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9 de diciembre de 2009

Un dolor chiquito

Puedes dar un puñetazo en la mesa, que es apenas sensitiva. Mejor, en la parte que acolchan papeles como máscaras. Una saeta de polvo y tinta refulge un instante antes de caer, adormecida, tristemente exangüe, casi una víctima fallida de celulosa, sobre la alfombra, que es ya de todo menos persa.

Mientras, aligeras venteando en la oquedad de la sala ese residuo vacacional que te sonríe aterido y te convoca a celebrar, con más miel que acíbar, el triunfo y la ruina de una libertad pequeñita acechada por la mesturera rutina. El susurro, como de hojarasca, el tarareo, que no llega a tonada ni oración siquiera, aterriza sobre el papel saeta, el papel víctima.

En el papel podría estar escrita la historia de una paz premiada que revienta de armas, la mala conciencia de dejar, o no dejar, esa es la cuestión, morir de hambre a quien representa, o no representa, esa es otra cuestión, a una tierra y unas gentes preteridas. La mala conciencia de ignorar cómo se cierra y quema un nudo sobre una nuca.

Podrías raspar las letras para corregir el palimpsesto, que parece una llaga, pues has de recordar que bajó al infierno de la alfombra convertido en flecha o cucurucho sin divulgar ni ocultar su condición de viejo poema inacabado o de apunte inútil, pero vital; raspar, decía, y escribir que hay quien muere de inanición o de olvido, cómo eran los nombres de esos hombres, mientras calientas la cena.

Vuelve, vuelve a raer o roer y anota, mientras desaparece el rastro cursivo de un cuerpo que vuela por un acantilado, para convencerte de que, en realidad, no lo sabías o lo habías soñado. O, mejor, que no te cabe culpa en la zaranda, o zarabanda, de premios rutilantes de trilita, ni en los fosfatos despojos de todo un pueblo. Que mañana tienes que madrugar pese a todos los golpes propinados en los rincones o secciones, nombrables e innombrables, de esta mesa apenas sensitiva que se queja.

El dolor, un dolor chiquito de zurrador de badana o de alfombras casi persas, te conmueve. Así que, poco a poco, no sea que se despellejen, frotas tus manos con suavidad egoísta y cansina. Miras con encono la mesa quejosa y, con aplomo, el papel que espera ser retorcido después de alzado de la pelusa y convertido, de nuevo, en airoso, o menesteroso, qué mas da, proyectil. Esta vez no brillará tanto, pero, quizá, su caída, con un poco de suerte y maña, obtenga una cálida respuesta en el eco de la papelera.

7 comentarios:

  1. Eres uno de los pocos bloggers que sigo con el cual me tocan buscar palabras en el diccionario, pero esto es bueno, así aprendo vocabulario.

    Por cierto, me encantó la voz. Muy profunda.

    Saludos.

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  2. Juanjo, ¿lo dices por badana, palimpsesto o por zarabanda? Yo tengo esa sensación también Juan Carlos, no es muy reciente. Generalmente mis preocupaciones se centraban en lo doméstico y lo no humano (Gatos abandonados, pájaros de medio barrio que llegan a mis manos cada 10 días, clima, Delta del Llobregat, calderones o perreras). Últimamente mientras hago la cena o me siento en mi soledad autoprovocada me planteo cosas como quien muere de inanición, quienes mueren de olvido o quienes tal vez no lo cuenten en breve... Un cambio a peor, más dolor y más rabia. La gente decente no podemos ser felices por mucho tiempo.

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  3. Si pudieran hablar las mesas y los papeles... si pudieran hablar los silencios, las miradas caídas, los labios mordidos, los puños cerrados, los portazos, los dientes apretados, las telas estiradas, los suelos pateados...

    ¿Que dirían de causarles dolor por nuestro dolor chiquito?

    Carpe Diem

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  4. Y escribes en ese pensamiento. Tienes la sensación de que no servirá para nada, por más voz que necesiten aquellos que se suben al cadalso cada noche; que piensan en su culpa, que no encuentra disculpa, porque les quema una pasión que nadie entiende, que ellos mismos no entienden; ni nosotros, por más voz que pongamos o más intentos que forjemos... A veces cuando los demás caen en ese pecado del que a nosotros nos acusan, es cuando entienden de verdad la soledad en la que habitamos los humanos. Y a veces, muchas veces, ya es muy tarde para empezar de nuevo.

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  5. Algo deprimido te noto, vecino, aunque atisbo que aún albergas esperanza, aunque solo sea porque confías en el piloto automático de la lucha.
    Es imposible mantener el nivel. No somos héroes. Y no lo somos porque la vida no nos va en ello. Solo la dignidad de ser seres humanos, lo cual es un valor muy relativo, quizá demasiado, además de devaluado.

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  6. Juanjo: no sé si me me fue la mano. Sin embargo, me parece que en este escrito era necesaria esa hojarasca verbal. La escritura a veces oculta a vida, porque la hermosea, la afea o la malea. Vaya: otra vez...

    ¿Qué es eso de ser decente, Santi? Los que se llaman así se preocupan poco de ciertas cosas. A lo más, arrojan su óbolo a un bote un día dado y lucen el lacito o la pegatina correspondiente.

    Cualquiera sabe qué dirían, Adolfo. Podemos imaginarlo, pero si les prestamos nuestra voz, cabe la duda de que los sonidos sean más nuestros que de las cosas.

    Froilán: escribo. Si hablas de pensamiento, en él, más que la esperanza, entra el convencimiento. Hago lo que tengo que hacer cuando puedo hacerlo, aunque no sirva de nada. No es por tranquilizar la conciencia, pues esta sólo se apacigua o, más bien, se adormece cuando intenta no hacer caso. Yo no hablaría de pecados, pues no creo en ellos. En el escrito en que recuerdo una canción de Patti Smith no hubiera estado nada mal haber recogido una cita de esta señora: "Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos".

    Algo, Francisco, algo. Me deprime, sobre todo, lo que veo alrededor. Con respecto a esperanza y dignidad, creo que digo ya bastante en las palabras que dedico a Froilán. No more heroes. I am only a man.

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