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6 de enero de 2017

Una respuesta

Con ese mohín que te hace tan atractiva, me preguntas por qué no escribo. Te respondo, con algo de cinismo, poniendo en mi boca unas palabras de José Hierro: “El canto se me ha secado en la garganta”.

Pereza aparte, pues el trabajo que requiere la palabra es, como he escrito en otro lugar, tarea ingrata, se me ocurre decir ahora que hay en la vida reclamos de cielo y de cieno que explican, si no justifican, el apartamiento. Para los primeros, las palabras no me encuentran o no me decido a buscarlas. Para los segundos, se me hacen más transitables, más certeras, las de otros: esa novela de Chirbes que me has prestado y no he terminado de leer, por ejemplo. O ese otro verso de Espronceda que puse a los chicos en un examen: “Palpé la realidad y odié la vida”.

Como no creo solo en la paz de los sepulcros, me pregunto si merece la pena escribir desde el odio, el resquemor o el asco, aunque lo haya hecho, lo sabes, muchas veces. Y la pregunta no se debe tanto a publicar en este menesteroso espacio al que acuden unas pocas personas fieles y maravillosas, como a constatar, quizá de manera equivocada, que después de poner el punto final a un texto hay un tiempo, más o menos largo, pero siempre fugaz, de satisfacción un poco pueril, pero luego asoma su hocico el vacío, la falta de rédito ético, más allá de creer que tengo razón, o que tengo mis razones y que he sabido trasladarlas al papel, a la pantalla, con alguna pericia. La bestezuela, atusándose sus largos bigotes, me recuerda entonces que hay tantos motivos para seguir golpeando las puertas de la realidad, que la labor de nombrarlos, explicarlos o denunciarlos se convierte en el trabajo de Sísifo.

Juan de Valdés y Cervantes, entre otros, recogieron el refrán “Nunca digas: de esta agua no beberé”. Puede suceder, por tanto, que vuelva a arrastrar la piedra hacia la cima de la montaña y que vuelva a caer al pie. Quizá mi condición sea también, en palabras de Píndaro que Camus puso al comienzo de su ensayo sobre el rey de Corinto, la de agotar el ámbito de lo posible, aunque ahora me parezca absurdo e innecesario.


5 comentarios:

  1. Se van a extrañar tus letras, Juan Carlos...
    Un fuerte abrazo y espero en algún momento, volver a leerte.
    Mis sinceros y afectuosos saludos hacia vos.
    Lau.

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    Respuestas
    1. Gracias, Laura.

      No sé si decirte que no desesperes. Si lo piensas, lo que publiqué ayer de alguna manera ha supuesto romper el silencio de meses.

      Ya se verá.

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  2. Sí, es cierto... Hacía como tres meses que no posteabas...
    Yo voy a esperar volver a leerte. Me estás dando una lucecita para hacerlo.
    Otro abrazo!!
    Lau.

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  3. “Palpé la realidad y odié la vida” cuando se siente con tanta intesidad, el expresar los sentimientos con una pluma como la tuya es un privilegio, un fuerte abrazo

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