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3 de noviembre de 2008

A vueltas con la Biblia


La lectura de la última entrada de la interesante bitácora de José Antonio Millán, así como la del enlace que ofrece a la página digital de Vida Nueva, nos retrotraen a lo que dijimos en "La Biblia en verso". En “Nueve biblias y un iPhone”, Millán da noticia de Bible Reader, un sofware gratuito para el aparatejo de Apple que permite consultar nueve versiones de la Biblia en varios idiomas. Entre ellas están la traducción alemana de Lutero y la “Biblia del Oso” de Casiodoro de la Reina y Cipriano de Valera.



No es lo curioso del programa lo que más llama nuestra atención, sino el hecho de que Millán
recuerde que “los españoles somos uno de los pueblos que menos leen la Biblia” y remita al comentario que en Vida Nueva se hizo de un estudio sobre la lectura de las Sagradas Escrituras. En el estudio, dado a conocer a finales de abril en la Sala de Prensa de la Santa Sede, España aparece a la cola de los países analizados (los otros son los Estados Unidos, el Reino Unido, Holanda, Alemania, Francia, Italia, Polonia y Rusia) con un 20% de personas que dicen haber utilizado la Biblia en los últimos doce meses. El responsable del comentario, con bastante buen juicio, asegura que la cifra “revela nuestros niveles de incultura religiosa, sin que en este campo sirva de excusa la enemistad de los poderes públicos o la falta de recursos económicos”. Y añade otro dato sacado del estudio de marras: en España, “el 73% de los entrevistados se reconocen católicos; de ellos, el 74% asiste alguna vez a algún rito religioso; el 20% lo hace al menos una vez a la semana.” Ahí le han dao.

Desde nuestro punto de vista, y sin entrar a discutir la necesidad o el interés que, para creyentes o no creyentes, ofrece el conocimiento de la Biblia, los datos pueden ponerse en correlación con los índices de lectura a secas. Pero como no queremos entrar en un baile de cifras, vamos a hacer un poco de historia y de intrahistoria.

Hay que recordar que Reina y Valera tuvieron que exiliarse por simpatizar con el luteranismo, que defendió a capa y espada la lectura directa de la Biblia. La Roma tridentina y, por extensión, la católica España no fueron nunca muy partidarias de divulgar en romance las “divinas palabras”, como demuestra el hecho de que la Vulgata de 1592 se convirtiera en oficial para la Iglesia Católica hasta 1979.



Por supuesto que, quien más quien menos, la mayoría de los españoles hemos asistido a alguna misa y, en ella, hemos escuchado fragmentos en español de las Escrituras. No recordamos que en la catequesis se nos invitara expresamente a una lectura continuada y directa. Como dijimos en otro lugar, no sabemos qué ocurrirá ahora, aunque intuimos que poco ha debido de cambiar. Lo que sorprende es la hipocresía con que en este país, o nación de naciones, de mayoría católica se acuse una y otra vez a un supuesto laicismo galopante o beligerante de arremeter contra los valores religiosos.

Que cada palo aguante su vela, pues en el comentario de que hablamos se reconoce que “la lectura de la Biblia se intensifica y crece cuando se hace en grupos y cuando es introducida y acompañada por personas competentes”. Ya saben, señoras y caballeros: vayan a misa, participen en asociaciones apostólicas y, sobre todo, lean la Biblia; pero déjennos a los demás en paz. Déjennos apostatar si queremos. Y déjennos, sobre todo, leer, o no leer, la Biblia como nos dé la gana.



2 comentarios:

  1. ¿Auto punición? ¿Inmolación?... Realmente no se como llamarlo...
    Estos escritos en primera persona que incluyen conversaciones son parte de otro proyecto que tengo en mente... No se cuando lo empezaré, estoy realmente liado...

    ¿Sabías (imagino que si) que La Biblia es el libro más traducido y vendido de la historia? Hombre, mi duda es si la iglesia ve algo del dinero que se saca por vender Biblias... Y parecían tontos...

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  2. Algo sacará. Aunque hay que tener en cuenta que quienes más usan (y quizá abusen) de la Biblia son los grupos evangélicos. En ellos debieran fijarse Rouco y compañía y no en lo que digo en el penúltimo párrafo de la entrada.

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