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26 de julio de 2012

Iglesia española y conflictos sociales: las huelgas de los mineros de 1971 y 2012

“La Iglesia calla en España”, leo en una crónica de Juan Rubio, director de Vida Nueva. Se trata, obviamente, de la crisis. Aunque Rubio alude, también, a la diferente actitud de algunos obispos, cuando se refiere a la Conferencia Episcopal clama: “No puede estar afónica la Iglesia ante los nuevos Fugger, Rothschild, Rockefeller y seguir recibiéndolos, con campanillas, mientras desahucian a tantos pobres que no pueden pagar sus hipotecas”. Esta es y ha sido, me parece, la disposición oficial de la Iglesia durante muchos años.

Si buscamos un ejemplo concreto en el que eso que llaman “crisis” se manifiesta de manera, por lo menos, llamativa, no cabe duda de que el conflicto de los mineros del carbón es relevante. No puedo entrar, puesto que no soy experto en la materia, en las razones o sinrazones que pesan en las balanzas de los mineros y del Gobierno, o en las de los valedores y detractores de este y de aquellos. Tampoco, en si el problema de la minería se solapa, por ser anterior, al de la crisis o al revés. Lo que me importa ahora es la existencia del conflicto, que afecta a bastantes más personas que al número exacto de mineros, y la actitud de la Iglesia.

Quizá el futuro de miles de familias sea un asunto sin importancia para la Iglesia comparado, por ejemplo, con la apabullante cifra de desempleados. Quizá la manifestación del 11 de julio en Madrid pilló a Rouco rezando. Sin embargo, resulta, me parece, esclarecedor que, como en el caso más general de la crisis, solo unos pocos obispos se hayan pronunciado. Así, por ejemplo, leo en Catalunya Cristiana que el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, ha dado tres meses de su sueldo a los mineros.

Si nos remontamos unas décadas atrás, se puede observar algo parecido. Me refiero a las huelgas de la minería en 1971. En el otoño de 1971, aparece en Esta Hora, publicación del Arzobispado de Asturias, un artículo en apoyo de las reivindicaciones de los trabajadores. Hubo más: José Antonio Novais, corresponsal de Le Monde en Madrid, envía al diario francés un despacho que titula “Dos prelados denuncian la brutalidad de la policía en Asturias”. Los prelados son el arzobispo de Oviedo de entonces, Gabino Díaz Merchán y su auxiliar, Elías Llanes Álvarez. Novais atribuye a estos las siguientes palabras: “Creemos necesario decir en alta voz que la fuerza pública golpea a las personas que están sentadas pacíficamente en las iglesias porque se niegan a salir”. (*)

No creo necesario buscar ahora testimonios, si es que existen, de religiosos leoneses o asturianos sobre los episodios de violencia que se han sucedido días atrás. Si se piensa en la ocupación de lugares sagrados por causa de alguna reivindicación, basta recordar, aunque no tenga que ver directamente con el conflicto minero, el desalojo de la Almudena el pasado 29 de junio.

Tentado estaba de hablar, nuevamente, de la JMJ. Pero lo dejo aquí. Mediten y comenten, si quieren, los lectores.

(*) Tomo las referencias de Cuadernos de Ruedo Ibérico. Horizonte español 1972. Tomo I, páginas 300 y 302.

10 comentarios:

  1. Vecino, muy buen reportaje, nada que envidiar al de cualquier avezado periodista. ¿Me hablas de la Iglesia? ¿Qué quieres que te diga? Ya sabes lo que pienso de esa cuadrilla de estafadores de esperanzas, de metirosos, de engañasimples, de divulgadores de la superstición (cuando no pederastas)... No sigo. De los ejemplos que citas se desprende claramente algo que ya es sabido hace tiempo: la Iglesia de hoy es más retrógrada y cómplice del poder que la de hace 40 años, y ya es decir.
    En los años setenta todavía se podía encontrar un obispo sensible a los padecimientos de la clase trabajadora, incluso curas rojos. Ahora hay que rebuscar mucho, mucho para hallar un testimonio mínimamente discordante dentro de la jerarquía.

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    1. Gracias, Paco. Me gorgojo. Supongo que un periodista avezado tiene más recursos y facilidad para escribir cosas parecidas.

      Parecida conclusión saco yo de lo escrito, aunque en algo tengo que disentir: parece que hay algún obispo sensible y aun curas rojos, por mucho que se haya de rebuscar. HOAC y JOC siguen, por ejemplo, en activo.

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  2. La Iglesia es un poder fáctico, como puede serlo la banca o el ejército. Tratan de controlar y de influir en el gobierno y en la ciudadanía. El "ruido de sotanas" no es otro que el de infundir miedo, y tener acogotado al personal con mentiras y desvergüenzas. No encuentro nada medianamente bueno que pueda atribuírsele a la Iglesia (y, para mayor escarnio, la escribo con mayúscula, cosa que me revienta).
    Buen artículo que, eso sí, reconozco que debo a la Iglesia.

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    1. Gracias, Teresa.

      En cuanto poder o institución es necesario utilizar la mayúscula, con escarnio o sin él. Otra cosa es que nos guste o no lo que esa institución representa.

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  3. Pues sí que hemos avanzado sí... ¡Madre mía!

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    1. Pues ya ves, Juanjo. Esto se sabe. La cuestión es decirlo.

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    2. Efectivamente Juan Carlos, la cuestión es decirlo... y tienes mucha razón en un comentario a Francisco Galván, aún hoy hay curas sensibles y curas rojos, pienso que una cosa son los curas como personas individuales y otra cosa es la Iglesia como institución, que aprovecho para decir que deja mucho que desear... (soy católica, no practicante, pero católica por educación familiar)
      Un abrazo amigo y que disfrutes un excelente fin de semana, espero que fresquito, tiene toda la pinta jeje

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    3. Así es, Ross.

      Rechazo lo que la institución ha significado y significa. Y lamento que esas voces de cristianos de a pie no se oigan más, porque quizá así otro gallo cantaría.

      ¿Fresquito? Ojalá.

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  4. No diré que hoy no hay curas... progresistas (lo de rojos está mal visto hasta en el PCE). Pero antes, en los años setenta, había uno en cada parroquia. Hoy, es cierto, algunos quedan pero no se les oye. ¿O quizá es que yo no les presto oídos? Será porque para mí un cura sigue siendo un cura, es decir, un embacuador, ya sea rojo, verde o amarillo.

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    1. Creo que se les oye poco o apenas, independientemente de si son embaucadores o no.

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