Aquí no pasa nada. Olvidadas las ínfulas pacifistas, por no decir pacifistoides, de la primera legislatura de Zapatero, poco importa que Aznar autorizase la escala de los aviones que volaban hacia Guantánamo, puesto que los norteamericanos no necesitaron hacer uso de las pistas de Morón. Ya veremos en qué para el esfuerzo del juez Ismael Moreno. Mientras tanto, aquí no pasa nada, quizá porque tenemos una constitución modélica y treinteañera y el PSOE parece que ya no es republicano.
Si Bono disculpa a un republicano y nacionalista como Tardá por su exabrupto antiborbónico o, según se mire, antibubónico, no pasa nada tampoco cuando uno de los padres de la Constitución, pues madre no tuvo la huerfanita, opina “que habría que ponderar el peso de los nacionalistas colgándolos de algún sitio”. Ya se sabe que don Manoliño es muy suyo. Habría que investigar si el senador Fraga votó, con sus compadres y comadres del PP y los nacionalistas de CiU, a favor del veto a los Presupuestos Generales del Estado promovido por ERC. A esto se le llama coherencia.
Visto lo que sucede, no es de extrañar que la FAES reciba cuatro millones de subvención procedentes de las arcas del Estado. Al fin y al cabo, la cosa queda entre colegas.
Es lo que pasa cuando no pasa nada: que uno no entiende lo que pasa cuando decide echar un vistazo a esas otras letras que son las de la prensa. Y eso que uno se arma de herramientas para leer entre líneas supuestamente objetivas y alcanzar siquiera un gramo de verdad. Ocurre que lo contado parece la invención de un ingenio a veces chocarrero, a veces cultor aplicado o aventajado de la literatura del absurdo.
Para ir terminando, la última perla que salpica mis neuronas es la información que encuentro en la columna de Antonio Casado: la ministra Chacón “va a pedir al Gobierno que no se limite el número máximo de efectivos militares que participen en misiones internacionales”. Dejo para el jefe que, cuando le convenga, fría en la sartén el mal uso que suele hacerse de la palabra efectivos. Entendamos que se da como sinónimo de militares. El límite de estos en el exterior se estableció en 3.000.
Le he dicho a mi hermanito que, como parece que pintan obamas, se vaya preparando. Me ha respondido con uno de sus signos. Es éste:
Además, como se acerca la Navidad y estamos en tiempos de crisis, me ha regalado, dos por uno, pues, el que sigue. Iba a dedicárselo a don Federico Trillo, pero me lo quedo y aquí no pasa nada.
Post scriptum aut post ovum: He leído el comentario que, en la entrada anterior, el jefe ofrece como respuesta a uno de nuestro estimado Gato. Tengo que corregir a Juan Carlos y decirte, Gato: ánimo, chico, no hagas caso de este hombre y pon todo de tu parte para llegar a ser un periodista deportivo competente. Pues si se trata de elegir entre ficciones, los deportes, al menos, tienen sus reglamentos, estrategias y, vaya, su puntillo, aunque a veces no le veamos gracia alguna a alguno de ellos.
Creo que aumentaron el máximo a 7.700 unidades... Sea como sea... ¿Hacen falta?...
ResponderEliminarOh, gracias por ese último parrafillo Luis, si tu jefe es majo, no lo hace con mala intención... Yo no renuncio a poner todo de mi parte para sacarme la carrera de periodismo, lo que necesito es tenerlo claro completamente... Y me parece que...
Sangre: Roja... Jijijiji
No cejes, pues no es mala meta... guardameta.
ResponderEliminarEsto solo ocurre en la era de la Desinformación. Ya hay hasta profesionales remunerados que buscan noticias sobre sus clientes para intentar cerrar el grifo y terminar con el goteo.
ResponderEliminarObjetividad y veracidad ahogadas unas veces por lo que vende, y otras por intereses privados, son un objetivo cada vez más difícil de alcanzar por el que se interesa por saber lo que ocurre a su alrededor. Nadie los culpa, pues teniendo malos motivos no se me ocurre nada más sencillo, jugoso y efectivo que manipular o filtrar la información. Si a esto le añadimos que no podemos o no interesa invertir, generalmente, tanto tiempo en contrastar información...los efectos de la manipulación son inmediatos.
Muy ingeniosos, como de costumbre, los signos de Oulipo.
Por lo demás, y aprovechando que no nos oye el jefe, no está el mundo tan lleno de personas interesantes como para que uno no caiga en la cuenta de que todos somos, por suerte o por desgracia, humanos. Y eso, don Gato, lo sabe.