digamos, por un maricón. Otro asunto es, en el caso de mis alumnos, que la experiencia de su lectura y, en ocasiones, de su comentario haya servido para meditar en lo que se esconde en el uso despreciativo y negador de la palabra “maricón”. Pero se puede ser, digamos, más fino, y vivir, además, del dinero público a la hora de manifestar un irracional rechazo de la homosexualidad y defender, a capa y espada, que es una enfermedad cuya cura es posible. Esto sucede, también, en las aulas, como Santi nos recuerda en la denuncia que efectúa en su último artículo.


Vaya este escrito por Santi y por todos los homosexuales que tan bien escriben. Y vaya por los lectores de esta página, que estará de vacaciones durante una semana.


Enlaces:

2 de abril de 2009

De móviles, portátiles y otros cachivaches sutiles, volátiles, útiles y fútiles


Ni Freud se lo podía imaginar:
que de la fase oral y de la anal,
pasáramos de golpe y para siempre
a la madura fase audiovisual.

Enrique Badosa

Lo que viene sucediendo con las mal llamadas “nuevas tecnologías” o las “tecnologías de la información” (la sigla es preciosa: TIC) puede dejar estupefacto al cerebro mejor amueblado. Sorprende que las novedades en este ámbito y, más específicamente, en lo que atañe o afecta a la comunicación, a la información y al solaz o al entretenimiento, se sucedan, exagerando un poco, a la velocidad de la luz. Sorprende, también, la ingeniosa denominación, pues siempre he creído que “tecnología” es el conjunto de conocimientos técnicos y científicos aplicados a la industria, es decir, lo que permite fabricar el cacharro, no el cacharro en sí.

Se dice que este siglo, que aún no ha salido de los pañales, será el de la información y el de la comunicación. Ya lo es en buena y mala medida. La verdad es que apabulla tal cúmulo de datos y cuentos a nuestro alcance, así como la pasmosa facilidad y rapidez con que podemos acceder a ellos. Sin negar que esto da lugar a un número inusitado de posibilidades y que es útil, ¿no es un poco como un espejismo? ¿No somos, ahora, con todos mis respetos por aquellos que fueron anulados en nombre de Dios y del Rey, como el jefe indio que se lleva a la oreja el ejemplar de la Biblia, porque el clérigo que acompaña al conquistador le ha dicho que ahí está la palabra divina? Preguntémonos si somos capaces de controlar conscientemente el uso que hacemos de los medios que se nos ofrecen; si no somos, más bien, usados por ellos. Si no somos analfabetos digitales, por más que nos creamos los ases, los cracks del ratón. No es imposible, además, que estos trastos estén cambiando, sin que nos demos cuenta, nuestra manera de pensar, de relacionarnos, de comportarnos.

En amena charla oí en boca de una interlocutora lo que está en otras muchas bocas y, por descontado, en la mente de muchos: “Si no tienes móvil ni estás conectado a Internet, no eres nadie”. Se puede, evidentemente, añadir: si no tienes coche, si no tienes reproductor de mp3, si no tienes pantalla de plasma, si no tienes aquello, si no tienes lo otro...

Vuelve a mis ojos la imagen del siglo como un candoroso infante colgado de su chupete, y me pregunto cómo podemos aceptar, sólo porque nos sintamos contentos con los colorines de la pantalla, como el nene ante los estantes repletos de chuches, que ya estamos en camino de asentarnos en el más feliz de los mundos y ocupar un lugar a la diestra de Dios.

Parece que estos medios satisfacen la necesidad de estar en contacto. ¿En contacto con qué? Escojamos de entre las varias respuestas: con los nuestros, con el mundo, con la realidad. Aunque esa realidad esté a un paso, quizá sólo haya un tabique por medio; quizá un par de estaciones de metro. Aunque a ese mundo no le veamos los ojos, y menos las ojeras, cuando le hablamos, ni oigamos cómo respira, ni nos detengamos a observar sus gestos porque un ojo cuadrangular los escamotea. ¿Acaso no sonreímos, aun sin ganas, al objetivo del teléfono? ¿Dejamos que se nos vean las zapatillas cuando nos sentamos ante la webcam? En muchas reuniones de amigos podemos ver a más de dos martirizando los botones de sus teléfonos. En las mismas reuniones, con no poca frecuencia, uno de los más serios temas de conversación es el nuevo dije que le hemos comprado a la mascota, el último chiste, el último tono, la última canción...



Hace un par de años, la deformación profesional me llevó a terciar en una disputa que mantenían dos señores acerca de la melodía más reciente que uno de ellos almacenaba en su móvil. Estaban en un tris de apostar trescientos euros, uno a que la canción de Excalibur es de una tal Carmina Burana; el otro, a que Carmina Burana es el título de una canción, no de la dichosa película. Fue curioso ver cómo los ojos se les abrían más que a Eva H. cuando me oyeron hablar, después de pedir la venia cortés y respetuosamente, de Carl Orff, de John Boorman y del “O Fortuna”. Los tres estábamos terminando de comer. Parece que mi intervención, aparte de frustrar el envite, no fue digna de ser premiada con un chupito. Tenemos que hacernos a la idea de que se prefiera, para mantener el contacto con la realidad, apostar trescientos euros o la vida a un error.

