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26 de septiembre de 2010

El enemigo

-¡Fuego! -ordenó el capitán.

Le habían dicho que el enemigo, como el diablo, tomaba miles de formas para engañar al hombre justo. Él era un hombre justo.

Se encogió de hombros, apuntó al espejo con decisión, apretó el gatillo y cayó muerto.


7 comentarios:

  1. Soberbio. Simplemente soberbio.

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  2. No descarto que cualquier día lleguemos a eso aalgo parecido. sería un buen sistema para acabar con el paro... y los parados

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  3. y para colmo le cayeron 7 años de mala suerte.

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  4. El texto breve invita a múltiples reflexiones. Creo que esa muerte de uno mismo la estamos viendo ya patente en muchos rostros que encuentran cerradas todas las puertas ante un devastador incendio.

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  5. Un hombre justo no teme a la derrota. A las balas quizás, pero no a la derrota.

    Carpe Diem

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  6. Gracias, Dezaragoza.

    Paco: en cierto modo, algo así hacemos, no de manera tan drástica. Con respecto a los parados, ¡ay!, ya está sucediendo: los suicidios de Telecom. En España, la gente, por necesidad o por morro, se echa al monte de la chapuza y el dinero negro.

    ¡Kir!: hija, será en la eternidad, si existe.

    Froilán: claro que sí. En cierto modo, me parece que los tiros del cuento, nunca mejor dicho, van por ahí.

    Adolfo: estoy de acuerdo, aunque la derrota también duele. En el caso de nuestro soldado, no tiene tiempo de plantearse si lo sucedido es una derrota o una victoria.

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