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17 de enero de 2014

La chispa

Juan se fue porque tenía que acostar a los críos. Julia estaba agotada de reponer en el súper. Manuel no podía perderse el sempiterno y proverbial partido. Ni Elena ni Ramón habían salido de la peluquería. A otros, en fin, les pareció que estaban mejor en casa, pues el tiempo era desapacible.

No todos se marcharon. Algunos, incluso, increparon a muchos que, tras encogerse de hombros, volvieron la espalda. Los que quedaron rodeaban, ávidos y expectantes, la chispa que titilaba, enigmática y menesterosa, en el suelo. 

Hacía, ya se ha dicho, frío, mucho frío para un incendio.

4 comentarios:

  1. Real e inquietante; de esa forma ha calado tu escrito en mi cerebro. Real, porque estamos hartos de verlo. E inquietante por la amenaza de ese rescoldo que no puede apagarse: la chispa puede estallar en cualquier momento.

    No sé si he sabido captarlo, pero lo cierto, es que he sentido un ligero respingo al leerlo.

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    1. El relato nace de lo que se ha venido diciendo sobre El Gamonal. El caso es que la chispa sigue ahí, "enigmática y menesterosa", y sigue haciendo frío bajo un aluvión de bitios y mensajes que no conducen a casi nada.

      Gracias, Teresa.

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  2. Bueno, la chispa cualquier día podría convertirse en una explosión descontrolada.
    ¿Sabes? No me extrañaría que cualquier día surgiese una especie de GRAPO o algo parecido para dar la réplica a la impunidad con que se mueven ciertos personajes. Ese es uno de los peores males de esta sociedad: los malos no temen recibir su merecido.

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    1. Pudiera ser.

      En cuanto a algo como los GRAPO, creo que, en las actuales circunstancias, sería barrido en menos tiempo.

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