Aquí fue un hombre.
Un hombre, nada menos,
Que vivió sin remedio y con sentido
Lo bastante para morir despacio.
(Victoriano Crémer)
No sé yo si Rodríguez Zapatero escribirá poemas de amor como dicen que hace Aznar. No sé si a Rodríguez Zapatero le ha marcado la generación del 27 tanto como a su antecesor, pero mucha razón tiene, a lo mejor sin pretenderlo, cuando asegura que Victoriano Crémer habló “desde el desierto donde suele desterrarse a los poetas”.
Me pregunto si Rodríguez Zapatero ha leído a Platón, que propuso expulsar a los poetas de la república, digamos que por mentirosos. Aunque, para hacer honor a la verdad, es cierto que la república se acuerda, de vez en cuando, de los poetas para galardonarlos y, sobre todo, en el momento de su muerte, tal vez para mantenerlos en el limbo de los justos.
Victoriano Crémer ha tenido la suerte o la desgracia de haber muerto en sus cabales y de no haber sufrido la visita de algún supuesto letraherido de relumbrón que pusiera en su boca palabras de las que otros testigos no hayan dado cuenta. Uno recuerda todavía la visita de Aznar a Rafael Alberti. Según contó el primero, hablaron mucho de poesía y al vate gaditano, que renunció al acta de diputado que obtuvo en las elecciones de 1977 y, más tarde, al Príncipe de Asturias de las Letras, no se le ocurrió otra cosa, según parece, que recordar unos versos que dedicó a Garcilaso de la Vega.
Rodríguez Zapatero ha hecho muy bien, o no, en recordar el carácter disidente de Crémer y, quizá, en convertirlo en “un compañero insustituible”, aunque no comparta “nuestra aventura vital”. Quizá es lo menos que se puede decir de este viejo anarquista que se atrevió a dedicar un poema a Buenaventura Durruti en año tan difícil como 1947. En “Fábula de B.D.”, recogida en el poemario Caminos de mi sangre, leemos:
Porque sucede que la Verdad es una vieja coima, aletargada
Como un oscuro sapo, al sol. Que la Justicia es una dueña zurcidora.
Y la Hermosura, un inefable don, lejos del hombre;
Como una estrella, acaso, asomándose a un pozo profundísimo.
Rodríguez Zapatero alude a “la inevitable memoria” desde la que alecciona Crémer. Sin embargo, me parece, aun teniendo en cuenta los necesarios límites que se imponen a quien redacta un telegrama de condolencia que se hace público, pasar muy de puntillas por sobre esa memoria. Pero ya lo dejó escrito con amarga ironía Victoriano Crémer en un poema de El amor y la sangre (1966):
POESÍA
"Que se mueran los muertos
de una vez para siempre..."
Compusieron el gesto,
arreglaron las dulces cabelleras,
sacudieron el polvo ingrato de las sendas,
y, relucientes, penetraron
en la casa revuelta.
Amontonados, yacían
hombres, sangres, palabras,
miserables partículas de música,
amarillas cartulinas feroces,
maderas pulidas por el sueño.
Reclinados
contra la sombra, refulgían
humildes armas de trabajo,
de vacilantes aureolas;
grumos de muerte y duelo
y mantos y banderas oscuras de silencio.
Y dijeron:
- ¡Basta!
¡Hay que cambiarlo todo!
Abrieron grandes fosos
y en ellos arrojaron
-ardiente escoria que traspasa
los límites del odio-,
sangres, mantos, banderas
aún húmedas de pólvora;
recuerdos con los ojos arrasados
de vibrantes grafías,
viejos marcos
vacíos de su cálida entraña, y el silencio,
el silencio anudado
a la garganta indómita del grito...
Y añadieron:
-¡Ya está...! Ahora a olvidarlo.
Porque hay que enterrar posmuertos
de una vez para siempre.
Y vivieron felices y tranquilos
en la casa vacía.
