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11 de abril de 2013

El hombre de la manzana



     El Alberche espejea abajo. El repiqueteo cansino de los cascos de los burros se pierde ya por las trochas. Quien montaba el último de los asnos se ha bajado de un salto en la plaza. Pablo se ha fijado en ese señorito tan atildado y serio con bigotillo y la raya del pelo trazada como con una regla por encima de la sien izquierda. El terno, se ve, lo incomoda al calor, que empieza a apretar, de la mañana de julio.
      El hombre saca una manzana de la cartera y la limpia minuciosamente con un pañuelo impoluto. Pablo no sabe con qué cara lo estaba mirando, pero el hombre ha sonreído un instante y le ha dicho:
      -Acércate, chico.
      Le ha tendido la fruta y ha vuelto a sonreír:
      -Seguro que no me morderás la mano como David Copperfield a su padrastro...
      -¿Cómo dice, señor? –balbucea Pablo.
      El hombre no tiene tiempo de responder, pues otro de los republicanos, al que luego verá dando vueltas por el pueblo mirando todo a través de una caja, lo reclama. Pablo ha oído que el señor de la manzana se llama Luis.
      Pedrito le ha dicho que el señor de la manzana les ha estado hablando de unas hilanderas que había pintadas en una tela que han puesto en el Ayuntamiento. Pablo no ha podido ir, porque tenía que ayudar en casa con las gallinas. Las cluecas están poniendo poco y hace falta cuidar de la comida, pues se acerca la siega y a su padre todavía no lo han contratado. Tampoco ha podido ir a la escuela a escuchar las coplas y las canciones.
    -Ha sido muy divertido, Pablo –asegura Pedrito mientras los señoritos de Madrid, rodeados de críos, terminan de aparejar los burros.
      Pablo se lleva un buen susto cuando, al darse la vuelta, se encuentra con los ojos lentos del hombre de la manzana.
      -¿Sabes leer, muchacho? 
      -Algo sé, señor.
      El señor le pone un libro voluminoso en las manos.
      -Dickens –le dice, lacónico, el señor-. Dáselo al maestro cuando lo termines.
     Pablo dedica las tardes a leer, no sin dificultad, David Copperfield. Iba a preguntarle a su madre qué significa una palabra del quinto capítulo, pero ha llegado una pareja de la Guardia Civil. Se han llevado al padre por espigar en la tierra de don Saturio antes de la cosecha.
   Espejea el Alberche. Pablo lanza cantos al agua. Se acuerda de David y del señor Murdstone. El agua corre lenta como los ojos del hombre de la manzana. Recuerda el sabor de la manzana.


5 comentarios:

  1. Me has dejado con ganas de más.... Quisiera saber cómo sigue la historia de Pedro.
    Te felicito.

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    1. Muchas gracias, papitúo.

      Uf. Qué cosas pides. Quería desde hace tiempo escribir algo literario sobre las Misiones Pedagógicas. La ocasión llegó recordando algunas imágenes de la participación de Cernuda en las mismas. Ahora veo que, al elegir a un niño imaginario de Burgohondo, era inevitable que se convirtiera en el centro de atención y que, efectivamente, si se le ponen ganas y trabajo, la historia de Pedro puede continuar.

      Lo pensaré.

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    2. Pues yo lo esperaré.
      ; )

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  2. Ciertamente se queda uno con ganas de más, aunque tiene valor por sí mismo. A mí, en cambio, me interesa el señor de la manzana, fruta que me parece todo un símbolo del conocimiento, la cultura y el saber. ¿Los picoletos no se llevaron la manzana o es que Wert todavía no era ministro?.Además, creo el señor de los "ojos lentos" (qué bonita imagen) es el más afín a vosotros dos, Juan Carlos y Juanjo.

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    1. Ay, qué cosas dices, vecino. Aunque ahí le has dao' con lo de la manzana.

      La anécdota de los picoletos es cierta, si la hemeroteca de La Vanguardia no miente: el 16 de julio de 1932 varios vecinos de Burgohondo fueron detenidos por espigar.

      Del hombre de la manzana se ha dicho casi todo, aunque no se haya atendido mucho, salvo por especialistas. Desde mi punto de vista, lo mejor está en sus escritos. De estos viene la imagen de los ojos: del primer verso de "Quisiera estar solo en el sur", poema de Un río, un amor.

      Los picoletos estaban en 1932, se supone, al servicio de la República. Por seguir con las imágenes, la manzana de las Misiones Pedagógicas le fue arrebatada a Pablo poco después, durante el "bienio negro", pues los señoritos de la CEDA se encargaron de torpedear su labor reduciendo drásticamente la financiación.

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