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9 de julio de 2015

Sombras le avisaron

De los mentideros le llegaban apremiantes murmurios que achacó primero a maledicencia de mestureros y a la envidia que su buena estrella y su verba florida e hiriente provocaban. Luego sombras le avisaron sobre la oportunidad de no airear demasiado los pendones morados ni pasear tan a menudo por plazas, ferias y saraos a los dragones exhaustos, pues de su boca se iban cayendo, con tintineo de blanca mordida o ardite, las diatribas contra el tirano y los usureros.

Entre sus mesnadas, hubo quien se atrevió, sin miedo al anatema, a recomendarle hallar aliados y valedores fuera del círculo de sus devotos, entre los proscritos de sierras y bosques. Pero se acogió a los consejos de letrados, nigromantes y arbitristas de su guardia.

En el torneo, tras romper cañas y lanzas y ser descabalgado, tuvo que mesarse las barbas y estrechar la mano del pretendiente, hijo bastardo del tirano.

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