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11 de junio de 2012

El último chino

      El aluminio del último chino brillaba débilmente en la mesilla. Temió que, después de tres años limpio, resultara demasiado fuerte como para hacerle desistir. Sin embargo, aunque permaneció durante unas horas en una muelle duermevela, despertar avivó su decisión.
      Mientras recogía los restos de su último capricho, repasó mentalmente el naufragio en que había consistido su vida. Concluyó que, con sus antecedentes, sería un error buscar otra vez una tabla, un asidero al que aferrarse. Era un mierda, un pringao sin amor, oficio ni beneficio y sin remedio.
      Limpió a conciencia la mesilla para dejar bien a la vista el sobre con los trescientos euros que quedaban del subsidio, el aviso de desahucio y la medalla de plata con el símbolo de la paz que tanto gustaba a Julia. Fina, su suegra, sabría qué hacer con todo.
      Volvió a estudiar el recorrido que lo conduciría a ese rincón tan apartado del pantano de San Juan. Se felicitó porque la memoria le funcionara esta vez.
      Estaba poniendo los candados a la cadena para sujetarla a las pesas, cuando oyó la voz de Julia a sus espaldas:
      -Papá: ¿qué haces?
      -Nada, Julia, preparando unas cosas.
      -¿Qué? ¿Para qué?
      -Tengo que saldar una vieja deuda.
      Aunque miró a Julia de soslayo, supo que su hija había visto la muerte en sus ojos.
      -¡No, papá!
      Arrojó de cualquier manera la cadena y las pesas al bolso, lo cerró y salió corriendo hacia el pasillo. Julia cayó rodando por el suelo del empellón. Cerró la puerta con llave. Lo que llegaba a sus oídos al bajar a saltos la escalera le decía que en algo se había equivocado: alguien estaba llorando por él.

8 comentarios:

  1. Excelente relato.
    Qué fuerte!
    Me conmociona...

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    1. Muchas gracias, Laura. Me conmueve que te conmueva este relato, quizá el más desnudo, por no decir realista, de los que he publicado en esta página.

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    2. Precisamente por el realismo es que no solo me conmueve, sino que hasta me conmociona.
      Y obviamente por tu excelencia literaria, Juan Carlos.

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  2. Dramático relato. Ignoramos la razones del futuro interfecto pero si son económicos por la crisis yo le recomendaría que antes se llevara por delante a alguien. Debe ser casi un placer de dioses decidir a quién.

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    1. No quería hacer un panfleto, aunque los condicionantes, no sé si las razones, se indican en el tercer párrafo.

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  3. El final del relato se queda con una reflexión en el aire, igual que al protagonista. No estamos solos, aunque el dolor y la desesperación lleguen a hacernos pensar lo contrario. A veces un simple gesto conmueve hasta tal punto, que agita los cimientos internos.

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    1. Dos cosas. La primera es que, de igual manera que no quería hacer un panfleto, tampoco quería un final absolutamente cerrado. La segunda: hay una diferencia entre "estar" y "sentirse" solo. En este caso, puede ocurrir que, ante una posible conmoción, no se revierta apenas la sensación, sino que se ahonde.

      Hay una tercera cosa: gracias.

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