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3 de enero de 2013

Viejo trovador


El último invierno, Edgardo esperaba a la puerta de la taberna. Por los batientes le llegaban las notas de un láud, que le herían como filos de daga. Replegado en sí mismo, aterido y envuelto en ropones deshilachados, rebuscaba en su memoria la línea de la melodía. Le resultaba familiar, pero no encontraba la razón. Así, un día tras otro. Una negra noche tras otra noche oscura y fría.

Ausente de lo que sucedía en la rúa, recibía de vez en cuando algunas monedas de cobre y muchas miradas de desprecio. Y oía y oía la música. Y escarbaba y escarbaba entre los añicos de sus recuerdos a la espera de unas palabras que explicasen por qué le dolían tanto las que, a ratos, salían de la taberna para perderse, sofocadas, en la cellisca:

Por una jarra de sidra,
Señores, de la princesa
Adamada de las rosas
Los layes os ofreciera.


Dead Rose por George Hodan


El último día del invierno, el juglar Reinaldo salía ufano y un tanto achispado de la taberna. Lo acompañaban su fiel pupilo Ginés y el conde de Montblanc.

-Voto a Dios, Reinaldo, que has logrado conmoverme con el triste fin de la princesa.
-Honor que me hacéis, señor Conde.
-¡Qué bien rimado y qué bien cantado! Eres extraordinario poeta.
-Quizá, señor, el mérito de la música sea un poco mío. Mas los versos debo a mi maestro Edgardo.
-¿Edgardo, dices? ¿Qué ha sido de él?
-No lo sé, señor. Marchó hace muchos años hacia Thule en busca de una rosa. De él aprendí lo que sé. Dios lo guarde de mal.

Reinaldo, Ginés y el Conde callaron un momento, bajaron tristes la cabeza y se dirigieron al castillo. El bulto inmóvil de Edgardo yacía a un costado de la taberna. El viento, en un gemido, arrastraba por la tierra endurecida de la rúa una rosa seca.



7 comentarios:

  1. Dicen que este año sí será el del rescate.

    Pues ahí andamos: rescatando historias.

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  2. Las palabras tienen un ritmo tan ¿delicado?. No estoy segura de que sea la palabra exacta. Lo cierto es que el texto me ha conmovido bastante.

    En esta ocasión, la música pone el broche de oro al relato.

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  3. Tan lamentable es nuestra situación, casi como la de Edgardo, que ya no nos asusta el rescate. es como la muerte para el desahuciado.

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    1. Ya. Unos se caen del guindo(s) y no se enteran: A los demás, los han echado, se enteren o no se enteren. No hablo de los que a él se aferran.

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  4. Del viejo Edgardo queda el recuerdo de su arte en boca de otros, qué quedará de los que no tienen quién les recuerde?

    Feliz Año Juan Carlos.

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    1. Lo decía Góngora: tierra, humo, polvo, sombra, nada.

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