Entonces lo vi.
El muchacho (¿qué años tendríamos, Oulipo?) había faltado dos meses al colegio y, un buen día, nos dijeron que había dejado de existir.
Allí me vi, comisionado por mi buen comportamiento y mi rendimiento no menos bueno a dar el pésame a la familia y llevar unas flores compradas por todos los alumnos.
La madre me invitó a pasar con una sonrisa y un ademán imperceptible, suave como el gesto que los labios dibujaban quizá a su pesar, a la habitación del chico. Allí estaban velando el cadáver. No sé si fue justamente entonces que olvidé su nombre, pero su rostro marchito es, desde entonces, la huella de la muerte.
No lo conocía mucho. Sin embargo, recuerdo que era algo apocado o tímido. Y recuerdo su obsesión por las manchas y el pecado. E imagino ahora el efecto que las descripciones o relatos de las penas del infierno pudieran obrar sobre la mente de un niño como él o de un niño cualquiera, quizás. Lago de fuego eterno, eternos llanto y crujir de dientes para una vida tan corta.
Puede hablarse ahora de una plástica simbología para el sufrimiento del alma alejada de Dios. Puede decirse que es un adorno necesario para revestir el temor de Dios que infunde el Espíritu Santo. Pero, símbolo o decorado, llevan la traza no de una misericordia infinita, sino de un terror palpable y criminal.
Puede hablarse ahora de una plástica simbología para el sufrimiento del alma alejada de Dios. Puede decirse que es un adorno necesario para revestir el temor de Dios que infunde el Espíritu Santo. Pero, símbolo o decorado, llevan la traza no de una misericordia infinita, sino de un terror palpable y criminal.
Entonces, Oulipo, quizá entonces, vi que mi camino era la condena.
Sencillamente soberbio. Y has dado en el clavo, realmente genial. ¿Basado en hechos reales quizás?.
ResponderEliminarQue cruel hay que ser para atormentar a quien no se ha sacudido la inocencia con tormentosas condenas eternas.
ResponderEliminarLa condena es para los que creen que no están en el camino impuesto, no para los que van por el suyo propio.
Por cierto, ¡Feliz medio-santo!
ResponderEliminarJuan Carlos ¿Has visto "Camino"?
ResponderEliminarGracias, Dezaragoza. Sí: está basado en hechos reales.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Markos. También se condena a quien camina aparte. Cypher, por otro lado, ha utilizado la palabra por lo menos en dos sentidos.
Juanjo: no vi Camino. También es tu medio santo: felicidades. Esto resulta un tanto paradójico ante un escrito así, ¿no crees? De modo que añado: ¡salud!
Pues te recomiendo la peli, un grito exaltado de este post.
ResponderEliminarParadójico como la vida misma.
Un abrazo!
Ya veremos si la vemos. Siempre queda el DVD.
ResponderEliminarEs de estos textos que me quedo anonanada sin saber qué decir. Me ha gustado, me ha encantado. Es tremendamente amargo, pero me ha gustado.
ResponderEliminarMe quedo con lo que dice Markos y añado ¿en qué estaría pensando el chaval esos dos meses?
[Al final supe qué decir ¡qué cosas!]
Sí, es realmente triste. Más si está basado en una experiencia real. Los primeros párrafos me han recordado a la canción "Ramón Cabezas", de Labordeta. El resto me ha evocado un caso cercano que no tiene exactamente que ver. Se trata de las maniobras de la Iglesia para arrebañar toda la pasta a una pobre anciana soltera que tras la muerte de su hermano, también soltero, se ha quedado sola. Da verdadero asco. No es lo mismo pero en el fondo subyace la manipulación de los caminos de "salvación".
ResponderEliminarManeras de morir
Kir: todo consiste en arrancar. A veces cuesta. Hay asuntos, además, que pueden sobrepasarnos o sobre los cuales no podemos formar una opinión coherente. Luego está, por supuesto, el texto en que se vierten los asuntos, que puede ser más o menos hermético. El texto es amargo porque no puede ser de otra manera: parte del recuerdo de un suceso que me marcó, para bien o para mal, profundamente. Piensa en un chico, en este caso yo, con nueve o diez años, enfrentado por vez primera a la muerte inexplicable de un inocente y el ambiente de algunas catequesis de principios de los setenta. ¿Qué pensó el chico? No lo sé. De una situación parecida que me tocó sufrir podría extrapolar sensaciones; pero no dispongo de una información fundamental: no sé si el chico sabía que podía morir, ni si era consciente de su enfermedad. Tampoco sé cuál fue esta.