Se dice que quien posee la información tiene poder. Digamos, más bien, que tiene poder quien crea o inventa la información. Quizá sea la sensación de poder que produce el uso de las “tecnologías de la información” (ya sabes: TIC, sin tac) lo más tentador o atractivo del fenómeno. Contratamos nuestras vacaciones, compramos entradas para el concierto de los Rolling Stones, encontramos esa receta que dejará boquiabiertos a nuestros invitados, hacemos la declaración de la renta, la Wikipedia ahorra tiempo y evita que gastemos neuronas en algo que ya hicieron otros, aunque sea una chapuza, nos bajamos canciones inanes pero exitosas, mandamos fotos a nuestros amigos de California o de Turquía sin poner un sello... Nuestra actividad se multiplica hasta hacerse milagrosa sin movernos de casa, apretando un botón. Nos sentimos como Dios: casi ubicuos, casi omniscientes, casi omnipotentes. Somos ya, de hecho y de derecho, el Superhombre, la Supermujer, con tal de que no se agote la batería, con tal de que Telefónica, Vodafone u Ono no nos dejen colgados. Poco importa que pasemos, a veces, una eternidad pegados a la barra de búsqueda, pues la eternidad es el tiempo o el no-tiempo de los héroes, de los demiurgos. ¡Ay!, ¿cuándo será que nuestra voz suene, por fin, en la zarza ardiente?

Pues bien, si, además de ser Superman, soy un idiota, un maleducado, un ignorante, un desalmado, o un espíritu puro, ¿dejo de ser bobo, zafio, inculto, criminal o estupendo, armado, pongamos, de un móvil o de un ordenador? No, pero soy más guay, soy alguien o algo, estoy en este mundo. He avanzado cantidad, porque es cierto que “tanto tienes, tanto vales”, y yo lo tengo casi todo sin moverme de mi casa, apretando un botón. ¡Ay!, ¿cuándo será que pueda, yo solito, tirar del ronzal del becerro de oro, porque no me conformo sólo con disponer de mi cuenta sin salir de casa, moviendo sólo el ratón? Heme aquí: el Gran Mago y su roedor atributo, el símbolo del poder del siglo XXI...

Termino con el recuerdo de algo que tal vez sirva para meditar acerca de lo que está en juego. Hace unos años, el ínclito Bill Clinton tuvo la brillante idea de proponer la siguiente solución para los males del tercer mundo: conectarlo a la red. Conmueve el interés y cuidado de los políticos por mantener al personal en sintonía con los tiempos. Siempre he creído que, con el fin de vivir dignamente, cada uno ha de recibir según su trabajo, sus capacidades y, por supuesto, sus necesidades. Si necesito una caña y una barca, y que me enseñen a pescar para sobrevivir, ¿me importa que Google sea una herramienta maravillosa de navegación virtual?



1 de abril de 2009

Seamos ecoguays


El apagón del sábado pasado me recordó que el 2008 fue proclamado por la ONU Año Internacional del Planeta Tierra. Como siempre ando entre papeles, rebusqué entre los muchos que guardo el artículo que publiqué en la revista del centro en que trabajaba. Lo transcribo aquí con algunas correcciones sin importancia.




Te ganarás el pan con el sudor de tu frente... Parirás con dolor... Muchos no pueden ganarse el pan que amasan para pocos que ya sólo sudan si hacen ejercicio, o si hace mucha calor. Muchas paren con dolor, mientras pocas apenas se duelen del dolor que aquéllas sienten al ver sus pechos secos porque les falta el pan que sobra a otras.

Parece paradójico, si no cínico, que nos ocupe un rato, digamos un año o una hora, el cuidado de pensar hacia dónde empujamos un planeta en el que, para muchos, la muerte tiene un plazo bastante breve, comparado con el que la ciencia y nuestro sistema de vida nos augura.

Y es que mola mazo, por ejemplo, salvar a Willy. Al fin y al cabo, la imagen de una ballena, aun joven, es lo suficientemente sugestiva como para transportarnos a la del osito de peluche que dejamos de abrazar en nuestros sueños cuando creímos, o nos hicieron creer, que ya éramos mayores. Porque, si le damos la vuelta al argumento, ¿qué alma de niño o de niña soportaría, sin caer en la depresión o en el fastidio, tener que alimentar a su depauperada muñeca Biafra con un arroz que se sabe escaso? Seguramente preferiría buscar, prohijar incluso, a Wally.


Cuando hablamos, u oímos hablar, de la contaminación, del cambio climático, del calentamiento global, del efecto invernadero, de la capa de ozono, de qué sé yo qué asunto gore, perdón, grave, ¿pensamos en Willy o en Wally? ¿Pensamos en nuestros nietos o en ese niño de Etiopía que no sabe qué es el ozono y, mucho menos, el desarrollo sostenible? Pero no seamos tan nihilistas. Quizá, preocuparnos por nuestro futuro en la Tierra, que no por el futuro de la Tierra, seamos sinceros, sea el primer paso para fijarnos un poco más, no ya en los nietos, sino en los hijos de los vecinos cuyos recursos esquilmamos.

Como uno tiene su corazoncito y, de cuando en más, le viene bien decirse: “¡Qué majo soy, cuán concienciado!”, se promete, por ejemplo: firmeza en la costumbre de cerrar el grifo mientras se cepilla los dientes; no andar por casa en camiseta durante el invierno (basta con bajar un poquito la calefacción); separar los residuos e introducir, aplicada y resignadamente, las pilas agotadas en esas ranuritas de la marquesina del autubús, aunque sepa que muchas no pueden reciclarse, sino que se entierran; meditar en lo estupendas que son las guerras que sirven para abaratar el precio del crudo.

Si nuestras fuerzas no dan para ser solidarios o, siquiera, ecologistas, seamos ecoguays (*). Comencemos por escoger bien el color del lazo que más convenga, esta vez, para la solapa de nuestra chaqueta, con mucho dinamismo y mucha creatividad. Así, quizá veamos pronto que va raleando el pelo de lobo debajo de la piel de cordero.




(*) Ecoguay: dícese del ecologista de fin de semana, esto es, de aquel que, en lugar de arrimar bien el hombro o aportar dinero, corre, digamos, a ponerse el lacito.