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6 de agosto de 2015

Un hombre siniestro

Allí estaba, como muchos días, incrustado en su Armani, pululando por los despachos de tenientes y concejales. Era un individuo estirado y siniestro, de sonrisa escueta y amarga, como si en su infancia, en lugar de leche, le hubieran dado de mamar vitriolo.

Me repugnaban su presencia y sus maneras, frías como sus manos. Por eso no puedo perdonar el descuido torpe y fatal de mi secretaria, que le franqueó el paso a mi oficina con la excusa de una audiencia que se debía de haber traspapelado en la agenda.

Inclinó su cuerpo, que parecía acumular la sombra a su alrededor, se despojó de las gafas de sol y apoyó los puños en el tablero de la mesa, cerca de la foto enmarcada de mi señora. Su mirada proterva me atravesó. Parecía un encantador de serpientes. Enmudecí. Me dijo que me ofrecía una oportunidad única para el pueblo y, sobre todo, para mí.

Como por arte de magia, unos papeles saltaron de su cartera a mis manos. Firmé, hipnotizado.

2 comentarios:

  1. Creo que esa es la visita que recibe, en todo país, cada ministro o cargo publico recién nombrado.

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    1. Efectivamente, puede extenderse a eso.

      La expresión que da título al relato fue utilizada por no sé qué alcalde del PP para referirse a uno de los intermediarios de Cofely.

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