Ah, si vinieras apuntando
Con tu mirada al corazón,
Deshecha de batallas,
Para alumbrar en esta bruma.
Si pusieras el bálsamo
De tus dedos en este lar
De escombros calcinados,
Sin que al arder se quemasen.
Te diría lo que ya sabes
Y tantas veces callo.
Tendería mis dedos
Para que hablasen en silencio.
Un poema en el que el amor transciende la soledad y la esperanza.
ResponderEliminarAsí lo veo yo
Saludos
Segunda parte? Me la copio y me la quedo. Me encanta.
ResponderEliminarBesos.
A mi me ha parecido desoladoramente enternecedor.
ResponderEliminar¡Poeta!
ResponderEliminarNo está, me parece, mal visto, Felipe.
ResponderEliminarGracias, Markos, Anna y Juanjo.
Y se lo contaran todo a tu piel de papel hecha
ResponderEliminarPrecioso texto, Juan Carlos
Gracias, Adolfo. Me apetecía rescatar algunas cosas de hace unos años. Fíjate qué casualidad: dudaba entre este poema y otro, que quizá publique aquí algún día, en que se juega con la imagen de la escritura en la piel. Imagen que no te es ajena, por cierto. Me decidí por "Ya sabes" porque me gusta más.
ResponderEliminarEsto todavía me relaja más. Juan Carlos, te animo a ir rescatando esas historias. Yo creo que a medida que pasan los años, uno va perdiendo la vergüenza a exponer aquellos gritos que lanzaba, aunque fueran silenciosos y en forma de poema.
ResponderEliminarHombre, Froilán, hay cosas que me dan vergüenza. Escribir no es una de ellas, aunque a veces me pregunte para qué.
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