Los Dioses, si son justos en su injusticia, nos conserven todavía los sueños cuando sean imposibles, y nos concedan buenos sueños, aunque sean bajos.
(Fernando Pessoa)
En Corte sconta detta arcana (en castellano, Corto en Siberia), Corto Maltés toma un té en el hogar de Vida Larga en Hong Kong y recuerda a Boca Dorada hablándole de la existencia, en su casa de Venecia, la misma en que se hallan, de una puerta que le había permitido viajar en el tiempo “como en un cuento”. Entonces, Corto dijo: “Sería bonito vivir un cuento”. Puede sorprender este deseo en boca de un aventurero que, siendo niño, se dibujó en la mano la línea de la fortuna con la navaja de afeitar de su padre y que, lanzado al mundo, conoció a Jack London, a Butch Cassidy y Sundance Kid, a Stalin, a John Reed.
No le faltan aventuras a este personaje de cuento o de novela, por lo que solo cabe pensar en un anhelo distinto: viajar al futuro y encontrar el destino que no puede leer en la cicatriz que trazó el filo de la navaja o volver al pasado. En uno u otro caso puede pesar la añoranza de Pandora Groovesmore.
En Lisboa, caminando por el Largo Conde-Barão en sentido inverso al del transporte de Corto, nos encontramos la House of Corto Maltese. Pero la puerta estaba cerrada, así que no pudimos averiguar qué clase de viaje espera al otro lado. Como estabas leyendo el Libro del desasosiego, se me ocurre ahora que, siguiendo por el Largo hasta la Rua do Arsenal, se llega a la Praça do Comércio. Hay que reconocer que la vista del Tajo desde el Terreiro do Paço invita a navegar, aunque sea con la imaginación.
Sentado en el Martihno da Arcada, ante un plato de huevos revueltos con queso, Pessoa concibió y anotó, quizá, algunas líneas que, luego, atribuyó a su Bernardo Soares. Soares es, en cierta medida, un reverso de Corto Maltés: no un hombre de acción, sino de contemplación. Sin embargo, en el Libro del desasosiego escribe: “Me encuentro descrito (en parte) en varias novelas, como protagonista de varios enredos; pero lo esencial de mi vida, lo mismo que de mi alma, es no ser nunca protagonista”. Hay en el personaje, me parece, mucho de atracción por la realidad que rechaza y en la que no encuentra lugar y que pretende sustituir por lo que llama sueños. Entre estos sueños están los del arte; sin embargo, pese a encontrar en el arte mayor realidad que en la vida (“Hay metáforas que son más reales que la gente que anda por las calles”, escribe), la sustitución no es posible y esto le produce dolor: “Hay criaturas que sufren realmente porque no han podido vivir en la vida real como el Sr. Picwick y estrechar la mano al Sr. Wardle. Soy uno de esos”.
Corto Maltés, personaje de novela o de cuento, quiere, tal vez, protagonizar una historia distinta a la que le ha tocado en suerte: cuidar, por ejemplo, de los hijos de Pandora. Bernardo Soares, trasunto, según dicen algunos, de Pessoa, quiere ser protagonista de un cuento. Dos caras de una moneda imaginaria.
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