ResponderEliminarFrancisco: tú mismo dices que los casos no son semejantes. La reflexión de los últimos párrafos apunta, creo, a algo más hondo y más ominoso que la manipulación.
Los dos últimos párrafos, según mencionas, me llevan a la manipulación también. La manipulación que las religiones (en este caso la Catolíca)hacen del inevitable deseo humano de trascendencia, de los camnos que no dicen que debemos recorrer para salvarnos y de los que no debemos tomar para evitar la condena. La angustia que produce en un niño toda esa basura que le han metido en la cabeza. Todo forma parte de la misma mierda: la manipulación de la mente y el lavado de cerebro.
ResponderEliminarA la vieja que te decía probablemente le están aconsejando que done para tener más opciones de salvación.
Yo también cuando era pequeño me sentía mal si no iba a misa un domingo. Tú, al enfrentarte a la muerte del amigo, te plantearías, supongo, si se habría salvado y qué pasaría contigo si te murieras en ese momento. Esa era la repugnante función de la catequesis.
¡Pues menuda tragedia!
ResponderEliminarBuffffff, ¿se amargaría mucho con la imagen del infierno? ¿Quién le inculcó esas ideas? ¿Para qué?
Cambiandod e tema, me viene a la cabeza que deberías ir recopilando artículos para un e-book con tus relatos cortos. Yo te puedo ayudar con la selección que empieza a ser relevante. Yo éste trabajo lo incluiría, fijo, siempre según mi criterio, claro. Como siempre cuentas algo magistralmente. Consigues dejarnos helados imaginándonos aquel cuarto y al protagonista de la historia, allí, de pie, aguantando las flores. Un abrazo.
Entonces deberíamos, Francisco, entender algunas religiones como intrínsecamente manipuladoras.
ResponderEliminarDe lo que pensé entonces no guardo memoria. Sólo de la emoción y de las sensaciones.
No creas que no he pensado, Santi, en lo que me propones. Pero no daría para más de un short o mini e-book, si me atuviera a lo que entiendo estrictamente como relato. El texto de arriba, por ejemplo, sólo es un relato en parte. Tiene tanto de ensayo como de narración. Algunos de los escritos que, supongo, sugerirías, son parecidos, como "Rosa de los vientos". Sí: ya di con el enlace de marras. Gracias por recomendarme.
A propósito de este relato, bien trenzado y resumido, yo recuerdo, siendo niño, cuando moría un minero en el pueblo, había quedado atrapado en uno de aquellos agujeros que se iban abriendo a los lados de la galería, y todos acudían en señal de duelo al hogar del finado. Cincuenta personas, tal vez más, en silencio, esperando, no sé, alguna señal, algún milagro. Con la pregunta a los labios, ¿y ahora qué?
ResponderEliminarGracias por la visita, Froilán.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del pueblo, supongo, efectivamente, que esperaban algo de la divina providencia o bien sólo era una muestra de acompañamiento en el dolor. Lo de ser minero tiene que ser algo parecido a un casta.
Pues sí, vecino, la religión es, por definición, manipuladora
ResponderEliminarMe he cambiado el navegador, así que por fin podré comentar normalmente en tu Blog, en el de Markos, en el de Paco o en el de Kir (hasta ahora era una lotería)
ResponderEliminarYa vi que caíste con lo del enlace “Sugerencia”, pero no te dije nada porque mañana quería hacer el estreno mundial de mi nueva plantilla y así aprovechar para agradecerle a alguien su infinita paciencia...
Juan Carlos, lo del e-book no tiene por qué reducirse a los relatos. Tus poemas no pueden faltar... Y además, lo que ahora es “short”, en ocho meses será “large”, así que lo mejor es que te pongas en ello ahora que es más abarcable. Sería genial y a mí me encantaría tener un ejemplar dedicado. PD. Aunque aún no me he leído los libros de Paco :-(
No sé si me seduce una cosa miscelánea, Santi. Lo pensaré. De todas formas, gracias por el aliento y el interés.
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