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30 de diciembre de 2013

Pecios

      Atraviesa la calle de orilla a orilla. Una singladura simple en el mar de asfalto. Hay sirenas con bolsas de la compra, madres de otros náufragos, niños con bicicleta a la deriva, la deriva del juego, que ya no quieren ser marineros, sino futbolistas, con los pies entrelazados por las algas. Voces roncas más abajo, de rotas travesías por paraísos artificiales.
      Un banco es como una cuaderna arrumbada por las olas, en la que, a falta de una gaviota, el viento cortante o un gorrión aterido hiere la veta. Un banco es como una amura oscurecida por ovas o sargazos, por la señal de una hoja o el almagre desteñido que trazó un nombre.
     Se sienta cerca de los arriates embarazados de plástico y cristal, con brillos y fríos de playa devastada. Apoya una mano sobre la nervadura de la tabla y toca la rugosidad de un nudo contra el que apenas pudo el cepillo. Toda labor artesana tiene sus pequeños defectos, decía su padre antes de que las reconversiones lo trasladaran al limbo de una vejez sobrevenida y una pensión ridícula.
      Sueños diminutos o gigantescos como un hombre, quimeras accesibles o delirios inanes por ser tan comunes trasiegan en resaca por la plaza. Sombras o voces que hablan de un rincón tranquilo para morir, en la punta de un malecón donde bate la espuma, por ejemplo. Voces o sombras que claman por el lujo olvidadas del esfuerzo y el coraje.
     Le tienta preguntar por Jim Hawkins o Dick Sand al niño que ha dejado de bailar el trompo y se detiene a observar cómo va llenando de letras salitrosas una página de la libreta, de su cuaderno de bitácora. La curiosidad de la mirada, en la que también puede leerse el dolor, de pronto es atraída por el estallido de un petardo que ha prendido otro chico.
      Solo una luz tímida navega de orilla a orilla. Los pecios, rostros y restos de vida, flotan en la calma chicha como flotan las voces de los yonquis concentrados en el rito de la cerveza o el cabo de un bolígrafo entregado a juntar letras escarbando entre recuerdos y sensaciones, mientras alguien, más abajo, hurga en los cubos de basura.

6 comentarios:

  1. Todo un conglomerado de emociones arrastra tu texto. Bellas, muy bellas me han parecido tus líneas llenas de nostalgia.
    Te deseo lo mejor para el año que viene, querido amigo. Un abrazo.

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    1. Gracias, Teresa.

      Que el año que está a la vuelta de la esquina no te zarandee.

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  2. También echaba de menos tu música. :-)

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    1. Música nunca falta, aunque tarde en cambiar o reponer.

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  3. Muy bello, como siempre, para recordarnos que no somos más que náufragos. O lo seremos.

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    1. Gracias, vecino.

      La cuestión es, al cabo, en qué clase de viajes nos embarcamos, que no es igual a que nos embarquen.

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