Entre penas y hienas,
Entre lianas de mansedumbre,
Peanas de ignorancia,
Transcurre el día.
Un dedo se levanta,
Un dardo acusa,
Sin dar apenas en la diana.
Quiere rascar la lima,
Quiere cardar la lana,
Quiere aullar a la luna;
Mas, inane, se suma
A la mano que aprieta
Asperezas de sueños,
A la mano que abarca
El blando hueco de la nada.
Cinco dedos o cinco dardos,
Un día más, jugando suertes,
Lamentando el acaso de la vida,
Rechazando el acoso de la muerte.
La mano de la esperanza frente a la mano que aprieta el gatillo.
ResponderEliminarEs un día como cualquier otro en la esperanza y en la muerte
Porque tendrá más fuerza una mano prieta, acechante... que una abierta, desnuda... lo diferente que son las cosas con un simple gesto.
ResponderEliminarBesos papi.
Algo así, Felipe. Aunque yo me imagino ese dedo que apunta no tanto apretando el gatillo como señalando la injusticia o el dolor.
ResponderEliminarQuizá la diferencia, Anna, está en la pretensión de asir, que supone cierta violencia o empuje de la voluntad, frente a la disposición a dar o recibir. Mas no siempre que se cierra la mano golpea; ni siempre que se abre lo hace en son de paz.