Páginas

5 de enero de 2014

Cáliz

Ustedes lo llaman elixir o ambrosía, como lo pueden llamar néctar o maná. Es cierto que el aparato con que lo presentan es apropiado: una copa sabia y delicadamente labrada sobre un mantel blanco. Es verdad que el silencio que acompaña la escena, si uno se olvida de los gritos apagados que las espesas paredes cubiertas de mantos sofocan aún más, es casi perfecto.

Y es cierto que el primer trago transporta en su frescura fragancias de flores silvestres, auras primaverales y la saliva de un niño embebido en el juego. Y que el segundo o el tercero lleva trazas de la quemadura del primer amor y algo así como la melodía de una caricia amasada lentamente.

Pero luego, a partir de ahí, en medio de los fuegos artificiales hay acero escondido a punto de derretirse y un borbotón de sangre y sudor cuyos efluvios no logran enmascarar los del sahumerio que acaban de prender para completar el cuadro.

Y, sobre todo, puedo ver las extrañas criaturas que se agitan en el fondo, por mucho que cubran con sus manos, pues las mías están encadenadas, la base de la copa e insistan en que cierre los ojos para que pueda paladear sin estorbos las excelencias de la pócima.

2 comentarios:

  1. Es que el trasfondo no es más que una pesadilla cubierta de sangre milenaria que nos quieren hacer pasar por un paraíso de bondad.

    ResponderEliminar

Piénselo bien antes de escribir