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29 de junio de 2013

El encantamiento de Dulcinea


En el capítulo XIV de Mímesis, Erich Auerbach llamó la atención sobre la importancia del capítulo X de la segunda parte del Quijote. Esta importancia me llevó a elegir un fragmento del capítulo citado como parte de un examen destinado a alumnos de 3º de la ESO. El episodio, tal como lo narró Cervantes, aparte de divertidísimo, aun con su punto de amargura y de acidez (en esto disiento del maestro Auerbach), no ofrece dificultades insalvables para lectores de quince o dieciséis años, sobre todo si se adapta y acompaña con el pertinente glosario. Así hice, infeliz de mí.

Aunque en el sucinto vocabulario que se leía al pie del texto se aclaraba el significado de la palabra “pollino”, y aunque el contexto bastaba para entender a qué se refería el narrador, tuve que asistir, atónito como don Quijote ante la presencia de las tres rústicas labradoras que Sancho Panza convierte en la princesa Dulcinea y dos de sus doncellas, al comentario en voz alta de uno de los alumnos y a la risotada casi general que provocó: “Ah: pensaba que pollino tenía que ver con pollo”. Puedo asegurar que el comentario no pretendía ser un chiste.

Este es, en fin, el enunciado de marras: “Cuando se levantó para subir en el rucio, vio que del Toboso hacia donde él estaba venían tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas, que el autor no lo declara, aunque más se puede creer que eran borricas, por ser ordinaria caballería de las aldeanas; pero, como no va mucho en esto, no hay para qué detenernos en averiguarlo.” 

No soy de los que piensan que se haya de imponer la lectura del Quijote, pese al enorme valor que esta novela de Cervantes tiene para nuestra cultura. Sin embargo, cuando en las aulas se pretende acercar muestras de lo más valioso de nuestra literatura, se observa con frecuencia que el lector se despeña sin despeinarse, ancas abajo, de la burra, aunque no sea capaz de saltar luego sobre la tosca montura con tanta ligereza como la encantada Dulcinea.

Entonces, me pregunto qué avieso Sancho Panza, qué maligno encantador pone telarañas entre mis ojos y la inteligencia, teóricamente feraz, de quienes ya no son, en teoría, infantes y debieran estar para algo más que para ser puestos sobre un asno.

5 comentarios:

  1. Bueno, yo opino que a la edad de tus alumnos, quizá algunos de ellos todavía no tengan ese interés necesario sobre ciertas joyas de la literatura y busquen algo más actual o más claro. Estoy seguro que en unos años, alguno de ellos, recordará tus clases y volverá con interés a leer uno de esos libros, porque ya habrá llegado a la madurez personal necesaria para interesarse por ello. Ojalá sea así.

    Saludos.

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    1. Puede.

      Pero no estamos hablando, Juanjo, de libros, sino de muestras o fragmentos seleccionados y adaptados. Por este lado, la claridad estaba cubierta. En cuanto a la actualidad, concepto más que discutible, me pregunto si no es actual que alguien (Sancho Panza), teóricamente en una posición o nivel inferior, intente engañar a alguien que ocupa, teóricamente, una posición superior, lo consiga y, además, se ría de ello. Me pregunto si no es actual el choque de culturas o de niveles de cultura o, si lo prefieres, enfrentar el lenguaje del paleto y el del, por ejemplo, urbanita. Pues esto es lo que hay, aparte de otras cosas, en el fragmento que se les propuso. Es, por otro lado, la masa de la que sale mucho chiste grosero y sobre la que trabajan admiradísimos cómicos televisivos.

      Hay que tener en cuenta, finalmente, que los chicos no iban al examen a pelo.

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    2. Bueno, claro. Tú sabrás mejor los antecedentes trabajados y cómo se había llegado hasta ahí.

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  2. El problema es la falta de vocabulario derivado de la falta de lecturas en general, no solo del Quijote. A eso súmale que las cosa rústica cada día nos es más ajena y que los pollinos (de 4 patas) están en vías de extinción. No creo, como optimistamente opina Juanjo; que con la edad se vuelquen en la lectura de los clásicos. Ni clásicos ni modernos, la juventud ahora solo lee los SMS.

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