me llega tu memoria:
la navaja con que, de niño,
más de dos veces me corté,
la chistera desvencijada
que cuelga de un clavo herrumbroso
del sobrado, una grieta
añosa en una viga centenaria.
Y las palabras, padre,
que no te dije en vida.
Anton Webern: "Langsamer Satz"
Nota. La pieza de Webern está interpretada por el Amedeo Modigliani Quartet y publicada por el Isabella Stewart Gardner Museum con una licencia CC BY-NC-ND 2.0.
Un homenaje muy emotivo y muy bello. Gracias por compartirlo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Rampy, por tu atención. Bienvenido a esta casa.
ResponderEliminarEmotivo recuerdo. Se me antojan que las palabras que se quedan de labios para dentro martillean con dolor intermitente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Efectivamente, Markos. No digo que abrasan a veces, pero casi. En este momento me vienen a la cabeza las últimas que le dije en el lecho de muerte (murió de cáncer): le pregunté si quería que lo afeitase. Asintió entrecerrando los párpados. Murió a los pocos minutos de haberlo rasurado.
ResponderEliminarPor cierto, majo, ¿cómo te van las cosas?
Triste y tierno poema en el que el recuerdo se hace protagonista.Nunca se dicen las palabras que quisieramos decir y ,quizás,ahí reside el amor y la ternura que siempre nos acompañará.
ResponderEliminar... Ven que te de un abrazo, que palabras no tengo.
ResponderEliminarBello homenaje a tu padre, siempre hay algo que queremos decir y no decimos...
ResponderEliminarPerdona pero no me parece acertado lo de que Fukushima está muy lejos y ojos que no ven... creo que todos sufrimos por tan horrible tragedia y dicho esto te felicito por tan bello post, gracias por compartirlo.
Besos de lindo fin de semana,
En este caso, Felipe, el recuerdo viene asociado a objetos. Recuperar las palabras, o pronunciarlas, se hace más difícil.
ResponderEliminarGracias, Kir, por el abrazo virtual.
Gracias, Ross. En cuanto a lo que se lee en The Ghost Post es algo que atribuyo imaginariamente, con bastante sarcasmo o mala leche, a la ministra Elena Salgado. Lo que uno imagina no necesariamente lo comparte. Puedo, con mucho esfuerzo, meterme en la piel de un genocida y hacer, mediante el uso de la imaginación, que se exprese, pero eso no significa que piense como él.
Se percibe tu duelo a flor de piel en esta entrada.
ResponderEliminarTambién en los comentarios.
A uno siempre, por más dedicación que preste a sus seres queridos, le queda esa especie de duda. A veces, no se puede hacer más. Otras llegamos tarde o no llegamos.
Viví algo parecido con mi madre y siempre me ha quedado la duda de que me falto algo por hacer, algo por decir...
Solemos llegar tarde cuando queremos decir las cosas importantes a nuestros padres. Quizá porque no nos damos cuenta de que son importantes hasta que no han desaparecido de nuestras vidas.
ResponderEliminarBueno, Froilán, Francisco: parece que contemplamos este tipo de asuntos de forma semejante.
ResponderEliminarEl duelo aflora de vez en cuando. Tal vez por eso me dio por rescatar y corregir este poema que fue escrito en 1998.