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8 de diciembre de 2008

La Editorial Bruguera y yo


La historia de la Editorial Bruguera ha sido contada bastante bien por otros (véanse el artículo de José Antonio Ortega en 13, Rue Bruguera, el de Rosaspage o el que le dedica la Wikipedia), sobre todo en lo que se refiere a la importancia que tuvo para la publicación de historietas, tebeos o cómic.

Como mis recuerdos de lector están asociados, en buena medida, a la evolución de la editorial, voy a aprovecharlos para hacerle un homenaje y pergeñar, si no una historia, unos apuntes nostálgicos basados en mi intrahistoria, ahora que el sello, recuperado dentro del Grupo Zeta en 2006 bajo la dirección de Ana María Moix, ha decidido reeditar la colección Historias Selección.



Para muchos de los que nacimos en la década de los sesenta, hablar de Historias Selección es hablar, quizá, de nuestro acercamiento más frecuente y más ferviente a la lectura en nuestra infancia. La colección, que apareció en la década anterior, tenía como peculiaridad ofrecer el texto, no siempre completo, de conocidas novelas con viñetas de tebeo intercaladas cada dos o tres páginas. Las obras de Historias Selección se convirtieron en uno de los regalos más esperados para el día de mi cumpleaños o de Reyes Magos. Los libros se presentaban en rústica, con una tapa dura que imitaba una tela de color verde, y envueltos en una guarda de fondo blanco. En esta colección leí La cabaña del Tío Tom, Los viajes de Gulliver o buena parte de las novelas de Julio Verne.

El primer libro que compré por gusto con mis ahorrillos fue la edición de Poesías completas de Espronceda publicada en la colección Libro Clásico. Esta colección nace a mediados de los sesenta, casi al mismo tiempo que Libro Amigo, con la que coincide en el formato. Libro Clásico abrió su andadura con una edición de La Celestina. La colección fue dirigida por Ángeles Cardona de Gibert, quien contó con un plantel de profesores y especialistas que tomaron a su cargo la redacción de estudios preliminares, notas y bibliografías que acompañaban al texto de las obras. Entre los colaboradores encontramos, por ejemplo, a Juan Alcina Franch, Luis Alberto Blecua o Manuel Criado del Val. Gracias a esto, Libro Clásico podía competir con creces con otras colecciones populares, como Austral, pero, sobre todo, gracias a su precio: los libros menos voluminosos costaban, hacia 1970, 25 pesetas (es el caso del ejemplar del Viaje sentimental de Sterne que conservo); los de volumen medio, 40 pesetas (las Poesías de Espronceda, por ejemplo); los más gruesos, 75 (como el Guzmán de Alfarache) ó 90 pesetas (Los papeles póstumos del Club Pickwick).




Mi relación con Libro Amigo empieza un poco más tarde, a finales de los setenta, cuando Bruguera le cambia la piel a la colección y se embarca en una loca carrera para competir, seguramente, con El libro de bolsillo de Alianza Editorial y para hacerse un hueco en medio de lo que se avecinaba. Gracias a esta carrera, y puestos a escoger, pude disfrutar de alguna parte de la narrativa hispanoamericana contemporánea, desde autores más raros o menos conocidos, como Roberto Arlt o Manuel Rojas, a los más o menos consagrados, pertenecieran o no al “boom”, como Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar o Alejo Carpentier, de quien estoy releyendo Los pasos perdidos (número 1502-658 de Libro Amigo, 150 pesetas).

La loca carrera sigue, pues a la renovación de Libro Amigo, Bruguera añade el lanzamiento de la colección Narradores de Hoy, con la que consigue, ya en los años ochenta, marcar algún que otro gol: Crónica de una muerte anunciada de García Márquez se convierte en un éxito de ventas. A Narradores de Hoy, que fue una colección más elitista o selecta que Libro Amigo, debemos, por otra parte, la difusión de algún raro como Bajo el volcán de Malcolm Lowry o El buen soldado de Ford Madox Ford.




En los años ochenta Bruguera entra en crisis. El mercado editorial se ha diversificado y mercantilizado hasta tal extremo que se hace difícil sostener una política de edición tan ambiciosa. Pensemos, por ejemplo y sin ánimo de agotar los datos, en la proliferación de colecciones de bolsillo, alguna de las cuales nace pensada para el quiosco: Argos Vergara publica el primer número de Libros DB en 1979 (se trata de Cien años de soledad); Seix Barral comienza, en 1980, con El túnel de Sábato, la Biblioteca Universal Formentor; un años o dos después, Carlos Barral dirige para Plaza y Janés la colección Ave Fénix con un diseño sospechosamente semejante al de Libro Amigo. En 1980 Bruguera inunda los quioscos con la colección Club. El primer libro de esta colección fue A sangre fría de Truman Capote, al que siguieron Nueva antología personal de Jorge Luis Borges y El otoño del patriarca de García Márquez. Sin embargo, la marea ya estaba muy alta y el barco de Bruguera se fue a pique.

