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15 de junio de 2013

El tigre de Palermo

Un estribillo inane, pero pegadizo, empieza a apoderarse del curso del pensamiento. Antes de recurrir a la poción mágica de canturrear una de Rosendo, que, en estos casos, para mí, es mano de santo, el recuerdo se encastilla: “Corre sàngue in le vene”. Y ahí, enfrente, ya está el personaje. Podría decir que parece sacado de una película de Fellini, si la luz, un tanto calinosa del ferragosto en Palermo, una ciudad mil leches como esta nuestra España herida, fuese un poco más teatral. Pero ahí están las mesas y las familias y vecinos en la Piazza Marina, con el telón de fondo de los ficus de la Villa Garibaldi.

La entrada en escena del tigre de Palermo es poco espectacular: observa, casi inmóvil como don Tancredo, a la concurrencia. Quizá un exceso de pudor, impostado o no, lo atornilla en el lugar, hasta que alguien lo saluda y se acerca a recoger algunas monedas o a intercambiar chanzas. Enjuto, un tanto calvo, de una juventud un tanto indefinible e inmensurable, se arranca, por fin, a soplar o escupir sobre el micrófono de plástico la cantilena: “Sandokan, Sandokan... Corre sàngue in le vene..”. El número, repetido hasta el borde del tedio, se adorna, de cuando en cuando, con la exhibición de un puñal y un Shere Khan de juguete.

Orate o caradura, el tigre de Palermo forma parte del paisaje como nota chusca o pintoresca. Sin embargo, la verdad del loco o del borracho puede ocultarse en el estereotipo o el tópico que la desarman y la convierten en una ilusión infantil. El tigre escupe o sopla el estribillo inane ( “Dame fuerza de día y de noche. El valor llegará...”) por unas monedas o, quizá, por la compañía del respetable. Maneras de vivir. Podemos levantarnos de la mesa satisfechos de la pizza, el Nero d’Avola o la Moretti y el ambiente, no es completamente necesario que nuestro óbolo tintinee esta vez en las manos del bufón. Regresaremos, tal vez, a enfrentar la noche cálida o la guerra cotidiana, o las otras, con nuestro atrezo de rugidos, dagas y micrófonos de corta y pega... ¿Por cuánto?


8 comentarios:

  1. Excelente post. La etiqueta (la segunda), nunca me había fijado. Me encanta.

    Saludos.

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    1. Gracias.

      La etiqueta tiene ya asociados 62 trabajos.

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    2. Sí, lo he visto, pero nunca me había fijado en la etiqueta...
      Saludos

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  2. ¡Vaya, disfrutando ya de las vacaciones! y con Sandokán. Así vamos a acabar todos, metidos en un muñeco de goma espuma para entretener a los turistas que se acerquen a BoinaVegas a jugar al tute.

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    1. No, hombre. El viaje a Palermo es de hace unos años. Se me agolpó el recuerdo del tipo y he escrito esto.

      En cierto modo, somos aprendices de Sandokán de guardarropía.

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  3. Una figura más bien trágica la del tigre. En su interior se agazapa una vida, quizá dramática. El mundo en sí mismo, tal como lo cuentas, parece un disparate, pero lo cierto es que hay personas que llevan el sufrimiento hasta límites insospechados.
    La prosa, fantástica.
    La música, muy energética. Me gusta.

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    1. Me pillas corrigiendo el siguiente escrito.

      Cuando redactaba "El tigre de Palermo" me acordaba de la conocida décima de Calderón:

      Cuentan de un sabio, que un día
      tan pobre y mísero estaba,
      que sólo se sustentaba
      de unas yerbas que cogía.
      «Habrá otro», entre sí decía,
      «más pobre y triste que yo?»
      Y cuando el rostro volvió,
      halló la respuesta, viendo
      que iba otro sabio cogiendo
      las hojas que él arrojó.


      Qué poca cosa parecemos mirados a cierta distancia. Con o sin sufrimiento.

      No podía resistirme a difundir lo último de los NIN, que sacan disco dentro de nada.

      Muchas gracias, Teresa.

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    2. Décima fantástica que yo también recuerdo a menudo.
      Y tienes toda la razón respecto a que no somos nada cuando tratamos de reconocernos. Es que no lo somos en realidad.

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