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18 de mayo de 2014

En la tierra quemada

No hay un espejo en las alturas,
Sino un abismo que señala
Con dedos vaporosos,
Con luces impasibles,
La finitud del barro
Que extraña el agua que lo forma
Y lo disuelve.

Y, en el agua, el reflejo
Es boca de cieno y espuma
Que remeda rostros movedizos
En busca de su origen abisal
O del canto de una sirena.

El camino, entonces, parece
Consistir en azogue
De piedra y fuego que calcina
La carne y la palabra,
Todo convertido en inútil
Brasa que se apaga en la apuesta,
Ceniza de su sueño.

Sin embargo, sentimos
Que es posible poner un beso
En la bruma y una caricia
De voz sumergida en el fondo,
La flor del renacer
En la tierra quemada.

2 comentarios:

  1. vecino, bello poema, como siempre, pero cada día eres más oscuro... O yo más torpe, que también puede ser.

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    1. Más lo primero, quizá, aunque no lo pretendiera, que lo segundo.

      La base del poema, creo, está en la identificación de cielo y mar con sendos espejo.s Luego entran en danza los otros elementos. La idea era ofrecer una imagen de la búsqueda de trascendencia o de integración en lo supuestamente trascendente.

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