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26 de enero de 2013

Piedra negra


“No te apartes del camino o los espíritus de la selva te harán daño”, decía mi padre. Algo parecido decía Mateo, el de la misión, empeñado en que besase la cruz que le colgaba del cuello: “Dios te protege y guía tus pasos, pero tienes que andar con cuidado”. Los dos se equivocaban.

El Jefe mató a mi padre en el camino. Si el dios de Mateo protegía a mi padre, sus poderes no valían contra el Jefe. El Jefe salió de la selva con otros como él. El Jefe dijo: “Ahora yo soy vuestro padre, vuestra madre y vuestro dios. Fuera de aquí y aparte de mí hay solo muerte”.

No recuerdo a mi madre. Pero ni mi padre ni Mateo me pegaban. “Conmigo estás seguro”, me dice el Jefe. Pero, en su cabaña, me toca, me pone boca abajo, se tumba sobre mí y me hace daño. Y fuera, en la mina, me golpea como a los otros si me entretengo mirando la piedra negra.

De la selva han salido hombres blancos que hablan lenguas extrañas. Vienen a ver la mina. Vienen por las piedras. “¿Ves a estos hombres blancos? Están aquí porque soy importante”, dice el Jefe. Y, de noche, repite: “Conmigo estás seguro porque nadie puede matarme”. Se equivoca.

Le he cortado el cuello con el mismo machete con que mató a mi padre. Para ser un dios, ha sangrado mucho. En la selva no hay espíritus ni fantasmas. En la selva llueve. En la selva hay serpientes que huyen cuando les muestro el machete o la bolsa con las piedras. El leopardo también se aparta de mí.

Dicen que al otro lado de la selva está el lago. Dicen que en el lago vive gente que no hace daño. No acabo de creerlo; pero, si se equivocan, tengo el machete y llevo la bolsa. El machete y la bolsa pesan mucho. Tengo hambre.


6 comentarios:

  1. Vaya, vecino, veo que estás tomando derroteros más... expeditivos (por decirlo suavemente). Lo cual me agrada. Creo que a estas alturas de la vida la única solución es lo que los anarcos del XIX llamaban "la propaganda por el hecho", que luego fue acción directa y ahora le dicen terrorismo, palabra esta muy fea que asusta mucho pero que se usa con demasiada ligereza. El padre que defiende a tiros la comida de los hijos para mí no es un terrorista, sino un héroe. Es una pena pero al final, para la Historia queda la versión de los vencedores. Imagina un Euskadi independiente. ¿Qué dirían los libros de historia de los miembros e ETA dentro, pongamos, de 50 años?
    En fin, que me disperso. Insisto: no repudio la violencia si es el único medio para obtener un fin absolutamente necesario, sobre todo si es para salvarnos de los tiranos.
    (Verás la entrada que tengo lista para cuando acabe el cuentecillo de "Veinte años después". Cada día estoy más cómodo chapoteando en la sangre)

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    1. Es obvio que el punto de vista que se adopte hace ver las cosas de manera diferente. De esta manera, si no se admiten puntos de vista impuestos, determinados valores, o determinados defectos, se trastocan; entre ellos, cómo se considera la violencia.

      De todas formas, "Piedra negra" nace, en cierto modo, del cuento anterior, de "Gestos". Cambio el punto de vista: ahora ya no se trata de un individuo más o menos asentado, aunque incómodamente, en el discurso del poder, sino de una víctima de ese poder, un niño, que se ve abocado a hacer uso de la violencia para encontrar una salida a la injusta situación en que vive. Sin embargo, la salida no está nada clara, pues no se sabe qué pasará en el lago, si es que llega.

      Meditando sobre lo escrito observo que el niño se apropia de los atributos con los que los otros lo han sumido en la desgracia: el machete, la bolsa de coltán.

      Si lo piensas, el relato viene a ser el de un Pulgarcito africano. Pero este Pulgarcito no vuelve al hogar de sus mayores.

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  2. Aunque un poco asustada por vuestros comentarios, y siempre en desventaja intelectual, me atrevo, no obstante, a dar mi pobre opinión; y conjeturo, tras lo leído, que el meollo del relato es la supervivencia pura y dura. Que esto no es el paraíso sino, el infierno, y debemos sortearlo cada uno con sus armas.

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    1. Exacto: un relato sobre la supervivencia. Así puede entenderse también Pulgarcito.

      Mi vecino ha hecho, más que una lectura política, una extrapolación. Mi comentario es, inevitablemente, literario.

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  3. Creo que el problema es quién dicta lo que es justo o injusto, qué hechos justifican la violencia... ¿Somos cada uno de nosotros? Me parece muy peligroso. Cada uno tiene su propia escala de valores y lo que para unos pueda parecer asumible, para otros podría ser motivo de rebelión.
    Harto difícil...

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    1. Desde luego, Javier.

      Cabría preguntarse si las escalas de valores difieren de manera absoluta. Pero, volviendo al uso de la violencia y al relato, vayamos desde el asesinato que el niño comete hacia atrás: violación, explotación y maltrato, no solo del protagonista, sino también de otros, asesinato del padre. Estos elementos dibujan una circunstancia en la que es difícil no justificar, aunque sea de manera mínima, la actuación del crío. Otra cosa bien distinta es que el niño pueda sentir a los otros como enemigos imbuido de una violencia irracional que ha aprendido de los otros.

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