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26 de abril de 2014

Un abril en que el pueblo no es quien más ordena

El 25 de abril de 1974 tenía yo trece años. Era un adolescente tímido, curioso de lo que le rodeaba, deseoso de saber, con el prurito de un humanismo que tenía más de romántico que de revolucionario, pues no había digerido bien la lectura de copias clandestinas del Manifiesto comunista y los Principios elementales de Filosofía de Georges Politzer, amén de algunos números de Mundo obrero rojo, para el que la noticia de la defenestración de José Luis Cancho supuso algo así como un aldabonazo, un clavo en la conciencia. El clavo se hundió aún más a golpe del garrote vil que acabó con la vida de Puig Antich un mes y pico después. En la España del tardofranquismo se torturaba y se firmaban sentencias de muerte sin que temblasen las manos, salvo por efecto del párkinson.


En la España del tardofranquismo, la llamada Revolución de los Claveles dio, sin duda, alas a la esperanza de que se pudiera empujar, aunque fuera solo un poquito, a la dictadura hacia los albañales de la Historia. Tan sorprendente como la imagen de un clavel reventón en la boca de un fusil era que, utilizando como consigna dos canciones, un golpe militar, encabezado además por un germanófilo que combatió en Rusia junto a la División Azul, permitiera traer, no ya la revolución (tampoco la hubo realmente en Portugal, a pesar de que lo intentaron muchos lusos ilusos), sino la democracia. Politólogos e historiadores recuerdan que el Movimento das Forças Armadas inspiró la creación de la Unión Militar Democrática y de la Unión Democrática de Soldados. De la UDM se sabe algo más que de la UDS, lo suficiente como para sacar los colores a aquellos que hablan de la “modélica Transición”, si es que son capaces de sonrojarse. La mayoría de los procesados en 1976 no pudo, de hecho, volver a su puesto en el ejército por mucho que, a trancas y barrancas, y ya en el siglo XXI, se reconociese la labor de la UDM y se condecorase a 14 de sus miembros. Ya se sabe que en España es más corriente condecorar, proteger o emplear de tapadillo a torturadores de la Brigada Político-Social y de la Guardia Civil. Es, quizá, lo que tiene pasar de la defensa de la ruptura democrática (de esta sí hubo en Portugal) a la asunción de una reforma dirigida por cuadros franquistas bajo ruido de sables y supervisada, digamos, por Occidente.


En cualquier caso, es probable que más de un luso iluso y lo que quede de más de un iluso adolescente caigan en la cuenta de que, a un lado y otro de la frontera, se les fue robando un mes de abril tras otro para dejarles, a cambio, el espectro o la realidad de un capitalismo, llámenlo si quieren sociedad democrática de mercado, enjabonado o engrasado en su momento por eso que llaman socialdemocracia, en el que no es el pueblo quien más ordena.


4 comentarios:

  1. Por mucho que se haya querido dar el protagonismo a ambos países en su evolución política, lo cierto es que ambos cambiaron de régimen cuando al Imperio del Caos (http://goo.gl/1VCxw9) le convino. Por lo menos Portugal lo hizo al ritmo de una bonita canción.

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    1. Así es. Pero eso lo entiende uno más tarde, no a los trece años, sin necesidad de que Assange nos hiciera ver que la CIA velaba. Basta comprobar, como sugiero, que a un lado hubo un Soares y, al otro, un González y ver, finalmente, dónde hemos acabado tras unos años estupefacientes.

      Hablando de canciones, aquí se asoció la Santa Transacción con "Libertad sin ira". ¿Por qué "sin ira"?, me he preguntado siempre. Luego se usó torticeramente por la muerte de Miguel Ángel Blanco.

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  2. La sintonía de "El silencio de los corderos" hubiera venido mejor, entonces y ahora por mucho indignado que haya.

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    1. ¿Howard Shore? Un clásico ya de la música para cine.

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