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9 de mayo de 2012

Una cuneta

Cuneta con hojas por Mikaela Dunn
Imagino, quizá, el vacío; pero aún oigo en los silencios de quienes llevan nuestra sangre que me faltas más allá de la leyenda de un síncope, del cuento del tonel que te derribó en la calle Áncora.

Deliro, alucino; mas nadie recuerda la tumba en que puso para ti unas flores y un beso. Nadie explica la razón de huir a las naranjas de Segorbe. Pero oigo, alucino, una voz que no conozco y le atribuyo un rostro del que nadie, nadie guarda una foto.

E imagino, cuando chacales hablan de heridas que no pueden ser abiertas, más, más allá de la nostalgia de quien no conocí, una cuneta que custodia tus huesos como una hostia despreciada por gusanos del odio o del miedo.

4 comentarios:

  1. El olvido es el peor enemigo para unas flores abandonadas en recuerdo de alguien.
    Un abrazo

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    1. Cierto, Javier.

      De alguna manera, el escrito es como un ramo de flores lanzado ¿al viento?

      Un abrazo.

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  2. Los chacales nos rodean cada vez en mayor número. No sé de dónde salen pero se multiplican cada día. ¡No nos queda nada!
    ¿Lo de la calle Áncora a qué responde?

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    1. Francisco: el escrito surge de mi nostalgia, y algún sentimiento más, por mi abuelo paterno, al que no conocí. Las referencias, confusas, contradictorias, son las que la familia, a lo largo de años, ha ido proporcionando. La de la calle Áncora (aunque hay alguno que dice que fue en Embajadores)es una de ellas. El cuento consiste en que hay quien dice que mi abuelo murió arrollado por un tonel de vino en esa calle (o en Embajadores).

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