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20 de diciembre de 2012

'Pecunia non olet' o cómo firmar un decreto


No hacía mucho caso de algaradas. La voluntad de la masa ignorante ya se había manifestado en las urnas, así que lo razonable era dejar hacer a quienes, como él, más sabían y más valían. Sin embargo, los gritos de un tropel de jubilados a los que iba a rebajar la pensión lo inquietaron esta vez. No fue que se conmoviera, pues, a fin de cuentas, todos tenían que arrimar el hombro en una situación de crisis, sino que le preocupaba que su estreñimiento se convirtiera en algo proverbial. Oyó que decían: “¡Ministro: vete a cagar!”.

Aficionado al cine, recordó cierta secuencia de El fantasma de la libertad. Hizo varias llamadas a conocidos anticuarios y restauradores. Al cabo de dos semanas, el sillón inodoro estaba instalado en el despacho. Levantó la cubierta del asiento y, mientras una placentera y rugiente catarata lo aliviaba, firmó el decreto. “Qué fácil es –se dijo- contentar a la plebe y legislar como Dios manda”.

8 comentarios:

  1. Todavía te queda ironía, eso es que el mundo seguirá girando.
    Abrazote

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    1. ¡Markos!

      A raudales. Sin embargo, ocurre que, aun tomando distancia, me llega el hedor.

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  2. Precisamente en mi libro cuento la historia de Vespasiano y su "pecunia non olet" a raíz del impuesto sobre la orina y, casualmente, lo titulo el Rajoy en tiempos de la Antigua Roma.
    Un abrazo

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    1. ¿Casualmente? Yo diría "causalmente".

      No me extraña, Javier, que cuentes o recrees la historia de la frase. Por cierto, me atrevería a decir que solo en parte Vespasiano tenía razón. Mejor dicho: habría que apostillarlo: si el dinero no huele, no se puede decir otro tanto de quien lo maneja a espuertas.

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  3. vecino, lo que cuentas es una doble cagada: la fisiológica en sillón dorado y la intelectual al firmar el decreto. Así es Mariano, un gran cagador en todos su ámbitos de actuación. Uno llega a pensar que era mejor antes, cuando no hacía nada.

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