En mansa burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que, perturbado por la lectura de maravillas, dio en buscar proezas y encantamientos en lugares prosaicos.
J.L.Borges
En un lugar de España, cuyo nombre no voy a mencionar, hubo hace tiempo un hombre que alcanzó la fama, pero no vivió para gozar de ella. El hombre, Miguel de Cervantes, hijo de un cirujano de origen judío, quiso ser poeta, pero, según parece, no valía. Huido a Italia por haber herido a un tal Segura, fue soldado y, como tantos otros, después de un largo cautiverio en Argel, cuando regresó con su manquedad a cuestas, pretendió que reconocieran sus servicios, pero se habían acabado las medallas. Pidió un cargo en América, que no le fue concedido. No le duraron mucho los aplausos en el teatro, pues el público prefirió a Lope de Vega. Dos veces dio con sus huesos en la cárcel acusado de robo. Hizo la vista gorda cuando su casa se convirtió en un burdel. Y siguió escribiendo hasta ser considerado un genio, sobre todo en el extranjero. Sin embargo, no vio muchos duros de Don Quijote de La Mancha, que se vendió tanto como, si salvamos el abismo de los siglos y de la calidad, El código Da Vinci. Murió, por supuesto, en la pobreza.
En un lugar de España, cuyo nombre no voy a mencionar, hubo hace tiempo un hombre que alcanzó la fama, pero no vivió para gozar de ella. El hombre, Miguel de Cervantes, hijo de un cirujano de origen judío, quiso ser poeta, pero, según parece, no valía. Huido a Italia por haber herido a un tal Segura, fue soldado y, como tantos otros, después de un largo cautiverio en Argel, cuando regresó con su manquedad a cuestas, pretendió que reconocieran sus servicios, pero se habían acabado las medallas. Pidió un cargo en América, que no le fue concedido. No le duraron mucho los aplausos en el teatro, pues el público prefirió a Lope de Vega. Dos veces dio con sus huesos en la cárcel acusado de robo. Hizo la vista gorda cuando su casa se convirtió en un burdel. Y siguió escribiendo hasta ser considerado un genio, sobre todo en el extranjero. Sin embargo, no vio muchos duros de Don Quijote de La Mancha, que se vendió tanto como, si salvamos el abismo de los siglos y de la calidad, El código Da Vinci. Murió, por supuesto, en la pobreza.
Murió, y vivió, en una sociedad que veía el infierno en los otros, ensoberbecida por su glorioso y atroz pasado, amiga de mostrar de manera espectacular lo que creía ser y de aparentar lo que no era. Vaya, como la nuestra. Para una y otra, imaginó que un hidalgo aburrido y gris como nosotros (si es verdad que todo español lleva en sí una pizca de hidalguía o cuatro dedos de enjundia de cristiano viejo rancioso), un tal Quejana, Quesada, Quijana o Quijano, quien tenía poco más que donde caerse muerto, hacía realidad sus sueños, sus deseos, sus ideales. Imaginó que esos ideales eran, más de palabra que de obra, los de los españoles de entonces y puso a don Quijote a hacer el ridículo en serio. Vaya, como en Gran Hermano y otros ingeniosos programas de televisión. Mas don Quijote, el loco, hablaba más de la justicia que del dinero, hablaba menos del sexo que del amor, hablaba de la paz y, si era el caso, del combate cuerpo a cuerpo, no del napalm, los ataques preventivos o las intervenciones humanitarias, esos ejércitos disfrazados de rebaños.
Para nosotros están los molinos de viento, los cueros de vino, el falso vuelo de Clavileño. Para nosotros están, también, las mozas feas y libertinas o las aldeanas bravas y hermosas que se convierten en damas o princesas, como Cenicienta o... (mejor me lo como). Para nosotros, los curas que queman libros y los frailes que cabalgan dromedarios. Para nosotros, los duques que no piensan en otra que divertirse y ser muy duques, y los Sanchos que se transforman en Quijotes para gobernar la ínsula de Perejil, digo, de Barataria. Y la cordura, que es la muerte.
