Uno tiene a veces la sensación de caer en el destiempo, si es que esto puede decirse. Ni antes, ni después, ni en el momento justo. Tarde o temprano. Es como caer en el recuerdo, que es otra forma de caer, no necesariamente hacia abajo, por su propio peso. Es mejor hacia arriba y hacia dentro.
Estaba pensando en mañana y no sé por qué, aunque lo intuyo a ciegas si pongo mi brújula al revés, para que apunte al norte en la sombra, y no sé por qué vuelven ayeres a mí, o yo vuelvo a ellos.
El domingo, casi ayer, vi las primeras amapolas de este año. Las primeras para mí. Y aunque estaba, ya digo, pensando en claveles y en mayos (claveles de Portugal, mayo francés), la aguja se ha puesto a marear, que es lo suyo.
El domingo, casi ayer, vi las primeras amapolas de este año. Las primeras para mí. Y aunque estaba, ya digo, pensando en claveles y en mayos (claveles de Portugal, mayo francés), la aguja se ha puesto a marear, que es lo suyo.
Más ayer estábamos en La Poveda, por donde pasaba el tren de Arganda y el tren del yeso (ya no recuerdo si era el mismo). Uno de mis hermanos, quizá también algún primo de nuestra edad, y yo nos entretenemos en formar figuras con capullos y tallos tiernos de amapolas. Mi madre vaga por el soto, buscando quizá espárragos y cardillos. Luego está el pan candeal, la tortilla y los primeros barbos en la chistera de mi padre. El hocico de un perrillo, casi un suspiro, aplastado por un conductor distraído en la plaza, borbotones de roja amapola.
Hoy, es un decir, a La Poveda se llega en metro. Quizá no se vean desde los raíles las amapolas en los descampados o en los cultivos, si es que quedan. La chistera, de amoroso o nostálgico polvo cubierta, cierra su tapa de mimbre colgada de una escarpia. Hoy es otro nuestro pan, aunque el recuerdo se aferre a otros sabores.
Pongo mirando al cielo la tapa o la esfera de la brújula. Quizá se dirija al encuentro de corazones o días silvestres como amapolas. O no tan silvestres. Corazones o días de hoy. Amapolas de mañana.
Mañana ya es hoy, un día candeal. Para sembrar entre muros de algo que parece más que yeso. No otra gloria, ni otra resurrección.
Pongo mirando al cielo la tapa o la esfera de la brújula. Quizá se dirija al encuentro de corazones o días silvestres como amapolas. O no tan silvestres. Corazones o días de hoy. Amapolas de mañana.
Mañana ya es hoy, un día candeal. Para sembrar entre muros de algo que parece más que yeso. No otra gloria, ni otra resurrección.
Y el hoy siempre estará lleno de amapolas y panes candeal incluso de resurrecciones. La amapola del ayer permanece viva en el recuerdo para que la del hoy sea la del mañana. Sí a una resurreción permanente sin pensar en recompensas de gloria.
ResponderEliminarAsí tendría que ser, Juan. El 14 de abril es pasado mañana; pero está tan lejos...
ResponderEliminarPero el mañana puede estar tan cerca... aunque no creo, el mañana parece oler a incienso, pan ázimo, gaviotas revolucionarias y lazos blancos.
ResponderEliminarPues qué horror. De todo ello sólo me gusta el incienso, pero sin acompañamiento de agua bendita.
ResponderEliminarOtras han de ser hoy las amapolas, los cardillos y los candeales, aunque nos recuerden a los de ayer. Y los de mañana quizá sean diferentes a los de hoy (que ya serán ayeres) y a los ayer (que estarán en el destiempo, por olvidados).
ResponderEliminarPero esas amapolas, cardillos y candeales del porvenir ojalá nos sirvan para los mismo que los de antaño y nos evoquen los mismos sentimientos y las mismas sensaciones que los agostados. Que la vida y la ilusión es la misma aquí y allá, antes o después. En la antevíspera
"Antevíspera", una palabra que me gusta. Ahora estoy en la antevíspera de volver al trabajo.
ResponderEliminarPara procesiones prefiero las interiores, por supuesto. Y, por supuesto, el ciclo de la vida, con flores y espinas (de la ampola a la rosa o a la zarza), pero no las que pretenden impornernos, sino las que brotan en el camino.
Si se trata de recuerdos o memorias históricas, con todos mis respetos por los creyentes, aún hay por ahí miles de muertos en permanente destiempo de los que no muchos se acuerdan. Mucho sonrojo causa tanta superflua devoción por una ilusoria salvación personal, pues aquí y ahora están el cielo, el purgatorio y el infierno. Del limbo no digo nada; pero también está aquí.
Llego tarde aunque en la literatura nunca sea tarde. Me parece un gran texto, de los que voy a tener que digerir despacio. Saludos.
ResponderEliminarNunca es tarde si la dicha es buena, Dezaragoza. Ya me contarás, aparte de lo dicho, qué te parece. Si no, me basta con que lo leas.
ResponderEliminarMe ha encantado especialmente la foto del ayer, a pesar del trágico fin del perrillo.
ResponderEliminarSalu2
Es el germen del escrito, Markos. Es más, creo que si me hubiera limitado a poco más de esa foto hubiera quedado una estampa preciosa, una postal de palabras.
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