Páginas

25 de agosto de 2010

Tarja

¿Te acuerdas?

Tu padre, a veces en tono de broma, decía que una de las cosas que más le habían gustado del pueblo cuando llegó a él era que se podía comprar pan con un palo.

¿Te acuerdas de cuántas veces bajaste por una hogaza o una media hogaza esgrimiendo alegre la tarja? En ella, el difunto Nila, o su antecesor, hacía la muesca con el cuchillo. Luego, o entonces, aún con pantalones cortos, supiste que el pan no era de balde. El importe de las marcas se detraía de la harina en depósito procedente de la magra o pingüe cosecha de tus abuelos. O se pagaba, más adelante, en moneda o en especie: huevos, pollos, quizá un conejo...

Mas era gloria ver cómo la abuela rebanaba, hendiendo con habilidad corteza y miga, la hogaza o el panete. Y era gloria oler aquello y saborearlo mojado en tinto y espolvoreado de azúcar... ¿Te acuerdas?

La tarja era un juego para ti, casi un instrumento mágico del mismo orden que la zoqueta, la azuela o la cachaba del abuelo; pero, también, símbolo del sudor con que se dice se gana el pan.

Ahora, en el juego y en el sudor de la vida, observas los cortes de tu tarja. Unos los paga el fruto de tu trabajo; de otros se encarga el vaivén del tiempo, que dicen que no existe, con su hogaza de emociones, sinsabores y alegrías. Los más, quizá, esperan el cobro.

7 comentarios:

  1. Por un lado desconocía este sistema de crédito de la edad de la madera...sí que he manejado cartillas de racionamiento de mi padre y tíos, pero la tarja me era completamente desconocida. Qué confianza, sin intermediarios bancarios, lo que hemos empeorado...

    Por otro lado es cierto que todos tenemos muchas muescas que nos hacen recordar las deudas y que rara es aquella que se queda sin satisfacer.

    Salu2

    ResponderEliminar
  2. Nos harían falta tarjas enormes. En realidad somos más pobres que en la edad media, por eso tenemos más: porque nos endeudamos mucho más y mucho antes sin saberlo. Y no lo sabemos porque nos faltan tarjas.

    ResponderEliminar
  3. Mi tarja debe de ser tan larga que por eso no me la ha traído nadie a casa (no cabe). ¡Puta hipoteca!

    Coño, perdón por el taco, ups, otra vez.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Markos: supongo que la tarja se usaba al norte del Tajo. La imagen está tomada de un blog sobre la sierra de Albarracín. El pueblo del que hablo en el escrito está en Segovia. Esto sucedía hace unos cuarenta años. Hay que tener en cuenta que, en pueblos como el de mi madre, todo el mundo se conocía. Hasta hace bien poco nadie dejaba las puertas de su casa cerradas; de hecho, hay algunos que, aun hoy, no las cierran hasta que se van a la cama.

    En cuanto a deudas, digamos, más profundas, las hay que no se pagan sino con el reconocimiento de que existen.

    Sí, Dezaragoza: hemos convertido en necesidades un montón de cosas cuya utilidad está por demostrar. Con todo, no me gustaría vivir en la Edad Media. No estaría, por ejemplo, comunicándome contigo.

    Jijiji. Juanjo: perdonado. Yo soy muy malhablado, aunque no lo parezca.

    ResponderEliminar
  5. Ahora algunos llevan la tarja en el cuello... y a otros les gusta cobrarse.

    Estupendo, amigo, estupendo.

    Carpe Diem

    ResponderEliminar
  6. Desconocía también este sistema de pago. Yo recuerdo las libretas en las que mi padre iba anotando las compras de mineros y vecinos del contorno hasta que llegaba el día de "paga". Era una especie de ·tarjeta de crédito", pero sin intereses.

    Es curioso, y lo veo reflejado en el resto de comentarios, cómo hemos ido hacia atrás en tantas cosas elementales, como la de la confianza a la que tu haces referencia.

    O es que tal vez sólo nos lo parece, pues hemos llegado a ese punto álgido o cumbre donde nos cuesta entender, como a los que nos precedieron les ocurrió antes, las nuevas manifestaciones y tendencias.

    ResponderEliminar
  7. Y que lo digas, Adolfo. Gracias por el calificativo.

    Froilán: no sé si hemos ido hacia atrás en esas cuestiones elementales. También cabría preguntarse si hemos ido hacia delante. Considero que la sociedad de consumo aísla a unos individuos de otros. Dirás que esas nuevas tendencias, si pensamos en medios de comunicación, deberían paliar el aislamiento; pero ello depende del uso. Un uso meramente fruitivo, como es, creo, el que la mayoría realiza, acentúa ese aislamiento con la peculiaridad de hacer creer al individuo que está en contacto con todo o que tiene ese todo a su alcance.

    ResponderEliminar

Piénselo bien antes de escribir