Desde aquí animo al Grupo Zeta a rescatar otras obras del catálogo de la vieja Bruguera. Entretanto, habrá que conformarse con espigar, armados de valor y paciencia, en los anaqueles de las librerías de lance.


4 comentarios:

  1. Si nos vamos a recuerdos que tienen que ver con la literatura, te diré que cuando era pequeño mis padres me castigaban sin leer por las noches... Jejejeje...

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  2. No se trata sólo de recuerdos. Utilizo los míos para hacer, sin exhaustividad ni exceso de erudición, la otra historia de Bruguera. De modo que el artículo tiene cierta ambición. Lo que se puede leer en la red y fuera de la red (Cuando los cómics se llamaban tebeos. La Escuela Bruguera de Antonio Guiral e, incluso, la Guía visual de la Editorial Bruguera de Tino Regueira) se centra demasiado en la historieta.

    Está por hacer, de otra parte, un estudio pormenorizado de las causas que llevaron a la quiebra de la editorial, así como de la manera en que Zeta se hizo con ella. Pero no era esto lo que me interesaba, ni tampoco estaba en mis manos hacerlo. Un lector se hace con los libros libros que ha leído. Los de Bruguera forman una parte importante de mi acervo.

    Además, está el hecho siguiente: algunas de las cosas publicadas por Bruguera son una maravilla. Por estar descatalogadas y, en bastantes casos, no encontrarse otra edición, por lo menos tan asequible como lo eran las de Bruguera, se han convertido en raras y eso explica, finalmente, mi entrada.

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  3. quisiera saber si todavia siguen editand las lindas novelas de letras vaqueras, policiales, terror.

    soy un lector pero acà en pru ya no se encuentra eso...

    si alquien sabe donde hay un clud de lectores de estas afamadas novelas escribir a mi correo
    un abrazo,. sph7714@hotmail.com

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  4. >>>
    Bruguera (o/y también, Ebsa). Barcelona (Ca-talunya), 1940 1986. Editora. Empresa surgida de la reconversión del sello El Gato Negro (1910), y dirigida por la dinastía Bruguera Grané (hijos de Juan Bruguera Teixidó, 1885 1933; fundador, en 1908, de la editora Progreso). En los años cuarenta, y cincuenta, fue una marca clási-ca en el lanzamiento de tebeos emblemáticos (El Campeón; Pulgarcito; El DDT), que pasaron a la memoria colectiva de casi todos los aficionados, al conseguir acumular en su plantilla a varias de las mejores firmas de la Historieta humorística (Cifré, Conti, Jorge, F. Ibáñez, Pe-ñarroya, Vázquez), y de la de acción (Ambrós, E. Giner, Víctor Mora) en colecciones básicas de la aventura (El Cachorro; El Capitán Trueno; El Jabato), y del mercado del bolsilibro. En el otoño de 1961, comenzó una política de esquirolismo contra sus autores y de explotación irracional de sus hallazgos industriales, que arrastró a lo largo de toda la década, aunque con algún acierto aislado (Gran Pulgarcito; Joyas Litera-rias Juveniles, 1970; Olé!), más por impulsos creativos de sus colaboradores que por decisión, conocimiento y conciencia empresarial. Repitiendo y desvirtuando obras, y ampliando sus miras al mercado generalista, aún sobrevivió otra década hasta que, en 1986, saldó al peso toda su historia, su prestigio y su dignidad, hipotecando, al mismo tiempo, el futuro de todos sus creadores y de los herederos de éstos. En la lucha sobre derechos autorales contra creadores legítimos de la Cultura Popular, Bruguera perdió varios litigios y sentó precedentes, aunque sin sentencia jurídica: contra Corín Tellado (narradora en el género rosa), en 1974; contra Marcial Lafuente Estefanía (pendiente de la oesteada), en 1974; contra Víctor Mora (serialista de historietas), en 1985. Bajo la empresa Bruguera, se agruparon una planta indus-trial (en Parets del Vallès), una división publici-taria (Nueva Línea), una librería (Proa), una distribuidora (Libresa), una división para el mercadeo (Ibis), sellos filiales (Ceres), varias sucursales en el territorio español y delegacio-nes en el exterior (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Lisboa, Méxi-co, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela), un boletín de comu-nicación interna (Nosotros; X-1961/XI-1976, 55 entregas) y su propio Reglamento (1960); al inicio de los años setenta fue premiada por el Ministerio de Trabajo. En junio de 1982 suspen-dió pagos y el grueso de sus trabajadores (1.056, de una plantilla de 1.207) se asoció para la continuidad con diecisiete delegados de Oitebsa (Organización Interior de Trabajadores de Edi-torial Bruguera; bloque autodefinido como co-lectivo autónomo asambleario), siete delegados de Unión General de Trabajadores (bloque próximo al Psoe), y seis de Comisiones Obreras (próximo al Pce). Tras alguna oferta de compra, como la del editor uruguayo Leo Antúnez (Des-tino; Dicen; El Noticiero Universal), fue absor-bida (1987) por el barcelonés Grupo Zeta y bajo el simple nombre de B.
    >>>

    "Atlas español de la Cultura Popular. De la Historieta y su uso" (2000)

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