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10 de octubre de 2011

Por ejemplo, doscientas

Llegué al piso muy tarde. Cristina, incansable, ufana de su globo verde pintarrajeado por los niños que compartieron corro con ella en El Retiro, no quería separarse de mí sin enseñárselo a Bantito. Cristina se durmió en mis brazos y Mica pudo entonces llevársela a su casa. Ahora que escribo esto sin mesa ni camilla comprendo que me va a resultar muy difícil resumir tantas sensaciones en las que caben más, y esto te sorprenderá, la alegría y el convencimiento que la rabia.

Estabas dormido en el sofá y seguiste sonámbulo hasta la cama preguntándome entre bostezos: “¿Qué tal?”. No te diste cuenta de que te apoyabas en mí, con el disgusto que esto, aunque lo ocultes, te produce. Bastó un beso para que te quedaras, como sueles decir, “roque”. Así que imaginé que eras Bantito y le conté a él cómo me sentía mirándolo a esos ojos que, como los tuyos, siempre parecen estar preguntando o pidiendo algo. También se durmió el pobre.

Os hablé de la alegría de conocer a Mica, la hermana de nuestra Eulalia, Lali (ahora prefiere la “i” griega), toda pasión y toda razón. Hasta Lali, que no paraba de quejarse de los juanetes, se quedó boquiabierta al escuchar cómo defendió la escuela de su hija, de nuestra Cristina, y cómo recordó sus años de colegio y de instituto. “Esta peque... Esta peque...”, decía Lali orgullosa entre masaje y masaje de sus maltrechos pies.

Y os habé de la alegría de encontrar a los mellizos y a Juan Carlos. Esperaban frente a la Consejería el paso de la marcha. Ya sabes cómo son los mellizos. Oulipo ya sonreía cuando nos vio y, después de las presentaciones y de guiñarle un ojo a Lali, exclamó: “¡Pero qué verdes vaís! ¡Qué bonito!”, y rompió a reír mientras recitaba el “Romance sonámbulo”. Luis le arrebató el silbato a Juan Carlos, que estaba muy serio, e intentó sobrepujar, sin éxito, al padre que hacía sonar una especie de cuerno. “Esto es una fiesta, caray: hay que hacer ruido”, dijo mirando a un Juan Carlos ensimismado.

Seguimos la marea hasta que, en la Puerta del Sol, se recogió la pancarta de cabecera. A unos metros de nosotros, varias familias se sentaron a dar cuenta de lo que les había sobrado de la merienda. Una fiesta, como dijo Cypher. Por eso no me preguntes cuánta gente fue. Tampoco yo voy a hacer mercadeo con las cifras. Digamos, como dicen que dijo De Gaulle cuando habló de las armas nucleares que necesitaba Francia: “Por ejemplo, doscientas”.

5 comentarios:

  1. Sospecho que van a ser necesarias muchas fiestas como esta... y aún así no sé si se conseguirá algo. No, no es pesimismo, sino conocer al enemigo. Al otro lado hay una persona que está en política para entretenerse y le da todo absolutamente igual. A la mayoría de los políticos les importa la opinión pública. A esta no. Se ríe de todos cuando la llevan la contraria... sobre todo porque la mitad de los votantes la apoyan.

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  2. Complicada lucha contra quién no atiende a razones. Pero no por ello hay que desfallecer en el empeño.

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  3. Francisco: seguramente tienes razón. Está mal que diga que tengo pocas esperanzas; pero tengo el convencimiento de que hay que seguir haciendo estas cosas. Primero, mirado desde un punto de vista egoísta, para que la bilis no me ahogue. Segundo, porque hacía años que no veía moverse a la comunidad educativa como lo está haciendo. Espero que este estado de conciencia por lo menos se mantenga.

    Markos: agradezco mucho los ánimos en medio de esta sinrazón y sinvivir. Gracias.

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  4. Sin duda, hay que seguir luchando. Si no sirve para intimidar al enemigo (que se carcajea de las protestas) sí puede servir para concienciar a quien le vota, que no es poco.

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  5. Espero que el esfuerzo sirva de algo y que no decaiga el ánimo antes de tiempo. Saludos

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