Dicen tirios y troyanos, sabios y legos, hombres y mujeres en general, que dijo que esto fue para poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías.
Y nuestro experto literato ha vuelto a las andanzas en su blog tras una interesante disertación práctica sobre rock femenino. Bien hallado te encuentro.
ResponderEliminarMagnífico texto, vecino, digno de prologar la próxima edición que editen del Quijote. No tengo tiempo para más que me he embarcado en una nueva aventura literaria que requiere mayor atención (ya estoy en dos a la vez) y es relativamente urgente.
ResponderEliminarUn abrazo
Y, en cambio, los intelectuales son otros. Los otros lo que tienen son privilegios que el común de los mortales aunque sepa más y sea más listo no tiene. Gran texto.
ResponderEliminarRecomendación a Juan Carlos, dezaragoza y Francisco. Si podéis leerlo SÉ que os va a gustar: http://www.dosmanzanas.com/2009/03/el-silencio.html. Luego más... un abrazo.
ResponderEliminarMe encantan estos artículos (que no posts) con los que haces incursiones biográficas sobre vidas y obras. Son GENIALES. Me ha encantado de verdad.
ResponderEliminarHoy que es "San Ruperto", me iré al Parque del Putget, a ver si por el bosquecillo de arriba (uno que es muy tranquilo y donde voy a veces a leer o a escuchar música, mientras observo Barcelona en toda su inmensidad), tengo la suerte de encontrarme un duende que me otorgue el don de la palabra porque tras leer el artículo de Dos Manzanas y el tuyo, me doy cuenta que lo mío es la fotografía...
Paso deprisita, que estoy atareado, para agradeceros, amigos, vuestras palabras. Me alegra que os haya gustado.
ResponderEliminarDezaragoza: publicar este tipo de cosas forma parte de la idea original de la página.
Francisco: este artículo se publicó, con algunas diferencias, en una revista escolar, con motivo del centenario del Quijote. Creo, modestamente, que tiene vigencia. Que sean fructíferas tus andanzas literarias.
Juan: cuánta razón tienes. A veces, quien figura en primera fila no es más que un titiritero al servicio del poder. Tengo que pasar más por tu blog.
Santi: tomo nota de la recomendación. He echado un vistazo rápido y parece muy interesante. Por lo demás, persevera. Tengo sólo unos años menos que Francisco y llevo leyendo y escribiendo casi toda mi vida. De modo que algo de oficio juega su papel. Pero no dejo de aprender. Todo depende de lo que quieras hacer y, a partir de ahí, ser fiel a tu voz y pulirla, tarea nada fácil. Condiciones no te faltan. Si no, no te leería.
gracias por la visita
ResponderEliminarbeeeeeeeeeesos desde dosmanzanas
elputojacktwist (me quedo un rato por tu blog, que me gusta)
Claro que tiene vigencia. Y no solo eso, sino que está muy bien. Creo que deberías publicar algo. Intántalo con la poesía, que por lo que parece es lo que más te gusta.
ResponderEliminarYo ahora he interrumpido momentáneamente la segunda parte de mi novela "De buitres y lobos" para meterne en una historia oportunista, que no me costará mucho esfuerzo porque se trata de reaprovechar lo ya escrito. Ya te contaré.
de todas formas voy a bajar el ritmo de trasteo de blogs porque, además de joderme los ojos, me devora el tiempo cosa mala
Jacktwist: bienvenido. Me fue recomendado tu artículo, que merece la pena leer. No pude evitar, ni quise, hacer un comentario.
ResponderEliminarVecino: a trabajar. Es lo primero.
Me pasa todos los fines de semana que me arrancan de la cercanía de esta diabólica maquinita. Regreso y me encuentro muchas cosas tan buenas para leer como esta entrada. Y me la encuentro cuando todos han dicho cosas buenas y acertadas sobre la misma.
ResponderEliminarSólo puedo decir que menos mal que las luchas de Don Quijote siguen existiendo mutadas por el tiempo.
Salu2
Gracias, Markos.
ResponderEliminarEn cuanto a las luchas de don Quijote, depende como estas se entiendan, claro.