Victoriano Crémer, el último jinete, fue la última voz viva de la llamada “promoción de posguerra”. Los medios de comunicación de masas recogen lo que se puede leer en muchos libros de texto: representó, junto a sus compañeros de la revista Espadaña y otros, lo que Dámaso Alonso dio en llamar “poesía desarraigada”, que se opuso a la “poesía arraigada” de los promotores de Garcilaso. Quizá entendió, como escribiera Celaya, que la poesía era un arma cargada de futuro en un tiempo en que “España era una triste provincia donde los españoles no podían tomar decisiones”.
Pocos son, pardiez, los lectores asiduos de poesía. Y yo me pregunto a veces si España ha dejado de ser la triste provincia donde los españoles no podían tomar decisiones. Quizá tomar decisiones consista en votar cada cuatro años y decir lo que a uno le pide el cuerpo. Confieso que no es poco. Sin embargo, no acabo de hacerme a la idea de que sea mucho.
Enlaces de interés:
- Sobre el óbito: El País. El Mundo.
- Algunos poemas de Victoriano Crémer.
- Ensayos interesantes sobre Crémer en la Red: "Nuevos cantos de vida y esperanza para un tiempo de soledad". "Victoriano Crémer en sí mismo: el tema de la muerte".
¡Hola Luis Cypher!
ResponderEliminarLo prometido es deuda, y te prometo que mañana traduzco del catalán al castellano e intentando no hacer ningún destrozo las "Fiestas bucólicas" de Vicente Andrés Estellés, que también hablan de muerte y son de la misma época. Espero que Estellés no se revuelva en su tumba por la traducción y que la SGAE no se me coma.
Pero estoy seguro que te gustará. Una pena que no puedas entenderlo en catalán.
De Victoriano Crémer no conocía nada, pero su obra parece muy buena (siempre desde mi escasa experiencia).
Un saludo.
Yo tampoco conocía nada de Crémer, gracias por darlo a conocer.
ResponderEliminarNo, España no ha dejado de ser la triste provincia donde los españoles no pueden tomar decisiones. Eso es un hecho.
ResponderEliminarPor lo demás decirte que en mi abundante ignorancia e incultura me has descubierto un autor nuevo. Yo también soy de los que no leen poesía a menudo. Prefiero las matemáticas que me divierten más, cosas de gustos y colores.
Un saludo y nos seguimos leyendo señor.
Juanjo: quizá pudiera leer a Estellés en catalán, sin llegar, por supuesto, a comprenderlo al ciento por ciento. Además, en esto nada pinta la SGAE, sobre todo si la traducción es tuya.
ResponderEliminarA Victoriano Crémer lo conocen, aparte de los lectores del Diario de León y los intelectuales y escritores leoneses, sólo poetas que leen habitualmente poesía. A Crémer le ha sucedido lo que a otros interesantes y buenos poetas: las capillas y las modas encumbran a unos pocos, muchas veces sin fundamentarse en un estudio riguroso de la obra. Tuvo la mala suerte de escribir más o menos en el mismo tiempo que Blas de Otero, Gabriel Celaya o José Hierro, a quienes pronto se consideró, simplificando, abanderados de una poesía de tipo testimonial de la que Crémer, quizá, no supo, no pudo o no quiso salir. Ahora bien, si vamos a leer poema a poema, los tiene valiosísimos. Esto para mí lo salva y me hace descreer con frecuencia de valores exorbitados por intereses extraliterarios y de las pamemas que se montan cuando uno de estos buenos poetas no conocidos muere. Si tan sólo sirvieran los nefastos para acercar su poesía al lector de a pie, todavía lo daría por bueno. Pero dudo que vaya a ser así.
Juan: gracias a ti si pones los ojos en alguno de sus poemas.
Dezaragoza: sobre preferencias no se puede discutir. No leer poesía no es pecado. Otra cosa sería no leer: no concibo mi vida sin lectura. Leer poesía requiere de una disposición especial, no tanto de conocimientos o cultura, semejante, diría yo, a la de escuchar música. Con una diferencia al menos: a la música no le solemos pedir que tenga un sentido, digamos, verbalizable; mientras que en la poesía solemos encontrarnos con palabras y tendemos a interpretar estas como si se tratase de un enunciado cualquiera. Esto puede producir, y produce, rechazo en el lector, quien muchas veces se encuentra, por esa obsesiva búsqueda de sentido, ante un texto más cerrado de lo que es.
