Páginas

23 de enero de 2012

Lindísima amapola


¡Habrase visto ser más estrafalario! Ahí lo tienes, horas y horas, sobre la única rama de la olma seca, con la mirada lánguida fija en esa flor inútil y bastarda. Inútil él mismo en su vigilia e inmovilidad, a riesgo de recibir una perdigonada.

No le hables de los tres reinos. No le digas que ha de ocupar el nido de la urraca. Sólo la necesidad lo obliga a surcar el cielo plomizo con sus hoces de damasco.

Ave idiota. Tiene que volver al Sur, y le da por colocar delicadamente las libélulas muertas que debería ingerir al pie de la amapola. No se moverá de su posadero, asegura. No abandonará su flor, el muy imbécil.

Míralo elevarse raudo al cénit y dejarse caer en picado, sin abrir las alas, cerca de la amapola. La verdad es que nunca lució tan roja y tan hermosa la tierra de ese baldío.



4 comentarios:

Piénselo bien antes de escribir