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19 de junio de 2016

El otro abuelo

            Entra por la ventana un júbilo de aves en algarabía, con el que se mezclan las voces infantiles que van apurando la tarde a medida que la luz remite.
            En los estertores de la luz, el padre traza sobre el papel extendido las últimas líneas del plano que, en el taller, se transformará en un armario, en una mesa o, quizá, en una cómoda.
            La madre tararea una canción de Françoise Hardy cuya melodía le llega al vuelo por los batientes abiertos, mientras monda patatas para el planeta o la estrella, luna o sol, que, en forma de tortilla, servirá de cena. Se pregunta por qué tarda Quico, pues hace un rato lo ha visto recogiendo, al fondo del patio, canicas e indios.
            El timbre suena unos minutos después. Quico atraviesa acezante el umbral sin hacer caso del padre, que le ha franqueado la puerta. Desde el comedor convoca a gritos a sus progenitores:
            -¡Mamá! ¡Papá!
            Los padres acuden preocupados. Ven a Quico retorciéndose las manos, presa de una emoción inusitada.
            -¿Te ocurre algo, Quico? –pregunta la madre.
            -¿Lo habéis oído? No me digáis que no: se ha tenido que sentir en todo el barrio...
            -Cálmate, Quico –le recomienda el padre-. ¿Qué es lo que hemos tenido que oír?
            -¡La explosión! 
            -¿Una explosión? ¿Dónde? –inquiere la madre.
            -Enfrente, en los desmontes...
            -Te he dicho mil veces que no cruces nunca hacia allí –le reprocha la madre.
            -¡Si no he cruzado!
            -Habrá sido un obús de la guerra. Esto fue zona de trincheras –dice el padre.
            -¿Una guerra? ¿Qué guerra? –pregunta, encandilado por la sorpresa, el niño.
            -La guerra en que mataron al abuelo –responde con dureza el padre.
            -Pero si el abuelo no hace dos semanas que estaba en el pueblo...
           Un silencio tenso se apodera de las gargantas de los padres, hasta que la voz cantarina de Quico, que ha caído en la cuenta, lo rompe:
            -¡Ah! El otro abuelo...
        -¿No os hablan nunca en la escuela de ello? –pregunta el padre con labios temblorosos-. Anda, trae el libro.
            Después de leer las líneas que le indica el padre, el niño interroga:
            -¿Lo mató Franco o lo asesinaron los rojos?
         La madre corre a la cocina: se está quemando el aceite en la sartén. Ya no se oye cantar a los pájaros.

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