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24 de julio de 2013

Ecce homo


En El régimen del pienso, el último montaje de La Zaranda, Martín, el cesante, es paseado en procesión o mostrado en retablo bajo la figura de un ecce homo cuyo rostro recuerda el de El grito de Munch. Martín ha trabajado durante toda su vida en las oficinas de una empresa que se dedica a la crianza de cerdos. La empresa tiene, como se dice ahora, que optimizar recursos ante la inexplicable mortandad que se está dando en sus pocilgas. Nada es la causa. En cualquier caso, los cambios que se producen en la empresa, convertida en un kafkiano laberinto de oficinas lleno de archivos inútiles por el que transita vanamente Martín, quien nunca se opuso a la política de las pocilgas, son decisión inescrutable e indiscutible de “los de arriba”. La política de la nada.

A no ser que la nada consista, como cree descubrir Martín antes de morir, antes de que lo desconecten de la máquina que lo mantiene artificialmente con vida, en vivir como un cerdo del siglo XXI, gruñendo y hozando en la pocilga o en la oficina, aliviado el dolor y mitigada la enfermedad por los avances de la ciencia, con más o menos pienso, ignorante de la diferencia entre lo superfluo y lo necesario.

Este es, quizá, el hombre que Poncio Pilato presenta hoy ante la muchedumbre de sus iguales, culpable o enfermo de todo y de nada: un hombre cerdo o un cerdo hombre destinado a ser un engranaje más, una pieza intercambiable en la pocilga o la oficina de la vida, con menos o más pienso, en medio de números inútiles salvo para quien los entiende.


2 comentarios:

  1. Un ser semoviente, como digo yo. Por cierto, quería ir a ver la obra y se me pasó. :(

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    1. Cierto, Francisco.

      Me gustó más Los que ríen los últimos. Pero hay que reconocer que La Zaranda son mucho teatro.

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