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12 de julio de 2015

Divagaciones de verano: entre el bienestar y el bienser

Escuchaba el pasado miércoles las sabias palabras de Emilio Lledó en un programa de la SER dedicado a comentar la última encuesta (aunque lo llaman "barómetro") del CIS, según la cual el 84% de los españoles se considera feliz en mayor o menor grado. De manera indirecta, se asociaba la felicidad al bienestar. Sin embargo, el académico sevillano aseguraba que al “bienestar” hay que añadir el “bienser”.

Quizá me equivoque, pero seguramente Lledó piensa que en la idea de felicidad de la mayor parte de los españoles pesa más lo primero, el “bienestar”, que lo segundo, el “bienser”. El problema, entonces, estribaría en cómo se acota, se gradúa o se piensa la idea de bienestar, si va más allá o no, por decirlo con con plabras de Lledó en su Elogio de la infelicidad,  de “poder acallar la voz de la carne, que exige el alimento, la luz y el aire para seguir latiendo”.

Uno de los factores que ayudan a llegar al “bienser” es la lectura. Resulta, quizá, significativo que el mencionado “barómetro” indique que la mayoría de los españoles declara dedicar parte de su tiempo libre a pasear (71,3 %)  y a ver la televisión (70 %). Según el CIS, un 47,5 % escoge la lectura para ocupar parte de ese tiempo. A un 31,9 % no le gusta leer o no le interesa la lectura. Resulta curioso que la mayoría de los partidarios del paseo prefieran hacerlo acompañados, mientras que muchos de los que ven la tele lo hacen solos, como si el ocio se dividiera en dos esferas irreductibles e impermeables aun en los casos en que dicha división no parezca tener mucho sentido.

Se sigue hablando mucho del “Estado del Bienestar”, bien para intentar apuntalarlo, bien para negar su vigencia o reducirlo al máximo. En uno y otro caso se utiliza, bien manoseada y prostituida como eslogan,  la palabra “cambio”. Escribía Cortázar, del que estoy releyendo La vuelta al día en ochenta mundos: “En materia social se sigue esperando una ‘evolución’ que lo mejore todo pero sin privarnos de la sirvienta y de la casita de campo”. Cabe preguntarse, y no creo que lo haga nunca el CIS, si en una sirvienta, en una casita de campo o conceptos parecidos se cifra el bienestar que quieren o buscan los españoles.

Si la lectura es, generalmente, un ejercicio solitario, la relectura ha de serlo doblemente. Visto el circo en que nos movemos, nos mueven o nos quieren mover, quizá no venga mal reflexionar, de momento en soledad, sobre esta cita de la mencionada obra de Cortázar, que se publicó, quién lo diría, en 1967: “La soledad de tantos (esto lo digo yo) acabará un día con una hipócrita solidaridad social que solo da masas electorales, ejércitos de robots, histerias colectivas de bobby-soxers, demagogia de teen-agers manejados entre bambalinas por gangsters de la prensa y de las diversiones”.

Y en esas estamos. Entre el bienestar y el bienser.


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