Merche: ya sabes cuánto quiero yo a mi Pablo. Pero conste que se lo tenía merecido. Se lo he dicho miles de veces: “Pablo, cariño, no puedes ser tan descreído: un día Dios te va a castigar”. El día ha llegado por fin.
Hace tres noches durmió agitadísimo: venga a dar vueltas y a gimotear. Cuando despertó, tenía una cara de angustia tal que no me quedó más remedio que prepararle una tila. Después le pregunté; pero el muy jodío no quería soltar prenda.
-Ha sido sólo una pesadilla -me dice. Como nunca ha tenido pesadillas, insistí.
-Estoy desnudo -me cuenta el muy sinvergüenza-, pero nadie parece notarlo. Subido a un estrado gigantesco, la gente me mira expectante y yo, aclarando la voz, comienzo mi discurso contra la visita del Papa. No recuerdo los argumentos de que hice uso, pero tuvieron que ser convincentes, porque el público aplaudía y jaleaba.
¿Ves lo que te digo, Merche?: hasta en sueños. Si es que este hombre no tiene remedio.
-Entonces, los cielos se abren de pronto y, por encima del estruendo, se oye una voz: “¿Quién te ha dado permiso para hablar?”. He gritado: “¡Dios!”, y la voz ha respondido: “¡Precisamente!”. Las nubes, el mismo estrado, cientos de palomas y de sotanas se han alzado en remolino. Y el remolino, convertido en un puño atroz, me ha golpeado.
“¿Ves, tonto: no te lo decía yo?”, le digo mientras le acaricio la barba. Negaba con la cabeza y se pasó un buen rato asegurando que sólo había sido un sueño. Así que aproveché para buscar el rosario y el breviario y los puse sobre la mesilla. Y ahí está: lleva tres días sin comer ni beber, mirándolos y remirándolos desde la cama.
Hace tres noches durmió agitadísimo: venga a dar vueltas y a gimotear. Cuando despertó, tenía una cara de angustia tal que no me quedó más remedio que prepararle una tila. Después le pregunté; pero el muy jodío no quería soltar prenda.
-Ha sido sólo una pesadilla -me dice. Como nunca ha tenido pesadillas, insistí.
-Estoy desnudo -me cuenta el muy sinvergüenza-, pero nadie parece notarlo. Subido a un estrado gigantesco, la gente me mira expectante y yo, aclarando la voz, comienzo mi discurso contra la visita del Papa. No recuerdo los argumentos de que hice uso, pero tuvieron que ser convincentes, porque el público aplaudía y jaleaba.
¿Ves lo que te digo, Merche?: hasta en sueños. Si es que este hombre no tiene remedio.
-Entonces, los cielos se abren de pronto y, por encima del estruendo, se oye una voz: “¿Quién te ha dado permiso para hablar?”. He gritado: “¡Dios!”, y la voz ha respondido: “¡Precisamente!”. Las nubes, el mismo estrado, cientos de palomas y de sotanas se han alzado en remolino. Y el remolino, convertido en un puño atroz, me ha golpeado.
“¿Ves, tonto: no te lo decía yo?”, le digo mientras le acaricio la barba. Negaba con la cabeza y se pasó un buen rato asegurando que sólo había sido un sueño. Así que aproveché para buscar el rosario y el breviario y los puse sobre la mesilla. Y ahí está: lleva tres días sin comer ni beber, mirándolos y remirándolos desde la cama.
¡Joder, vecino, que mal cuerpo me has puesto! Voy a rezar el rosario (hoy es Nuestra Señora del Rosario, felicidades a todas las Charos) no vaya a ser que...
ResponderEliminar¿Onirismo u onanismo?, ah, onirismo, que lo había leído mal. Mi subconsciente, ya sabes, leo algo de la iglesia católica y directamente pienso en sexo. Qué sosas oiga.
ResponderEliminarAmosnomejodas.... a que las ojeras van a ser por eso... :-P
ResponderEliminarCarpe Diem
Jajajaja.
ResponderEliminarTen cuidado, Paco, no se te enreden los dedos en las cuentas.
Ahí está el ajo, Dezaragoza: en el subconsciente. Piensa en algo tan aparentemente anodino como decir: "Buenos días".
Adolfo: pues igual sí. Pajas mentales, digamos.
Que me pasen el discurso a mi, que no tengo ningún problema en recitarlo en pelotas :-D
ResponderEliminarSalu2
Jajaja, Markos: seguro. Más desprejuiciado que nuestro Pablo.
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