En tal caso mañana tendrás en mi casa la traducción (espero que medianamente digna) de Estellés.
ResponderEliminarEs una pena que buenas obras caigan en el olvido y más en el caso de Victoriano Crémer, al cual segun dices no se le llegó nunca a dar la fama que merecía.
Buenas noches.
Muchas gracias, Juanjo. Sobre traducciones de poesía, que son inevitables y dan de comer a más de una editorial, decía José Hierro que era como sentar a una pareja de novios en un cine separados por una butaca ocupada por un desconocido. De pronto, el novio quiere mostrar su cariño a la navia y no se le ocurre otra cosa, para no molestar al resto de espectadores, que decirle al desconocido: "Oiga: haga el favor de decirle a mi novia que la quiero". El espectador transmite el mensaje a la chica y esta dice a su vez: "Pues dígale a mi novio que yo también lo quiero".
ResponderEliminarPues por una vez haré de "desconocido", aquí está el novio: http://juanjoyraquel.blogspot.com/2009/06/festes-bucoliques.html y aqui está la novia: http://juanjoyraquel.blogspot.com/2009/06/fiestas-bucolicas.html
ResponderEliminarEspero que te guste.
Cuando tenga dispuestos el cuerpo y la mente lo leeré con tranquilidad y ya te diré.
ResponderEliminarYo también desconocía la obra de Victoriano Crémer. Ahora un poco menos, y en cuanto tenga disposición a leer poesía, prometo que lo haré.
ResponderEliminarSalu2
Ya sabes que Juan Rodríguez Lozano, abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero y mentor de Crémer, defendió al poeta ante el tribunal militar y logró que el expediente fuera declarado nulo.
ResponderEliminarYo he mencionado a Crémer en varias ocasiones, por la cercanía y porque colaboraba alguna vez en el mismo diario. Crémer también decía que "Internet es una máquina infernal".
Bueno, no he explicado, por si alguno quería saber más, que la intervención del abeulo de Zapatero, vino a raiz de la publicación de "Romance obrero" en el diario "La Tierra", que se publicaba en Madrid.El tema trataba sobre la revuelta de "Casas viejas" y había recibido un premio literario de 300 pts, con la apertura de un expediente.
ResponderEliminarReconozco que no soy de leer poesía. pero admiro a quien la escribe, la lee y la interpreta, que muchas veces necesita traductor. Por tanto, tampoco conozco la obra de Crémer y no soy nadie para opinar. Gracias, vecino por este ilustrativo post. No dejas tu magisterio ni en vacaciones.
ResponderEliminarTengo que decir, señores, que el artículo está escrito con bastante más mala leche de lo que parece. El blanco, obviamente, no es el poeta.
ResponderEliminarFroilán: en la azarosa vida de Crémer figura no sólo la intervención del abuelo de Zapatero, sino también la de varios curas que lo ayudaron a capear dificultades. Hay que saber, por ejemplo, que vivió una temporada escondido en un edificio donde había una casa de citas. El mensaje de Zapatero, que ha llegado, qué casualidad, a la prensa, me parece asquerosa y dolorosamente parco, muy políticamente correcto.
Markos: tómatelo con calma, pues el arte es largo y la vida, breve.
La verdad que no conocía a este poeta, así que gracias por darmelo a conocer y ponernos algo del. Tiene pinta de haber sido todo un personaje desde luego. Saludos
ResponderEliminarAsí es Pharpe.
ResponderEliminarGracias por la visita.
Victoriano Crémer se salvó de la pena capital por sus "contactos" y por ser delator de sus compañeros y amigos en la Cárcel de San Marcos. En León se sabe hace mucho tiempo, los familiares de aquellos que delató, aunque no está documentado. Es un personajillo que no merece ninguna consideración, ni como hombre ni como poeta. No hay más que leer sus artículos para comprobar que están cuajados de incorrecciones gramaticales. Un trepa analfabeto y sin escrúpulos, sin más.
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