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27 de noviembre de 2013

Concertina

Si un musicómano oyese o leyese por vez primera que, en la valla de Melilla, el gobierno español pretende instalar concertinas, aplaudiría la medida. Nada mejor que disuadir al excluido de asomarse al paraíso, aunque este sea artificial o de cartón piedra, con una melodía.

Si el melómano tiene olfato para detectar el olor sulfúreo que van dejando a su paso las pisadas del capitalismo rampante, convendría en que vocablo y acción no esconden, por mucho que lo pretendan, una considerable dosis de sarcasmo ignominioso, pues en la música de vallado tal este se convierte en pentagrama y teclas de muerte, y el fuelle lo pone la piel de quien escala.

Si el diletante, además, es partidario de la justicia poética porque de la otra, la faraónica, no se fía, recordando a Lope de Vega diría al señorito Fernández Díaz: “Quien lo probó lo sabe. Sírvase vuesa merced subir al cercado a disfrutar de la deleitosa e inocua armonía de las cuchillas”.


("Orange and Blue" por Walter Dale. Con licencia CC BY-NC-SA)


2 comentarios:

  1. Sí, a mi también me chocó que a unos instrumentos de tortura tan salvaje como las cuchillas se les haya dado un nombre tan bello. Es lo que te comentaba en el post anterior, el poder manipula el lenguaje y los conceptos en su favor. ¡Cómo iban a llamar a esos rollos de muerte "destripadores de desesperados" por poner un ejemplo!

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    1. Así es. Manipulando el lenguaje, pensamiento y realidad se pervierten y convierten en instrumentos de poder.

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