Muchas razones hay para justificar el puesto que ocupan las Coplas por la muerte de su padre en la historia de la lírica en castellano. Entre ellas, la de acercar al Renacimiento viejos tópicos y humanizar la muerte, dentro de un espíritu cristiano tamizado de estoicismo, lejos del cuadro macabro de las danzas de la muerte. No es la menor la envoltura, pues Manrique escoge una estrofa, la copla de pie quebrado, que utiliza también en “A la Fortuna”, “Castillo de amor” y otros poemas, más apropiada, según la práctica y el entender de la época, para asuntos más ligeros. Cada copla que conforma cada una de las cuarenta estrofas dobles es, por lo general, una unidad de sentido en sí misma que se va engranando con el resto como un mecanismo de relojería. Sobre la unidad de composición llamó la atención, por ejemplo, Pedro Salinas, quien calificó el poema de “sermón funeral” siguiendo a Quintana. Otros destacaron bien la sencillez y sugerencia alusiva de sus imágenes, en especial en la parte de los “Ubi sunt”, bien la sentenciosidad. Finalmente, por no alargar esta introducción, conviene subrayar la accesibilidad, a la que sirven algunos de los rasgos citados, pero, sobre todo, la escasez de arcaísmos, sobre la que disertó ejemplarmente Navarro Tomás, y el carácter dialogal del tono o designio exhortativo del que, también, hablara Salinas.
Todo lo que antecede, y otros análisis o interpretaciones que se pueden aducir, no deja de ser cierto. Sin embargo, el lector, quizá seducido por la alegoría de las coplas iniciales o por la belleza del canto a lo perecedero de las estrofas centrales, se deja llevar sin prisa, pero sin pausa, a la serena actitud de aceptación del maestre don Rodrigo. Y, quizá, olvida que Jorge Manrique es, además de hijo de su tiempo, un aristócrata que idealizó en exceso la figura del padre. Como buen hijo, dirán ustedes.
Pues bien, dejemos a un lado asuntos familiares, pues no voy a hacer herida del honor de los Manrique y fíjémonos en cómo se acomoda el ideal cristiano de salvación a los prejuicios de casta, pues por mucho que se dignifique el tránsito, como dice Augusto Cortina en el prólogo a su edición de la Obra completa, es el héroe el que “entra en la inmortalidad”. Si, en palabras de Salinas, “una muerte, la de don Rodrigo, bien puede representar a todas las muertes”, no queda tan claro que “lo que la voz misteriosa dice al Maestre”, aunque todos la oigamos, sea aceptable para todos.
Veamos las famosas estrofas, no son las únicas, en las que se habla del poder igualador de la muerte:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Añadamos una de las que consideran el mundo como un camino:
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y vayamos a la recompensa que obtiene quien bien obra. Habla la Muerte:
«El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
O a Manrique se le perdieron los ríos “más chicos” en las olas del mar, o es que presuponía, permítanme dudarlo, que el trabajo era mérito suficiente para “los pobres pastores de ganados.”
Supongo, Juan Carlos, que te parecerá increíble desde tu curtida posición cultural, pero desconocía estos poemas, y me han parecido muy buenos, gracias por la aportación.
ResponderEliminarPreciso artículo, vecino, como siempr erudito y ameno. Yo conocía el poema desde que lo musicó Paco Ibáñez, allá por los años setenta, en la Transición (al menos en esa época me llegó a mí). Después lo leí y es impresionante. Esto lo digo para Juanjo porque creo que es una gran versión, aunque sumamente incompleta, para acercarse a las Coplas, con esa voz grave y casi fúnebre de Paco Ibáñez. Eso seguro que esta en Youtube.
ResponderEliminarSobre el poema, sí, es elitista. Pero al menos, dentro de ese elitismo, Jorge Manrique aceptaba que los pobres pastores de ganados necesitaría menos méritos que los nobles para alcanzar el cielo.
Creo que, como Francisco Galván, algo he cantado de esta historia, pues dentro del repertorio llevaba temas de Paco Ibáñez, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y las mías. En algún tiempo se suscitó la duda sobre el orígen de este poeta, Paredes de Nava (Palencia), otras voces hablaron de Segura de la Sierra (Jaén), lo cierto es que su padre fue Conde del pueblo palentino. Pero el trabajo ahí está para nuestro uso y disfrute. Buena entrada, como de costumbre.
ResponderEliminarDentro de su tiempo y teniendo en cuenta su posición social probablemente sería considerado como un subversivo excéntrico. Si hubiera vivido hoy en día probablemente estaría metido en una manifestación antisistema tirando piedras. O no.
ResponderEliminarSalu2
Pues yo creo que no, markos. El que es noble es noble, che. Si acaso votaría al PSOE por drse un puntillo de modelno.
ResponderEliminarJuanjo: ya leí en Bitácoras que leíste a Antonio Machado. Me alegra que los fragmentos de las Coplas que publico te hayan gustado. De modo que te invito a leerlas enteras con tranquilidad. En el artículo hay un enlace a la edición de Cortina que cito.
ResponderEliminarFrancisco y Froilán: la labor de Paco Ibáñez es impagable. Como lo fue la de Joaquín Díaz, que tuvo menor repercusión. Ambos, verdaderos juglares del siglo XX.
Creo que hay relativizar la modernidad de Manrique, aunque las Coplas sean impresionantes. A mí me interesan sobre todo por su estilo y por ser una excelente muestra de poesía que se basa en el intelecto. Pero si las lees de nuevo, Francisco, como dices en el último comentario, muestran que el "noble es noble". El pueblo se toma un par de veces como excusa: a Manrique no le interesa. Si Manrique tiene una sensibilidad moderna a la hora de acarrear ciertos materiales previos, y esto yo no lo niego, su ideología no deja de ser reaccionaria por comparación, por ejemplo con alguna de las danzas, que son bastante menos prodigiosas estilísticamente hablando. Con esto, creo, Markos, que aclaro mi opinión sobre lo que comentas. La subversión de que entendía esta gente no iba más allá de oponerse a los reyes que atentasen contra sus privilegios.
Muchas gracias, caballeros. Así da gusto.
Yo quiero ser noble y subversivo mientras me fumo un puro
ResponderEliminarA ver, Paco, deja que adivine: ¿Bakunin?
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