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8 de febrero de 2013

¿Todo alrededor es sangre y fango?


En el informe que acababa de firmar, se leía que Isabel A. R., alias “la Coja”, era la cabeza visible de un  grupúsculo de extrema izquierda infiltrado en el 15-M que pretendía resucitar o reorganizar el FRAP. Aunque desde 1975, año en que fue detenida por participar en protestas contra los fusilamientos de septiembre, no se le conocían antecedentes de ningún tipo, las circunstancias que rodeaban con un halo de misterio la figura de la Coja contribuían a hacer verosímil el montaje. La Coja no tenía domicilio fijo, ni actividad o trabajo, ni rentas. Tampoco tenía familiares que pudiesen reclamar o incordiar, ya que la madre murió un año después de que la Coja se doctorara en Románicas. El rastro de conexiones o relaciones con el mundillo académico o el laboral se perdía, desaparecía en realidad, unos tres años más tarde. Además, podía disponer de la interesada colaboración, pues le costaría dinero, favores y noches de farra, de Marcos para llenar de mierda revolucionaria, pero muy bien elegida, el portátil de Isabel “la Coja”, de manera que los de Asuntos Internos se sintieran satisfechos o, por lo menos, no recelasen.

La vio en una asamblea y le llamó la atención no solo su atractivo, pese a la ropa de saldo, el pelo canoso y descuidado y las arrugas propias de una mujer que estaba cerca de cumplir sesenta años, sino también su voz, que se alzaba clara, potente y juvenil sobre los murmullos y se llenaba de frases de esas que llaman lapidarias cargadas de agrio y directo anticapitalismo. La volvió a ver y oír en aquel desahucio chapucero de Argumosa charlando en francés con los senegaleses, hasta que la carga la obligó a alejarse y descubrió su cojera. Las coincidencias les llevaron a él y a Tito a pedir permiso al jefe para seguirla y husmear. En el caso de Tito, su rijosidad pudo sobre su repulsión a improvisar y a dejarse llevar por corazonadas o leves indicios. Así que, tras soportar una disertación sobre ciertas virtudes de las cojas para el ayuntamiento, pudieron dar enseguida con la pista de Isabel.

A esto se sumaron otras coincidencias de parecida índole que fueron suficientes para que les eximieran de intervenir en manifestaciones durante el tiempo que durase una investigación que arrojó un saldo de dos cadáveres: el de Isabel “la Coja” y el del niño ciego de un conocido carterista, antiguo militante de la CNT, que penaba en prisión por reincidencia. También, creía, este cabo estaba atado, pues conocía las debilidades del sujeto. Contaba, por supuesto, con que su magnífico expediente ayudase a cerrar toda vía a la sospecha. Lo que no esperaba era que la lógica preocupación pudiera hacer de Tito un individuo tan nervioso y tan desconfiado. Pero lo comprendía. Y tanto.

Se le hacía difícil explicarse qué pasó. No tenía claro si fue él quien empujó la puerta entreabierta después de los avisos de rigor. Desde fuera ya distinguió los primeros versos de “La mamma morta” a todo volumen. El aria de Giordano se había convertido en una de sus piezas fetiche desde que lo sobrecogió al escucharla, por primera vez, en una película de Tom Hanks. Entró como sonámbulo. Recordaba que Tito lo empujaba suavemente. E intorno il nulla! No sabía quién disparó primero después de oír los gritos y ver cómo Isabel se arrojaba con violencia hacia un lado buscando algo. El informe decía que pretendía alcanzar la pistola que, convenientemente, depositaron en su bolso. Es probable que la Coja, que estaba absorta, como el niño, en la escucha, con la mirada perdida en el cristal de la galería, quisiese tomar por pudor la prótesis que estaba a su izquierda, apoyada contra el brazo del sofá como un signo de admiración que lo acusaba en sus noches de insomnio. Corpo di moribonda è il corpo mio.

2 comentarios:

  1. Y como este muchos otros casos de manipulación. ¿En qué te has basado? ¿Existió la Coja?
    No sé si es cierto o es una licencia literaria, peor no andas desencaminado. A día de hoy es habitual que los txakurras (lo siento por el término, pero se lo han ganado a pulso) manipulen las pruebas para inculpar a la gente. Y no es solo fruto del gobierno fascista que tenemos ahora. Les viene de antes. Se lo que digo.

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    1. Es ficción.

      Había pensado en algo distinto para el párrafo final, pero se alargaba innecesariamente la historia.

      Sé lo que dices, aunque no pueda saber en qué casos piensas. Ahí está, fue hace nada, el de Alfon.

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